viernes, 29 de mayo de 2020

La jugada maestra. La tormenta perfecta

Esta viñeta de @MikiyDuarte publicada en los diarios de @grupojoly ilustra perfectamente la sensación que tuve los días 27 de Mayo, durante la jornada de control al Gobierno en el Congreso, y al día siguiente. Mientras los ciudadanos estamos preocupados por la pandemia, el posible rebrote y las consecuencias de una desescalada irresponsable y precipitada, y además entristecidos por el goteo incesante y continuo de fallecidos por el coronavirus, nuestra clase política se dedica en el Congreso a insultarse, a mencionar para hacer daño el origen y el parentesco de cada uno, a acusar y acosar a un ministro a causa de un informe tendencioso y mal ejecutado, a acusar a la oposición de querer dar un golpe de estado, y así hasta el infinito. Y para colmo, que es lo que ha dado lugar a esta entrada, un diputado del PP dijo ayer en los informativos que “las broncas en el congreso son un reflejo de la crispación que hay en la calle”.

 

Pues no, señores diputados y políticos en general, no tengan ustedes encima la desfachatez y la poca vergüenza de echar la culpa a los ciudadanos de su incompetencia, de su estupidez y de su fanatismo. No confundamos los términos, que ya está bien. Son ustedes, a los que todos nosotros les pagamos el sueldo para que trabajen, los que están sembrando la crispación de la que nos culpan a nosotros. Son ustedes los que, con el único afán de ocupar los asientos del Gobierno en el Congreso, vomitan ese odio que provoca que la brecha entre las dos Españas se esté haciendo más ancha que nunca. Son ustedes los que, desde el Gobierno, están gestionando la crisis tanto económica como sanitaria tirando pedradas a la oposición y a las autonomías que no están siendo gobernadas bajo su signo político. Que no les quepa duda de que todos, TODOS USTEDES, están haciendo las cosas ya no mal, sino fatal, así que no nos pongan a nosotros por pantalla.

 

Se les paga a ustedes para gobernar, para gestionar, para hacer bien su trabajo, para llegar al consenso al que están llegando en prácticamente todos los países del mundo frente a esta crisis sanitaria que nos ha sacudido. Con esa actitud de patio de colegio están provocando inestabilidad, crispación, incapacidad de maniobra, pero también risa y desprecio en todos los países del mundo, que nos miran asombrados de que ni aún con lo que tenemos encima seamos incapaces de olvidar ese odio ancestral, tribal y primitivo entre las dos Españas. Están provocando que Europa no nos conceda esa extraordinaria ayuda porque NO SE FÍA de ustedes, como tampoco las empresas multinacionales que van a empezar a huir de aquí por su estupidez y por la inestabilidad que están provocando. Esos son los verdaderos problemas, no la puta brecha de siempre.

 

Fanatismo, según la RAE, significa “Apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas”. Creo que la definición se queda corta. Fanatismo es luchar por una idea política obsesiva, aunque sea en medio de una crisis global, a nivel mundial, ante la cual la victoria se consigue únicamente si se juntan todas las fuerzas. Fanatismo es anteponer el odio al rival por encima de los sentimientos intrínsecos de todo ser humano, como puede ser el dolor ante la pérdida de un ser querido cercano. Fanatismo es ver el insulto del contrario y ser incapaz de ver el insulto de aquel con el que simpatizamos. Todo esto es fanatismo, y hay muchas personas que caen en ese pozo, por supuesto, pero nuestros políticos NO PUEDEN SER FANÁTICOS, así de simple, así de claro.

 

Si algún diputado, gobernante, responsable, juez, director, presidente o secretario muestra signos de fanatismo, como estos días atrás, tiene que ser cesado de inmediato, porque no nos hace ningún bien a los ciudadanos. Se supone que la clase política tiene que estar muy por encima del nivel de pensamiento de los ciudadanos, y existen políticos así, y muchos, pero es a los políticos fanáticos a los que se presta atención en los medios, que esa es otra lucha que ya doy por perdida. Claro que existe mucha gente capacitada para gobernar, y para estar en la oposición, pero se premia en los partidos al fanático, al que mejor tira por tierra al contrario con el único propósito de ocupar su lugar, de ganar votos y de, en definitiva, arrancar un trozo del pastel del poder.

 

Claro que hay fanáticos entre los ciudadanos. Ya lo demostró Dennis Gansel en “La ola”, una maravillosa película en la que se muestra mediante el experimento del profesor Rainer Wenger que se puede montar una dictadura de fanáticos en menos de una semana. Uno de los personajes, Tim, interpretado por Frederick Lau, se convierte en el fanático por excelencia, un fanático de libro. Se trata de una persona que se siente parte del montón, que nunca se ha sentido querido, ni en su casa ni en el colegio, que nadie le ha prestado atención hasta que se siente arropado por el “grupo”. Es un personaje triste, gris, negativo y muy, muy manipulable. El retrato perfecto de alguien que, teniéndolo todo, sin ninguna razón para odiar, se sumerge en el odio por la sencilla razón de que hay otros muchos que se sumergen en el odio como él. Lo estamos viendo en el barrio de Salamanca, en las manifestaciones de los independentistas catalanes, y hasta en los partidos de fútbol. No hay una razón real para odiar. No hay hambre, ni necesidades como probablemente las había en otros tiempos, en los que odiar no era lícito, pero en todo caso era más justo que hoy. No existe otra razón para caer en el fanatismo que la de amargarse la vida, que la de abrazar causas que no se defienden con lógica o con diálogo porque son indefendibles.

 

Pero a mí todo eso me pilla ya mayor. Tonterías, las justas. Durante estos dos días he decidido que no voy a entrar en ese juego, en esa jugada maestra de los políticos que consiste en crispar a las personas para conseguir votantes fanáticos a los que ni por ensoñación les pueda dar un día por pensar, y votar otra cosa diferente. No, ya estoy harto. Esta es mi última entrada dedicada a temas políticos, porque la política no puede llenar nuestras vidas como estos incompetentes desean. Que hagan su trabajo mientras el resto nos dedicamos a vivir, que con lo que tenemos encima en estos momentos ya es bastante y dura tarea.

 

Ayer me encantó una frase que dijo Héctor Alterio en “kamikaze”: “Siempre hay alguien que sufre más que tú, y no quedan más que dos opciones: o pudrirte por dentro, o bailar al ritmo de la vida”. Una persona que ya no está entre nosotros me dijo una vez “mientras haya música, hay que bailar”, así que os deseo lo mejor a los fanáticos, a los que odiais, a los que permanecéis en pozos de tristeza excavados por vosotros mismos. A los que en definitiva, habéis elegido la opción de pudriros por dentro por una causa que os impide vivir. Os deseo lo mejor, repito, pero a mí perdonadme que me aleje de vosotros, porque prefiero seguir bailando mientras la música suene.