viernes, 11 de marzo de 2022

UCRANIA, el horror que se repite

 

A partir de 1930, la GPU (Dirección Política del Estado) empezó a requisar masivamente todas las cosechas de Ucrania, dejando la tierra sin semillas que pudieran germinar, y sin dar tiempo suficiente para que se volviera a plantar.

El 7 de Agosto se aprobó la ley de las Espigas, que imponía castigos a los que robaran el grano confiscado, llevándoles a las prisiones de Balashevo o Elan, o incluso ejecutándoles. Según los registros, se ejecutó a 5.400 personas, y 125.000 fueron llevadas a los gulags de Siberia.

Stalin tenía muy presente la revolución del campesinado ucraniano durante la guerra civil de 1918 a 1921. En 1932 toma la decisión de cerrar las fronteras con Ucrania, y crea unas brigadas especializadas en confiscar, de casa en casa, las cosechas de los campesinos ucranianos. El programa tenía una doble finalidad. Por un lado, matar literalmente de hambre a los campesinos que se oponían a las colectivizaciones del estado, y por otro, reprimir el nacionalismo ucraniano, que se situaba del lado de Europa y alejado de Moscú. En unos meses, la población empieza a morir de hambre, y en las zonas rurales más alejadas comienzan a darse casos de canibalismo. Holodomor, en ucraniano, significa precisamente eso, morir de hambre. Murieron entre 7 y 10 millones de personas. Un auténtico genocidio.

Todo el horror del Holodomor aparece en la película “Mr Jones”, de la directora polaca Agniezska Holland, que nos cuenta la historia real del periodista Galés Gareth Jones, interpretado por James Norton, que se internó en Ucrania y vivió de cerca el horror del Holodomor, arriesgando su vida ante la terrible represión de Stalin. La película tiene escenas brutales, pero lo peor de todo, es que al regresar a Europa nadie le creyó. Nadie sospechaba lo que estaba haciendo Stalin con su población. Por suerte Jones tuvo un encuentro con George Orwell, que desembocó en su famosa obra “Rebelión en la granja”, una de las críticas más feroces, junto a su otra novela, “1984”, del sistema político de Josef Stalin.

Al parecer la fijación de Rusia contra Ucrania viene de lejos, seguramente por razones históricas que se me escapan, pero lo cierto es que actualmente Rusia ha emprendido de nuevo su cruzada particular contra Ucrania, y las razones, al menos las que se conocen (en este tipo de conflictos siempre existen intereses ocultos que se nos escapan a los mortales de a pie) parecen ser las mismas: el intento de acercamiento de Ucrania a Europa.

El caso cierto es que estamos en guerra. En la época de Mr Jones no se sabía lo que ocurría en un lugar tan apartado de Europa como Ucrania. A Mr Jones no le creyó nadie cuando describía el horror. Ahora es justo al revés. Hay miles de periodistas informando del conflicto, miles de imágenes que cada día hay que clasificar para organizar la información, y el problema es que ahora, con tanta información, la mayoría de la gente sigue viendo esta guerra como algo muy lejano, que no nos va a salpicar a nosotros.

No. Simplemente, no puede ser. No puede ocurrir que un individuo, probablemente fascinado por su “padrecito” Stalin, ponga en jaque de un plumazo a todo el mundo. Estamos viviendo ya, y vamos a seguir sufriendo, las consecuencias económicas de esta guerra, que nos afecta a todos, primero a los europeos, y después a todo el mundo. No podemos permitirnos dejar que Europa y la OTAN, organizaciones a las que pertenecemos, sigan con una tibieza que no conduce absolutamente a nada. Si la finalización del conflicto pasa por permitir a Ucrania que forme parte de la UE, hagámoslo, pero hagámoslo ya. El otro día escuché en la radio a una persona muy vinculada a Bruselas decir que no era nada fácil meter a un nuevo miembro en la UE, que una vez que se ha metido no se le puede echar, etc, etc. Daba excusas para no meter a Ucrania en la UE. Entonces, de ser así, si realmente no existe una voluntad de la UE de hacer miembro a Ucrania, ¿por qué ha atacado Putin? Esa misma persona insinuó en un par de ocasiones que lo importante era “no cabrear a Putin”. Es lógico que la gente de a pie tenga miedo, pero lo que no puede consentirse es el miedo en las instituciones que en teoría tienen que velar por nosotros.

Hay muchos intereses que se nos escapan. Está el tema del envío de armas, que ha provocado un cisma en nuestro Gobierno. Está el tema de la energía, el tema de la carestía económica y muchos otros temas, pero lo real, lo sangrante, lo que le revuelve las tripas a los profesionales que organizan la información cada día, son esas imágenes de personas muertas que lo único que han hecho es estar en el peor momento en el lugar inadecuado. Alguien muy cercano a mí se pasó hace tres días toda la mañana llorando ante esas imágenes, y lleva tres semanas de estrés continuo ante toda esa información que tiene que digerir y transmitir. Lo último, lo más terrible hasta ahora, ha sido el ataque a ese hospital materno infantil. El horror ya es insoportable.

Todos tenemos en la cabeza, aunque no hablemos de ello, esa espada de Damocles que supone el armamento nuclear de Rusia, y probablemente la tibieza se deba precisamente a eso. Pero si no le paramos los pies, si permitimos que tome Ucrania, no va a parar. Tiene la cabeza llena de estrategias militares, de los pasos dado en el pasado por Napoleón, por Hitler y por otros, y sus ansias megalomaníacas no se van a conformar con Ucrania, eso está claro. A base de negociaciones, de restricciones, de acuerdos económicos, de lo que sea, pero hay que pararle.

De no hacerlo, probablemente nos veamos abocados a la Tercera Guerra Mundial. Y ya sabemos todos lo que dijo Einstein al respecto: “No sé cómo será la Tercera Guerra Mundial, pero lo que sí puedo asegurarles es que la siguiente a esa será con palos y piedras”