sábado, 9 de noviembre de 2019

La niebla. Mañana toca votar

Seguro que os ha pasado a todos más de una vez. Llegas a casa cansado del trabajo, te sientas en el sofá, y enciendes la televisión, dispuesto a tragarte lo que te pongan, sin demasiadas pretensiones. Haces zapping con el mando, empezando por tu canal favorito. Vaya, están echando algo que no te gusta. Sigues buscando... Y te encuentras con una película. Paras un momento. Tiene buena pinta. Vamos a analizar lo más importante: das al botón de la GUÍA (GUIDE en el mando. Dios mío, ¿cómo podíamos ser felices con aquellas televisiones de antaño en las que el mando tenía casi solamente el botón de encendido y apagado?), y compruebas que hace pocos minutos que ha empezado, y que acaba poco antes de tu hora de ir a la cama.

Así que empiezas a verla. Se trata de "La niebla", basada en una novela de Stephen King. Partamos de la base de que jamás he leído nada de este señor, pero reconozco que hay muchas películas basadas en sus libros que para mí se han convertido en iconos del cine ("Carrie", "El resplandor" y "Cadena perpetua" son las que me vienen ahora a la cabeza).

La película narra una sencilla historia de terror. Una niebla cae de repente en una de esas localidades perdidas de EEUU, y en su interior moran extraños seres venidos de otro mundo que se dedican a cepillarse a todo aquel que se atreva a internarse en la niebla. Los clientes de un supermercado se ven atrapados en su interior, sin poder salir al exterior. Y es ahí precisamente, en esa claustrofóbica situación, donde surge lo que me ha inspirado esta entrada. El argumento no puede ser más simple. No puedes salir a la niebla porque algo desconocido te va a matar.

Ante esta situación de incertidumbre surge de entre los clientes una mujer que tiene la explicación adecuada a todo lo que está pasando: Dios está castigando a la humanidad por los pecados que ha cometido. En ese momento, en ese lugar, se está desarrollando según ella nada más y nada menos que el Apocalipsis. Al principio, todo el mundo se ríe de este personaje. No se le presta atención, sencillamente. Una señora mayor le tira un manojo de verduras para que se calle, y todo el mundo se ríe. Pero a medida que pasa el tiempo, asistimos al hecho de que esta mujer (magistralmente interpretada por Marcia Gay Harden, que en la fotografía aparece enarbolando su dedo acusador contra alguien) va ganando acólitos casi a la chita callando. Y claro, eso es lo que me dio qué pensar. El número de acólitos de esta iluminada va creciendo, sin que el espectador se dé cuenta, a medida que crecen el aislamiento, el miedo a lo desconocido, la incertidumbre y la incapacidad de todo el mundo para saber qué les depara el futuro. Somos seres humanos y tememos a lo desconocido.


El segundo personaje que me pareció interesante está interpretado por William Sadler, un secundario de lujo que también salía en la mencionada "Cadena perpetua". Es un tipo de carácter, fuerte, bragado, baqueteado por la vida, que forma parte sin dudarlo del grupo de clientes del supermercado que salen a la niebla para tratar de entender lo que está ocurriendo. Comentar que al principio también se mea de la risa ante las catastróficas proclamas de la iluminada, y que es de los que más trabajan para convertir el supermercado en una improvisada fortaleza contra los ataques de los seres de la niebla.


Pues bien: este personaje, al enfrentarse al horror que se oculta en la niebla (no quiero hacer spoiler, pero desde luego el horror al que se enfrenta el comando es verdaderamente terrorífico), sufre una terrible transformación, y de ser un hombre valiente, fuerte y comprometido con la causa, pasa a estar completamente dominado por el miedo.

¿Qué ocurre entonces? que ese hombre empieza a escuchar, y sobre todo a creer, los mensajes apocalípticos que está emitiendo la iluminada. Y no sólo eso. Su terror y el desquiciado cambio de su cerebro le empujan a convertirse en uno de los brazos armados del nuevo grupo.

¿Y qué hace el nuevo grupo? Muy sencillo: al no entender lo que está ocurriendo en la niebla, al no tratar de arreglarlo, y sobre todo, al asimilarlo como un castigo divino, se dedican en cuerpo y alma a buscar en el interior del supermercado culpables de lo que está ocurriendo fuera del mismo. De hecho, encuentran uno rápidamente, y lo arrojan a la niebla, como en una especie de metáfora de sacrificio humano que sea capaz de calmar a los horrores externos.


Y ahora ha llegado el momento de reflexionar. Fijaos en el subtítulo que figura en el cartel de la película. "El miedo lo cambia todo". Me pregunto si en estos momentos no nos estará ocurriendo lo mismo que a los clientes de ese supermercado dejado de la mano de Dios.


¿No nos estaremos dejando llevar por el miedo en cada uno de los actos de nuestra vida, incluido el pensamiento político? ¿No estaremos consintiendo, con esas cortinas de humo políticas que nos invaden, que se banalicen y se evite dar una solución a los problemas realmente importantes que nos acucian?

Creo que nos estamos convirtiendo en una sociedad cobarde, como la que va surgiendo en el supermercado al amparo de la iluminada. El miedo nos empuja a buscar un culpable del mismo, y cada uno de nuestros políticos ha encontrado el suyo. La derecha tiene al inmigrante (condeno desde aquí a la apología que ha empujado a unos cuantos descerebrados a atacar a los menores del centro de menores de Hortaleza), los políticos catalanes al Estado Español que los oprime, la izquierda a esa derechona de siempre con sus privilegios y su corrupción... Empiezan a surgir incluso los brazos armados de uno y otro bando, cuyo personaje emblema en la película es ese William Sadler que se ha enfrentado el horror y ha perdido la cabeza por un ataque de pánico. En nuestro caso representados por bandas de jóvenes que son capaces de eliminar sin pestañear a sus enemigos fascistas, perroflautas, inmigrantes, pijos o progres. Son personas instaladas en un odio que procede del miedo, del prejuicio a lo desconocido, de la cobardía de unos políticos que no tienen ni idea de resolver los problemas, pero qué saben perfectamente jalear a sus bases para que se maten por ellos, en un alarde de soberbia y de control mental que no debería darse en un país supuestamente moderno y democrático. 

Y lo más grave y surrealista, además, es que estos jóvenes, y muchas personas mayores que si pudieran también acabarían aniquilando a los que piensan de forma diferente a ellos, se han instalado en el odio, pasando por el miedo, sin ni siquiera haberse enfrentado a un horror tan real como el que ha vivido en sus carnes el bueno de William Sadler.

No he escuchado a nadie en esta campaña hablar de los verdaderos problemas que nos afectan. Del paro, del éxodo brutal de jóvenes sobradamente preparados a otros países, del tercermundismo y la corrupción en nuestras exportaciones e importaciones (resulta ridículo y grotesco que importemos productos extranjeros de peor calidad teniendo la huerta que tenemos), de los recortes brutales a la sanidad, la investigación, las infraestructuras, del ingente coste de los gobiernos autonómicos, de la corrupción a todos los niveles, de la impunidad de bancos, instituciones y organismos que hacen y deshacen en opacas operaciones financieras, de la impunidad de empresas que se libran de sus impagos sistemáticos cambiando de nombre... Nadie habla de esto, porque tampoco nadie se encarga de denunciarlo. Parece mentira que en la mal llamada "Era de la comunicación" los medios estén tan politizados y tan mediatizados siempre con las mismas tonterías. Antes existían revistas que denunciaban todo este tipo de cosas, pero han sido borradas de un plumazo por medios sometidos a un poder que se nos escapa a los simples mortales.

Sí, tenemos un montón de problemas, pero para muchos, que por cierto se presentan mañana, lo prioritario era sacar de su agujero a un dictador al que fuimos incapaces de neutralizar en vida, o culpar a los inmigrantes de todos nuestros males.

Estamos igual que los clientes de ese supermercado norteamericano, pero con una diferencia muy importante: los horrores que se esconden en la niebla son reales en la película. Nosotros nos lo hemos inventado solitos.

Te propongo que mañana dejes en tu casa tu mochila de prejuicios, miedos e incertidumbres, que adoptes una actitud valiente y tolerante, y que vayas a votar. Buena suerte.