viernes, 22 de octubre de 2021

El amigo MAGRITTE (THYSSEN)



Lo primero que nos sorprendió cuando visitamos la casa de Magrite en Jette, un barrio en la periferia de Bruselas, fue lo complicado que era llegar al lugar en cuestión. Preguntamos de hecho a varias personas, a menos de cincuenta metros de la casa, y ninguno supo decirnos dónde se encontraba. Después de deambular un rato, y tirar de Google y sus indicaciones, conseguimos llegar por fin. No existen en esa casa signos externos de lo que contiene su interior. De hecho llamamos al timbre no muy convencidos de que efectivamente fuera esa la casa en la que Magritte vivió y pintó durante gran parte de su vida. La puerta se abrió, para dar paso a la segunda sorpresa: varias personas, colocadas en fila en el pasillo de la entrada con carpetas en sus manos, nos miraban con una sonrisa. Eran de edades muy diferentes, hombres y mujeres. Un anciano muy amable, alto y delgado, preguntó “¿español?”. Le dijimos que sí, y se presentó afable como nuestro guía por la vivienda.

Comenzó así, de tan extraña manera, una de las visitas más agradables que recuerdo al hogar de un artista. Me encanta deambular por los lugares en los que alguien se ha dedicado a crear una obra interesante (algún día hablaré de la visita a la casa de Dickens en Londres, otro lugar mágico). Nuestro guía, que hablaba español porque había pasado varias temporadas en nuestro país, nos explicaba encantado lo que nos íbamos a encontrar en cada sala, y después nos esperaba tranquilamente a que hiciéramos las fotografías que quisiéramos y visitáramos la habitación a nuestro ritmo. Estuvimos más de una hora en el lugar, disfrutando del taller, del jardín y del entorno general, que nada tenía que ver ni con el barrio donde se situaba la casa ni con la gente que lo habitaba. Un islote mágico, como esas rocas levitantes que solía pintar el artista.

No voy a contar la vida del pintor belga. Existen innumerables libros y estudios sobre la vida y la obra de este hombre que pintaba con traje y al que le gustaba ponerse un bombín y autorretratarse. Pero sus autorretratos no lo son al uso. Como he podido leer en uno de los carteles de la exposición, “con ellos no pretende, como otros pintores, estudiar su propia fisonomía ni menos aún contarnos su vida. Lo que le interesa es presentarnos la figura del artista como mago, dotado de superpoderes. El concepto de mago es aquí deliberadamente ambiguo: ¿se trata de un hechicero capaz de auténticos prodigios, o de un prestidigitador con un repertorio de trucos? A diferencia de André Bretón y otros surrealistas, Magritte sugiere en sus autorretratos una actitud irónica hacia el mito del genio creador”.

Esa ironía se encuentra también en sus películas, que se pueden ver, junto a una colección muy curiosa de fotografías, y de forma totalmente gratuita, en la sala pequeña situada en la planta alta del museo, una sala a la que se puede acceder sin pasar por taquilla. Las películas, rodadas en super ocho, mudas, muestran un Magritte jovial, rodeado de amigos y esposa, haciendo casi siempre payasadas y disfrazándose continuamente. Si vais a la exposición no dejéis de ver estas películas, os harán pasar un buen rato.

Entre las fotografías, destacan las dedicadas a la guapísima Georgette, su esposa, que aparece siempre con una expresión muy sugerente, muy diferente a otra musa del surrealismo, probablemente más problemática. Me refiero a Gala Dalí. Viendo las fotos de Georgette, con esa expresión angelical, no he podido evitar pensar en el contraste que supone la otra. Además de esas fotografías, me han gustado algunas en las que se veía a Magritte pintando con traje y corbata. Dudo si ese era su uniforme oficial para crear, pero viendo sus obras, sus películas y su trayectoria, la verdad es que no me sorprendería nada.

La exposición es mucho más que interesante. Creía conocer bastante bien el grueso de la obra de Magritte. Como ya he dicho antes, visité su casa museo en Bruselas, el museo Magritte propiamente dicho en la misma ciudad (visita imprescindible9, y algunas exposiciones antológicas en Madrid y otras ciudades- Es un pintor cuya obra siempre me ha atraído mucho por varias razones, entre las que destacan su desbordada imaginación, su limpieza a la hora de pintar (he llegado a pensar que esa limpieza, y la denominada “línea clara” de los comics son productos endémicos de Bélgica que no se repiten en ningún otro lugar con tanta fuerza), y sus temas, que entroncan directamente con el mundo de los sueños. Ese cuadro suyo con dos personas que se besan con las cabezas envueltas en paños blancos me ha atraído siempre con mucha fuerza, sin que sepa explicar muy bien el por qué. Creía conocer, como ya he dicho, la obra de Magritte casi al completo, pero hay algo por lo que destaca mucho la exposición organizada por el Thyssen: el gran número de obras pertenecientes a colecciones privadas, algunas de las cuales tan exclusivas que ni siquiera se pueden fotografiar. Las muestras que aparecen en esta entrada son fotografías personales de obras de Magritte que no conocía, y que me han sorprendido mucho por su belleza.

La exposición, como siempre perfectamente organizada, se divide en temas, con un trazado y un recorrido que permite conocer más o menos cronológicamente la obra de este singular creador. El catálogo, muy interesante, no se limita a recopilar sin más obras del pintor que ni siquiera se muestran en la exposición. No, es muy riguroso y recoge todo lo que se muestra y algo más.

Una exposición que sin duda hay que visitar.