A partir de 1930, la GPU (Dirección
Política del Estado) empezó a requisar masivamente todas las cosechas de
Ucrania, dejando la tierra sin semillas que pudieran germinar, y sin dar tiempo
suficiente para que se volviera a plantar.
El 7 de Agosto se aprobó la ley de
las Espigas, que imponía castigos a los que robaran el grano confiscado,
llevándoles a las prisiones de Balashevo o Elan, o incluso ejecutándoles. Según
los registros, se ejecutó a 5.400 personas, y 125.000 fueron llevadas a los
gulags de Siberia.
Todo el horror del Holodomor aparece
en la película “Mr Jones”, de la directora polaca Agniezska Holland,
que nos cuenta la historia real del periodista Galés Gareth Jones,
interpretado por James Norton, que se internó en Ucrania y vivió de
cerca el horror del Holodomor, arriesgando su vida ante la terrible
represión de Stalin. La película tiene escenas brutales, pero lo peor de todo,
es que al regresar a Europa nadie le creyó. Nadie sospechaba lo que estaba
haciendo Stalin con su población. Por suerte Jones tuvo un encuentro con George
Orwell, que desembocó en su famosa obra “Rebelión en la granja”, una de
las críticas más feroces, junto a su otra novela, “1984”, del sistema
político de Josef Stalin.
Al parecer la fijación de Rusia
contra Ucrania viene de lejos, seguramente por razones históricas que se me
escapan, pero lo cierto es que actualmente Rusia ha emprendido de nuevo su
cruzada particular contra Ucrania, y las razones, al menos las que se conocen
(en este tipo de conflictos siempre existen intereses ocultos que se nos
escapan a los mortales de a pie) parecen ser las mismas: el intento de
acercamiento de Ucrania a Europa.
El caso cierto es que estamos en
guerra. En la época de Mr Jones no se sabía lo que ocurría en un lugar
tan apartado de Europa como Ucrania. A Mr Jones no le creyó nadie cuando
describía el horror. Ahora es justo al revés. Hay miles de periodistas
informando del conflicto, miles de imágenes que cada día hay que clasificar
para organizar la información, y el problema es que ahora, con tanta
información, la mayoría de la gente sigue viendo esta guerra como algo muy
lejano, que no nos va a salpicar a nosotros.
No. Simplemente, no puede ser. No
puede ocurrir que un individuo, probablemente fascinado por su “padrecito”
Stalin, ponga en jaque de un plumazo a todo el mundo. Estamos viviendo ya, y
vamos a seguir sufriendo, las consecuencias económicas de esta guerra, que nos
afecta a todos, primero a los europeos, y después a todo el mundo. No podemos
permitirnos dejar que Europa y la OTAN, organizaciones a las que pertenecemos,
sigan con una tibieza que no conduce absolutamente a nada. Si la finalización
del conflicto pasa por permitir a Ucrania que forme parte de la UE, hagámoslo,
pero hagámoslo ya. El otro día escuché en la radio a una persona muy vinculada
a Bruselas decir que no era nada fácil meter a un nuevo miembro en la UE, que
una vez que se ha metido no se le puede echar, etc, etc. Daba excusas para no
meter a Ucrania en la UE. Entonces, de ser así, si realmente no existe una
voluntad de la UE de hacer miembro a Ucrania, ¿por qué ha atacado Putin? Esa
misma persona insinuó en un par de ocasiones que lo importante era “no cabrear
a Putin”. Es lógico que la gente de a pie tenga miedo, pero lo que no puede
consentirse es el miedo en las instituciones que en teoría tienen que velar por
nosotros.
Hay muchos intereses que se nos
escapan. Está el tema del envío de armas, que ha provocado un cisma en nuestro Gobierno.
Está el tema de la energía, el tema de la carestía económica y muchos otros
temas, pero lo real, lo sangrante, lo que le revuelve las tripas a los
profesionales que organizan la información cada día, son esas imágenes de
personas muertas que lo único que han hecho es estar en el peor momento en el
lugar inadecuado. Alguien muy cercano a mí se pasó hace tres días toda la
mañana llorando ante esas imágenes, y lleva tres semanas de estrés continuo
ante toda esa información que tiene que digerir y transmitir. Lo último, lo más
terrible hasta ahora, ha sido el ataque a ese hospital materno infantil. El
horror ya es insoportable.
Todos tenemos en la cabeza, aunque no
hablemos de ello, esa espada de Damocles que supone el armamento nuclear de
Rusia, y probablemente la tibieza se deba precisamente a eso. Pero si no le
paramos los pies, si permitimos que tome Ucrania, no va a parar. Tiene la cabeza
llena de estrategias militares, de los pasos dado en el pasado por Napoleón,
por Hitler y por otros, y sus ansias megalomaníacas no se van a conformar con
Ucrania, eso está claro. A base de negociaciones, de restricciones, de acuerdos
económicos, de lo que sea, pero hay que pararle.
De no hacerlo, probablemente nos
veamos abocados a la Tercera Guerra Mundial. Y ya sabemos todos lo que dijo
Einstein al respecto: “No sé cómo será la Tercera Guerra Mundial, pero lo que
sí puedo asegurarles es que la siguiente a esa será con palos y piedras”