viernes, 28 de septiembre de 2012

Hablando de Grafeneck, de Tagus, de Amazon...Y del tiempo.


Han pasado ya dos semanas desde la salida de mi novela “El hombre de Grafeneck”, publicada por Tagus, el nuevo sello independiente de Casa del Libro, que a su vez depende del Grupo Planeta. ¡Dos semanas ya! Y dos semanas sólo. Parece que el tiempo transcurre de otra manera en la era digital. Apenas dos semanas, y ya me apetece hacer balance de la experiencia, contar mis impresiones, como escritor novel que soy, en un sello novel en un nuevo entorno del mundo editorial que, por qué no decirlo, también tiene algo de novel.
Uno escribe para que le lean, o al menos es esa la premisa de la que he partido siempre. ¿Qué sentido tiene transmitir las propias inquietudes al papel, si no es compartirlas con los demás? Partiendo de esa base, hay varios caminos para intentar conseguir algo que debería ser sencillo y que para todo aquel que comienza a escribir es sin embargo el escollo principal: conseguir que le lean. Así de simple. Así de duro.
¿Por qué ocurre esto, cuando precisamente lo que hoy sobran son medios para leer más y mejor, para conocer la obra de alguien justo cuando acaba de teclear la palabra fin? La respuesta es sencilla: leer supone dedicarle tiempo a alguien. Y dedicar tiempo a alguien, en un mundo en el que hoy en día todos nos creemos su ombligo, es algo muy raro. Una vez que alguien, por alguna extraña razón, se decide a ello, ¿por qué se lo va a dedicar a un desconocido, cuando existen tantos escritores consagrados, valores seguros, obras de las que todo el mundo habla, y que por tanto, tienen que estar bien?
Esa es la clave, y no creo que haya otra. El tiempo que cada uno de nosotros, como lectores, estemos dispuestos a dedicarle a los demás, a alguien que empieza, a alguien que probablemente escriba como los ángeles, pero que no sabe vender su trabajo. A alguien que tiene mucho que decir, pero al que nadie está dispuesto a escuchar porque no es más que un desconocido.
¿Cuál es el camino para hacerse ver en el mar de escritores que empieza? Creo que está claro que el de enviar el manuscrito sin más a editoriales y agentes está quemado, que hoy en día no sirve absolutamente para nada. En un mundo en crisis, las editoriales no dedican un minuto a leer todo lo que les llega, que es mucho, y apuestan por lo seguro. Lo mismo ocurre con los agentes, una figura que gracias a las nuevas tecnologías, o a causa de ellas, se encuentra en peligro de extinción, y se defiende como gato panza arriba apostando por los autores que mantiene en cartera que todavía venden con sólo nombrarlos.
Surge entonces un buen día la vía alternativa: la autopublicación en Amazon. Es sencillo, es gratuito, ¿qué más se puede pedir? Los autores suben sus novelas. Cualquiera puede subir lo que sea, lo que resulta a la vez una bendición y una maldición, porque lo mismo se pueden encontrar en Amazon joyas que verdaderos bodrios.
¿Quién decide si una obra es buena o no en Amazon? Aparentemente, el lector. Se dijo por activa y por pasiva “ahora es el lector el que tiene la sartén por el mango. La imposición de las grandes editoriales ha muerto. ¡Viva el lector independiente!”. El problema es que el lector se deja llevar muchas veces también por las listas, las famosas listas de ventas. Tan es así, que las listas deciden, que una prestigiosa editorial decidió un buen día fichar a los que estaban más arriba de las mismas, autores de éxito, con buenos productos, lo reconozco, pero no mucho mejores que otros muchos que pueblan la jungla de Amazon sin aparecer en las listas, porque no saben hacer publicidad de sí mismos o porque han colgado su novela “para ver qué pasa”.
La clave, vuelvo a repetir, no está en amazon, ni en las editoriales al uso, ni en nada de eso. La clave, el único camino para darse a conocer es conseguir que alguien se fije en lo que escribes. Alguien con criterio, con tiempo que dedicarte, con experiencia de lector, que no se consigue de otra manera que leyendo. Es la única manera.
Yo tuve la suerte, la inmensa suerte, de que mi novela fuera leída por el jurado de un concurso de novela histórica, valorada, elevada a la lista de los ganadores de ese concurso. Esa es la tercera vía, que casi nadie ha tenido nunca en cuenta, de la que casi nadie habla: la de los concursos. ¿Por qué se infravalora esta vía? Supongo que porque cuando alguien envía una obra suya a un concurso, y no gana, surge el desánimo, la sospecha de que realmente no se escribe tan bien como uno piensa. Se envía la segunda, y tampoco gana, y una tercera…Pero llega un momento en el que ya no se envían más. Ese es el error. El no ganar en uno, en diez, en cien concursos, no significa que uno escriba mal. Lo único que significa es que en ese concurso en concreto probablemente ni se hayan tomado la molestia de leerlo. Pero hay que seguir enviando manuscritos a concursos. En mi caso ha funcionado.
La editora de Tagus me telefoneó una mañana. Una llamada que jamás olvidaré, diciéndome que representaba al Grupo Planeta y que estaban interesados en la publicación de “El hombre de Grafeneck”. Ahí empezó todo. En un momento de la conversación me dijo que ella misma se había leído la novela, y que le había gustado. Recuerdo que durante toda la conversación, en la que creo que estuve un poco frío porque no me acababa de creer lo que me estaba ocurriendo, la idea que se ancló más profundamente en mi cabeza fue, precisamente, que aquella editora, perteneciente a uno de los más importantes grupos editoriales del mundo, se había tomado la molestia de leer mi novela, es decir, me había dedicado, a mí, escritor novel, una buena parte de su precioso tiempo.
Conozco a algunos reticentes a entablar relaciones con Tagus. Es un sello nuevo, con una andadura incierta, en un mundo actualmente revuelto, con un contrato más o menos vinculante… Bien, es una opción tan respetable como otra cualquiera. La publicación en Amazon también lo es, por supuesto. Bajo mi punto de vista, cualquier medio destinado a que alguien nos conozca, nos lea, nos valore y se tome la molestia de publicarnos, o de decirle a sus amigos que no escribimos del todo mal, es lícito de tomar. Yo no fiché por Tagus por otra razón que no fuera que su máximo responsable había creído en el potencial de la novela. Y además me había dedicado parte de su tiempo leyéndola, y eso es algo, esa es la clave, por la que le estaré siempre agradecido.
Del mismo modo que estaré siempre agradecido a todas aquellas personas que leyeron la novela, que perdieron parte de su tiempo conmigo, y en especial a las que se tomaron además la molestia de reseñarlas,
 como Blanca Miosi, la primera persona que la leyó, se tomó la molestia de corregir el sin fin de errores que tenía en su primera versión, y sobre todo, creyó en ella, porque es un tema que le entusiasma como a mí.
Como Lidia Cervantes, amiga de los tiempos de Yoescribo, que escribió una magnífica reseña.
Como Montse Martín, que escribió una reseña que me llegó al alma y que me tira de las ojeras cada vez que dudo de la calidad de la novela. Montse me dijo el otro día la frase probablemente más bonita: "Tú puedes pensar de tu novela lo que quieras, pero de mí no pienses que soy tonta, porque a mí me encantó.”
 Como Nyra Parra, que escribió una reseña, también emotiva, en la que incluyó fotografías de los posibles protagonistas de la película.
Como El bibliófilo enmascarado, otra persona a la que no conocía y que sin embargo realizó una crítica ecuánime y certera.
Como Jesúsde las Heras, que la leyó con criterio de conocedor del tema y la reseñó de la misma manera.
Como Tatty, de El Universo de los libros, que la leyó porque también le atrae el tema, y escribió una reseña digna de enmarcar.
O como PaulAndreas Wunderlinch, un gran amante del objetivismo de Ayn Rand (la autora de “El manantial”), que encontró en la novela aspectos que incluso a mí me habían pasado desapercibidos en el momento de escribirlos.
Pinchando en el nombre de cada uno de ellos, podréis acceder a la reseña que hicieron de la novela.
“El hombre de Grafeneck” ha comenzado su andadura de la mano de Tagus, cuya responsable creyó en la novela y se tomó la molestia de leerla. Hasta dónde llegue, sólo el tiempo lo dirá. Al final, es únicamente el tiempo el que coloca a cada cosa en su lugar.
A todas aquellas personas que dedicaron parte de su tiempo a conocer mi novela, a conocerme a mí, les dedico esta entrada. Gracias de todo corazón.
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