Han pasado ya dos semanas desde la salida de mi novela “El
hombre de Grafeneck”, publicada por Tagus, el nuevo sello independiente de Casa
del Libro, que a su vez depende del Grupo Planeta. ¡Dos semanas ya! Y dos
semanas sólo. Parece que el tiempo transcurre de otra manera en la era digital.
Apenas dos semanas, y ya me apetece hacer balance de la experiencia, contar mis
impresiones, como escritor novel que soy, en un sello novel en un nuevo entorno
del mundo editorial que, por qué no decirlo, también tiene algo de novel.
Uno escribe para que le lean, o al menos es esa la premisa
de la que he partido siempre. ¿Qué sentido tiene transmitir las propias
inquietudes al papel, si no es compartirlas con los demás? Partiendo de esa
base, hay varios caminos para intentar conseguir algo que debería ser sencillo
y que para todo aquel que comienza a escribir es sin embargo el escollo
principal: conseguir que le lean. Así de simple. Así de duro.
¿Por qué ocurre
esto, cuando precisamente lo que hoy sobran son medios para leer más y mejor,
para conocer la obra de alguien justo cuando acaba de teclear la palabra fin?
La respuesta es sencilla: leer supone dedicarle tiempo a alguien. Y dedicar
tiempo a alguien, en un mundo en el que hoy en día todos nos creemos su
ombligo, es algo muy raro. Una vez que alguien, por alguna extraña razón, se
decide a ello, ¿por qué se lo va a dedicar a un desconocido, cuando existen
tantos escritores consagrados, valores seguros, obras de las que todo el mundo
habla, y que por tanto, tienen que estar bien?
Esa es la clave, y no creo que haya otra. El tiempo que cada
uno de nosotros, como lectores, estemos dispuestos a dedicarle a los demás, a
alguien que empieza, a alguien que probablemente escriba como los ángeles, pero
que no sabe vender su trabajo. A alguien que tiene mucho que decir, pero al que
nadie está dispuesto a escuchar porque no es más que un desconocido.
¿Cuál es el camino para hacerse ver en el mar de escritores
que empieza? Creo que está claro que el de enviar el manuscrito sin más a
editoriales y agentes está quemado, que hoy en día no sirve absolutamente para
nada. En un mundo en crisis, las editoriales no dedican un minuto a leer todo
lo que les llega, que es mucho, y apuestan por lo seguro. Lo mismo ocurre con
los agentes, una figura que gracias a las nuevas tecnologías, o a causa de
ellas, se encuentra en peligro de extinción, y se defiende como gato panza
arriba apostando por los autores que mantiene en cartera que todavía venden con
sólo nombrarlos.
Surge entonces un buen día la vía alternativa:
la autopublicación en Amazon. Es sencillo, es gratuito, ¿qué más se puede
pedir? Los autores suben sus novelas. Cualquiera puede subir lo que sea, lo que
resulta a la vez una bendición y una maldición, porque lo mismo se pueden
encontrar en Amazon joyas que verdaderos bodrios.
¿Quién decide si una obra es
buena o no en Amazon? Aparentemente, el lector. Se dijo por activa y por pasiva
“ahora es el lector el que tiene la sartén por el mango. La imposición de las
grandes editoriales ha muerto. ¡Viva el lector independiente!”. El problema es
que el lector se deja llevar muchas veces también por las listas, las famosas
listas de ventas. Tan es así, que las listas deciden, que una prestigiosa
editorial decidió un buen día fichar a los que estaban más arriba de las
mismas, autores de éxito, con buenos productos, lo reconozco, pero no mucho
mejores que otros muchos que pueblan la jungla de Amazon sin aparecer en las
listas, porque no saben hacer publicidad de sí mismos o porque han colgado su
novela “para ver qué pasa”.
La clave, vuelvo a repetir, no está en amazon, ni en las
editoriales al uso, ni en nada de eso. La clave, el único camino para darse a
conocer es conseguir que alguien se fije en lo que escribes. Alguien con
criterio, con tiempo que dedicarte, con experiencia de lector, que no se
consigue de otra manera que leyendo. Es la única manera.
Yo tuve la suerte, la inmensa suerte, de que mi novela fuera
leída por el jurado de un concurso de novela histórica, valorada, elevada a la lista
de los ganadores de ese concurso. Esa es la tercera vía, que casi nadie ha
tenido nunca en cuenta, de la que casi nadie habla: la de los concursos. ¿Por
qué se infravalora esta vía? Supongo que porque cuando alguien envía una obra
suya a un concurso, y no gana, surge el desánimo, la sospecha de que realmente
no se escribe tan bien como uno piensa. Se envía la segunda, y tampoco gana, y
una tercera…Pero llega un momento en el que ya no se envían más. Ese es el
error. El no ganar en uno, en diez, en cien concursos, no significa que uno
escriba mal. Lo único que significa es que en ese concurso en concreto
probablemente ni se hayan tomado la molestia de leerlo. Pero hay que seguir
enviando manuscritos a concursos. En mi caso ha funcionado.
La editora de Tagus me telefoneó una mañana. Una llamada que
jamás olvidaré, diciéndome que representaba al Grupo Planeta y que estaban interesados
en la publicación de “El hombre de Grafeneck”. Ahí empezó todo. En un momento
de la conversación me dijo que ella misma se había leído la novela, y que le
había gustado. Recuerdo que durante toda la conversación, en la que creo que estuve
un poco frío porque no me acababa de creer lo que me estaba ocurriendo, la idea
que se ancló más profundamente en mi cabeza fue, precisamente, que aquella
editora, perteneciente a uno de los más importantes grupos editoriales del
mundo, se había tomado la molestia de leer mi novela, es decir, me había
dedicado, a mí, escritor novel, una buena parte de su precioso tiempo.
Conozco a algunos reticentes a entablar relaciones con
Tagus. Es un sello nuevo, con una andadura incierta, en un mundo actualmente
revuelto, con un contrato más o menos vinculante… Bien, es una opción tan
respetable como otra cualquiera. La publicación en Amazon también lo es, por
supuesto. Bajo mi punto de vista, cualquier medio destinado a que alguien nos
conozca, nos lea, nos valore y se tome la molestia de publicarnos, o de decirle
a sus amigos que no escribimos del todo mal, es lícito de tomar. Yo no fiché
por Tagus por otra razón que no fuera que su máximo responsable había creído en
el potencial de la novela. Y además me había dedicado parte de su tiempo
leyéndola, y eso es algo, esa es la clave, por la que le estaré siempre
agradecido.
Del mismo modo que estaré siempre agradecido a todas
aquellas personas que leyeron la novela, que perdieron parte de su tiempo conmigo, y en especial a las que se tomaron además la
molestia de reseñarlas,
como Blanca Miosi, la primera persona que la leyó, se
tomó la molestia de corregir el sin fin de errores que tenía en su primera
versión, y sobre todo, creyó en ella, porque es un tema que le entusiasma como
a mí.
Como Lidia Cervantes, amiga de los tiempos de Yoescribo, que escribió una
magnífica reseña.
Como Montse Martín, que escribió una reseña que me llegó al
alma y que me tira de las ojeras cada vez que dudo de la calidad de la novela.
Montse me dijo el otro día la frase probablemente más bonita: "Tú puedes pensar de tu novela lo que quieras, pero de mí no
pienses que soy tonta, porque a mí me encantó.”
Como Nyra Parra, que escribió
una reseña, también emotiva, en la que incluyó fotografías de los posibles
protagonistas de la película.
Como El bibliófilo enmascarado, otra persona a la
que no conocía y que sin embargo realizó una crítica ecuánime y certera.
Como Jesúsde las Heras, que la leyó con criterio de conocedor del tema y la reseñó de la
misma manera.
Como Tatty, de El Universo de los libros, que la leyó porque
también le atrae el tema, y escribió una reseña digna de enmarcar.
O como PaulAndreas Wunderlinch, un gran amante del objetivismo de Ayn Rand (la autora de “El
manantial”), que encontró en la novela aspectos que incluso a mí me habían
pasado desapercibidos en el momento de escribirlos.
Pinchando en el nombre de
cada uno de ellos, podréis acceder a la reseña que hicieron de la novela.
“El hombre de Grafeneck” ha comenzado
su andadura de la mano de Tagus, cuya responsable creyó en la novela y se tomó
la molestia de leerla. Hasta dónde llegue, sólo el tiempo lo dirá. Al final, es
únicamente el tiempo el que coloca a cada cosa en su lugar.
A todas aquellas personas que
dedicaron parte de su tiempo a conocer mi novela, a conocerme a mí, les dedico esta entrada.
Gracias de todo corazón.
ENTREVISTAS
“EL HOMBRE DE GRAFENECK” EN CASA DEL LIBRO
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