sábado, 29 de agosto de 2020

Flamenco para recordar. Fútbol para olvidar



Se llama Paco Mora. Yo no conocía hasta ayer a este hombre. Apareció durante dos o tres minutos en el Telediario de la tarde. Nació en 1973 en Málaga, y comenzó su formación como bailarín de flamenco de la mano de Carmen Fernanda y de Mario Maya, entre otros. Con 24 años crea su compañía, “Jabera”, y estrena “Lorca baila” en el 97 en Casa Patas. En 1999 estrena “Carmen”, que recorre Sudamérica y recala tres meses en el teatro Nuevo Apolo. A partir de ahí su carrera destaca en el mundo del flamenco, con innumerables galardones y reconocimiento de su arte por todo el mundo.

En 2016 abandona su carrera debido a que a su madre, Carmen, una malagueña de 86 años que siempre quiso bailar, le diagnosticaron Alzheimer. Paco colgó los zapatos para atenderla a tiempo completo. Pero no se limitó a levantarla, lavarla y peinarla. Hizo varios cursos relacionados con la enfermedad, entre los que se incluye uno de musicoterapia. Encontró a través del flamenco y la música un nuevo canal de comunicación que había perdido por culpa del Alzheimer. Puso en marcha un proyecto, “Flamenco para recordar, coplas de un recuerdo”, en centros de día y asistenciales, con otras personas como su madre, con Carmen como una especie de delegada de curso en cada una de sus clases. Carmen baila ahora, y la enfermedad, aunque sigue ahí, se desarrolla de una forma mucho más lenta. Podéis encontrar más información en este enlace:

https://www.uppers.es/salud-bienestar/terapia-y-psicologia/Paco-Mora-flamenco-para-recordar-alzheimer-madre_18_2839995227.html

Y el tráiler del documental “En mis zapatos”, que a mi madre y a mí nos puso la carne de gallina, lo podéis disfrutar aquí:

https://www.youtube.com/watch?v=-ylw8uHYsw4&vl=es-ES

Como decía en el principio de la entrada, esta noticia duró dos o tres minutos en el informativo de la tarde.

Después de ver esto, tanto mi madre como yo no pudimos evitar emocionarnos. Historias como la de Paco Mora son las que te hacen reflexionar en lo grande que puede llegar a ser el ser humano, y es inevitable solidarizarse de inmediato tanto con ese hombre, con ese gigante, como con su madre, Carmen, a la que impidieron bailar cuando era joven y que ha conseguido su sueño gracias a la capacidad, la generosidad y la grandeza humana de su hijo.

Creo que esa historia, y otras muchas como ella, deberían ocupar la mayor parte de los informativos. La otra cara de la moneda surgió de repente, de golpe, casi a continuación, con el inevitable culebrón de la marcha de Messi del Barcelona.

No voy a meterme con el tema de Messi, porque no soy aficionado al fútbol y no puedo comprender que las pasiones desatadas por la marcha de un multimillonario que se ha dedicado durante toda su vida a darle patadas a una pelota provoquen disturbios, linchamientos públicos del presidente del club y análisis diarios de la situación de un personaje al que, lo siento, no me imagino abandonando su carrera por nadie para realizar un gesto tan altruista como el de Paco Mora.

No, no voy a meterme con Messi, pero sí quiero hacer hincapié en la brutal diferencia que los medios le dedican a ese tema si lo comparamos con el tema de Paco Mora, mucho más interesante bajo mi punto de vista que el otro. En apenas dos minutos todos los que lo vimos, que seguro que fuimos pocos, nos enamoramos hasta la médula de Carmen y de su arte al bailar. ¿Ocurre eso mismo ante la noticia de la marcha de Messi del Barsa? Probablemente para sus seguidores más incondicionales sí, no lo sé, pero en cualquier caso dudo que provoque los mismos sentimientos que la otra noticia.

Se trata de una cuestión de estadísticas, de audiencias, de intereses que se nos escapan a los que cada vez estamos más hartos de unos medios que no le aportan absolutamente nada al sentido de la ética, de la empatía, de la solidaridad. Se limitan a darle bombo y platillo, de una forma machacona, a noticias que lo único que provocan es enfado, controversia, fanatismo y discusiones bizantinas que jamás llegan a buen puerto. Prefieren jalear a la masa, y sobre todo alarmarla, provocar miedo, pero se me escapa la razón de esa actitud, de esa forma de actuar, como no sea la de convertir a las personas en esos objetos sin sentimientos que ya aparecían en “1984” de Orwell, o en “Un mundo feliz” de Huxley. Cada día que pasa estamos más cerca de esas aparentes utopías que hoy día están de plena actualidad. O peor aún, estamos convirtiendo en cuentos de hadas los planteamientos de “Black mirror”.

No se trata de comparar una noticia con la otra, sino de analizar el tiempo dedicado a una y otra en los informativos de televisión. Simplemente eso. Reflexionemos un poco y valoremos un poco más a qué le queremos dedicar tanto nuestro tiempo como nuestro criterio a la hora de elegir programación.