Partamos de la base de que no soy en absoluto futbolero. No simpatizo con ningún equipo, si exceptuamos todo aquel que juega contra otro gran equipo, plagado de estrellas, y que a priori le va a dar una soberana paliza a su rival. En ese caso sí suelo tomar partido por el débil, y me alegro infinito si gana al equipo favorito. No sigo la liga, ni la Champion, ni la Copa del Rey, ni ningún otro trofeo similar. No conozco la vida y milagros de los jugadores, ni de los entrenadores, ni de los presidentes, excepto la de algunos pocos de estos últimos que en su delirio sobrepasan los meros límites del universo futbolístico, para meterse de lleno en terrenos como el político. Unos cuantos borrachos del poder que le han otorgado los jugadores a los que representan, por el mero hecho de pegarle patadas a un balón. Ocurre en casi todos los campos de la vida. Los que se llevan las medallas, los bocazas incontrolables, son los que dirigen al equipo, sin asumir humildemente que su única función debería ser la de firmar talones para contratar a tal o cual estrella, y quedarse calladito mientras su equipo mete goles o gana títulos.
Partiendo de esa base, me ocurre sin embargo algo curioso cada cuatro años (en realidad cada dos, si contamos la Eurocopa): me engancho al Mundial de fútbol, desde la primera fase hasta la final, y disfruto con cada partido, incluso los primeros, como un niño con zapatos nuevos. Recuerdo los tiempos gloriosos en los que no había que pagar para ver los partidos. Me tragaba prácticamente todos, porque además el evento solía coincidir con algún período vacacional. Me resultaba muy grato ver jugar a las 12 de la mañana a Camerún contra Austria, por ejemplo, en aquel fatídico mundial en el que las selecciones de Alemania y Austria se pusieron de acuerdo para empatar su partido a cero y dejar a Camerún fuera. Recuerdo perfectamente el gol de Cardeñosa, la metedura de pata de Arconada, el labio partido de Luis Enrique y la desesperación, una y otra vez, cuando no pasábamos a octavos a pesar de todos los esfuerzos y de esa supuesta “furia española”, que ni nos llevaba a ninguna parte ni nadie sabía muy bien en realidad en qué consistía. Me daba igual que nos eliminaran. Yo seguía viendo los mundiales hasta el final, hasta ese partido electrizante en el que Zidane le pegaba un cabezazo a Materazzi, hasta ese partido en el que siempre rogaba porque ganara Holanda, y nunca lo conseguía.
Desde la Eurocopa del 2008 noté que algo había cambiado. Nuestra selección puede que no tenga “furia española”, ni puñetera falta que le hace. Lo que sí tiene, y creo que a raudales, es espíritu ganador, una gran cohesión como equipo, y esa humildad que te hace respetar al contrario para conocerle bien. Empecé a entreverlo cuando ganamos en el 2008 a Italia a los penaltis. ¡La campeona del mundo había caído!. En aquel momento pensé que podíamos hacerlo, que era posible ganar la Eurocopa, como así fue. El gol de Torres a Alemania nos dejó prácticamente afónicos a toda la familia de tanto celebrarlo.
Me está gustando España en estos mundiales, y mucho. Me está gustando hasta el punto de haberme comprado una camiseta de la selección. Me está algo pequeña. Ayer me la probé y parecía un tomate (voy a tener que investigar a ver dónde se la compró Manolo el del bombo, que debe ser más o menos de mi talla). Cada vez que juega España resulta todo un acontecimiento familiar. Mi hijo y mis sobrinos se han comprado el kit de animación, consistente en bufanda, banderín, trompeta y gran bandera que hemos desplegado en la ventana. El primer gol de Villa a esa despistada selección chilena que se iba para adelante sin ningún sentido me pareció un acto de inteligencia y de profesionalidad futbolística digno de pasar a los anales.
Se están vislumbrando varias cosas con la trayectoria que está siguiendo España en el Mundial. En primer lugar, se detecta en la selección espíritu de equipo, de saber lo que se está haciendo en cada momento. Cada uno en su lugar, y sobre todo, y eso es para mí lo más importante, perfectamente compenetrados con jugadores que, fuera del mundial, juegan en equipos rivales, y muy rivales a veces. No he escuchado todavía a nadie, y he hablado con mucha gente desde que empezó el campeonato (reconozcámoslo: a día de hoy, el Mundial es el tema de conversación por excelencia), hacer la más mínima mención a que Xabi, Iniesta o Piqué son del Barsa, ese equipo odiado en Madrid, o que Llorente sea vasco. Para todo el mundo, incluso para los madridistas acérrimos (conozco a unos cuantos), Xabi, Iniesta y Piqué son de la Selección, son de España, y Llorente hizo un partidazo el otro día ante Portugal. En ese sentido, me parece muy acertado ese anuncio de Cruzcampo que dice que no es una selección, sino un país, la que nos representa en los mundiales. Se acallan a toque de balón los absurdos comentarios sobre el Estatut, por ejemplo, o sobre el caos que se está organizando en Madrid con la huelga de transporte, con sindicatos y Comunidad enfrentados hasta el insulto. El espíritu de equipo de la Selección está por encima de todo eso.
Deberíamos reflexionar un poco sobre lo que la Selección española ha conseguido y, con un poco de suerte, está a punto de conseguir. Jamás había visto tantas banderas de España en la calle, en los coches, en las ventanas. Una bandera que se había intentado hace años emplear como símbolo político y como arma arrojadiza para denostar al partido o partido que en teoría se la apropiaba, se convierte por arte de gracia en un motivo de orgullo, en un símbolo de simpatía hacia la selección. Ocurre lo mismo con la camiseta. “La roja”, cuyo sólo nombre hubiera levantado ampollas no hace mucho, es posiblemente la prenda más vestida en estos días. La alegría cada vez que España se deshace de un rival se detecta en las calles, en las casas, en las familias. Una alegría que buena falta nos hace ante la crisis que tenemos encima. El consumo respira. Quien más, quien menos, se compra una televisión para ver a la roja, o se gasta unos euros tomando el aperitivo en el bar de abajo para ver el partido. Todos parecemos formar parte de un equipo, de un gran equipo en el que la Selección española, que lo está haciendo muy bien, resultaría ser la punta del iceberg.
La Selección nos está demostrando que se pueden hacer las cosas bien, por encima de las diferencias de procedencia, cultura, religión o axiomas políticos. Más de uno debería aplicarse el cuento, y adoptar ese espíritu. Al fin y al cabo, una selección no resulta muy diferente de una familia, una comunidad de vecinos, una provincia o un país. Si lo que se quiere es sacar las cosas adelante, se puede, como están demostrando en otros muchos países de nuestro entorno. Si lo que uno busca es su parcelita de poder, el insulto al contrario, la comodidad y los privilegios en el puesto de trabajo, haciendo para todo ello el menor esfuerzo posible, lo más probable es que no se llegue a ninguna parte. Parece una simpleza y una perogrullada, pero es así. Anteponiendo el esfuerzo, el sacrificio y un cierto espíritu ganador que creo que jamás hemos tenido como colectividad, se consigue muchísimo más que con los prejuicios, la intolerancia, y ese apartheid mental al que algunos se someten voluntariamente, en un intento, que jamás he entendido, de amargarse la vida.
Las perspectivas son positivas. Haga lo que haga, la Selección nos está alegrando en cierto modo la vida estos días. Mañana juega contra Paraguay, y volverá a ser un acontecimiento, un punto de encuentro, una descarga de emociones y sentimientos positivos, tanto si gana como si pierde.
¿Y si ganamos el Mundial?. Creo que me equivoco poco si afirmo que cambiaría bastante el panorama actual de nuestro país. Nos vendría muy bien que el espíritu de “Invictus” se instalara por una buena temporada en nuestros corazones.
Al fin veo que un español de los blogs admite que le gusta el fútbol. TODOS los que he tenido la suerte de conocer dicen que no les interesa el fútbol, y me parece tan extraño, tratándose de un deporte tan popular en España.
ResponderEliminarDeseo que esta vez los españoles, es decir, la selección española tenga más suerte que otras veces, por lo menos pasaron a los cuartos de final, veamos.
En estos momentos debe estar jugando Brasil, va 1 a 0 contra Holanda, pero considero que Brasil no ha hecho los méritos suficientes como para llegar a los cuartos, los equipos contra los que le ha tocado jugar fueron muy débiles, y Holanda, ya sabemos que de la naranja mecánica de los 70 no queda absolutamente nada.
Besos,
Blanca
Caray, hermano, es curioso cómo se piensan las cosas distintas de uno y otro lado del charco (o a lo mejor no tanto). Por estos lares, la población está divida en dos: los que no se pueden quitar la camiseta verde hasta para ir al baño (y eso que ya nos pusieron una indigestión con bife chorizo y chimichurri) y los que estamos hartos de ver cómo le lavan el cerebro a la gente con la selección mexicana.
ResponderEliminarEso que dices que está trayendo hoy tu selección a España, i.e. una solidaridad, una cohesión y una identidad, es lo mismo que acá nos venden cada cuatro años para que nos olvidemos que esas cosas, en la realidad, no existen. Quizá en el caso de ustedes no sea malo, pero acá está visto que es por cuestiones ideológicas: para hacernos olvidar que este país, de tanto irse a la mierda, ya padece de diarrea crónica. Sin ir más lejos, hace dos días en el estado de Tamaulipas los narcotraficantes hicieron una matanza terrible para manipular las elecciones a gobernador, y ello a pesar de que medio estado está bajo metro y medio de agua a causa del huracán Alex. ¿Y la gente de qué hablaba en los bares, la calle, las casas y el Féisbuk? De que los alemanes nos habían hecho justicia al golear a los argentinos.
Sí, hermano, el fútbol es bonito, pero no cuando sirve para que la gente no se entere de que hay dos estados declarados zona de desastre, que en uno de ellos mataron al candidato a gobernador porque no era el favorito de los narcos, y que se demostró que tenemos un sistema judicial tan corrupto, que las muertes de 49 niños en el incendio de una guardería no van a ser investigadas, porque dicho incendio se originó en las oficinas gubernamentales de al lado, donde se hallaba la documentación fiscal del gobernador de Sonora. Esta noticia tuvo una "valiosísima" columna en la página treinta y tantos de los periódicos; ¿la primera plana? ¡México hace historia, derrota a Francia!
Así, te felicito, hermano, por ponerte la "roja"; pero, por favor, ruega porque en México nos quitemos la "verde".
Te mando el más afectuoso abrazo, y el 31 de octubre te mandaré el video de mi "suicidio".
Blanca, amiga, parece que el destino te dio la razón a tu comentario, porque finalmente Holanda ganó a Brasil. En cuanto a nosotros,ya estamos en cuartos, sí, y de hecho ya hemos pasado a semifinales, pero nos tenemos que medir con una Aemania que juega como un bulldozer, y que logró encajarle a Argentina cuatro golazos como cuatro soles, así que ya veremos. Bien es verdad que España se crece ante los rivales difíciles, así que es posible que peguemos la campanada. No soy aficionado al fútbol, y no me gusta que el fútbol se utilicr para tapar las vergüenzas de unpaís, pero creo que es lícito soñar de vez en cuando con que somos alguien en el mundo deldeporte que más apasionados mueve en el país.
ResponderEliminarUn beso, amiga.
Victor Hugo, hermano, no estoy seguro después de leer tu comentario, que te aseguro que me ha puesto los pelos de punta, de que pensemos realmente tan diferente. Soy un enemigo acérrimo, como decía más arriba, de que se utilice el fútbol para acallar las cosas, y sobre todo, ante casos tan flagrantes como los que me cuentas que ocurren en tu país. En España está sirviendo para que la gente se anime un poco ante la adversidad, para que no todo sean noticias negras en el panorama, para suavizar de algún modo la sensación de tristeza que produce el hecho de que tengamos la tasa de paro más alta de Europa y de gran parte del mundo, pero está sirviendo, sobre todo, mientras sigamos en la competición. No hay peligro, no temas: cuando nos apeen, todo volverá a la normalidad, pero de momento se vive la alegría de seguir en la lucha por el título. A eso me refería. Seguro que en Sudáfrica, durante el año en que se jugó la copa del mundo de rugby, tenían problemas más serios que los que tengamos hoy en España o en México, pero el hecho de ganarla sirvió para suavizarlos. Por eso, y sólo por eso, titulé mi entrada "El espíritu de invictus". No pasa nada, todo sigue igual, con nuestras miserias y nuestros trepas de toda la vida, tanto o más preparados para robar y hundir al país que los vuestros, pero al menos durante estos quince días podemos ser capaces de asimilar una pequeña alegría.
¿Qué es eso de tu suicidio?. No me asustes,hermano.
Un fuerte abrazo
No te asustes, hermano. Acá en México, los hombres solemos bromear diciéndole a la boda, el "suicidio"; máxime cuando es costumbre vestirse como enterrador para tal evento. Supongo que allá también tendrán una forma mordaz de referirse a ese acto que tan hermosamente le pone fin a tu mundo de soltero. El 30 de octubre será mi enlace, y ya sabes que, si por azares del destino, pudieras estar por estas tierras, tendrías mesa de pista, hermano.
ResponderEliminarTe mando un afectuoso abrazo.