sábado, 26 de diciembre de 2020

Nochebuena

 

Con un año tan horrible como el que hemos tenido, la verdad es que el espíritu navideño se había disipado por completo de mi cabeza. No le veía ningún sentido a disfrutar de las luces, los paseos por los lugares emblemáticos de Madrid, los encuentros navideños con familia y amigos… A esto último no sólo no le veía sentido, sino que, con lo que tenemos encima, le veo precisamente más sentido a no reunirse con nadie, porque el amor, el encuentro, los abrazos y los besos, y esos “Vuelve a casa por navidad” este año pueden ser letales, y se demuestra mucho más amor no viendo a tus seres queridos, que reuniéndote con ellos. Ya habrá tiempo y ocasión para volver a las tradiciones cuando la pandemia esté por fin controlada, que ahora precisamente no lo está en absoluto, aunque empiezan a verse luces al final del camino.

Estando así las cosas, una de las tradiciones que he seguido otros años, la de enviar mensajes de felicitación, la había descartado por completo, hasta que, lógicamente, empecé a recibirlos de personas más o menos cercanas, pero siempre queridas y apreciadas. Al leerlos, me di cuenta de que me apetecía saber de otras personas, de las que he tenido noticias de forma esporádica durante la pandemia por mensajes que nos hemos ido enviando simplemente para saber si todo iba bien, si habíamos tenido algún problema, etc. La cuestión, pues, no era enviar ese mensaje navideño rutinario, sino saber de esa persona, saber si seguía bien él o ella, y su familia. Creo que nunca he encontrado más valor a la felicitación navideña que este año precisamente, en el que la Navidad, para mí, ha pasado a un plano mucho menos importante que el que ha tenido en otras ocasiones.

Puesto a ello, estuve gran parte de la tarde del día 24 enviando y recibiendo mensajes. Por suerte, todas las personas a las que he saludado y me han contestado siguen bien, ellos y sus familias, lo que ya de por sí me alegró bastante la tarde y la noche.

Una de esas personas contestó de una manera muy especial a mi mensaje. Se trata de una chica, llamémosla Isabel (no se llama así, pero la llamaremos Isabel por razones de seguridad) que estuvo trabajando conmigo en Murcia, en una de las mejores épocas de mi vida, en un equipo en el que éramos muy pocos, seis personas, pero muy bien compenetrados, tanto en lo personal como en lo profesional. Isabel era amable, siempre sonriente, trabajadora, simpática, y sobre todo muy, muy buena persona. Por aquella época estaba con una relación, y cuando ya lo tenían todo preparado para casarse, con el salón, las invitaciones enviadas y toda la parafernalia que conlleva preparar una boda, su novio voló, dejando a Isabel hecha polvo. Poco después de aquello yo me tuve que volver a Madrid de manera urgente por las razones que todos mis conocidos saben (por si alguno de los que leen este blog no lo sabe, mi mujer enfermó de cáncer), y le perdí la pista a Isabel y al resto del equipo, aunque siempre he sabido más o menos de ellos comunicándome de vez en cuando.

Isabel contestó a mi mensaje del otro día. Por sus palabras, deduje que seguía siendo la misma persona de siempre. Amable, simpática, sonriente, y sobre todo, buena persona. Tras dos o tres mensajes, me envió la foto de su hija, Estrella (este sí es el nombre real), una niña preciosa, que ahora tiene dos años. Mirando de cerca los ojos de esa niña, su sonrisa, ese aspecto de muñeca que tiene mucho de Isabel, sentí algo que me dijo que esa niña era el regalo del destino para Isabel. Estrella era la razón, el fin, el resultado de todo lo que le había ocurrido a su madre. Ese novio que había volado tenía que volar, por fuerza, porque por alguna razón que se nos escapaba a todos en ese momento, no era la persona adecuada para Isabel. Esa tristeza que sin duda tuvo mi compañera no era más que los preliminares de la felicidad que tiene ahora, encarnada en esa niña que, sin duda, es la mejor obra que Isabel habrá hecho en su vida. Recuerdo que en alguna ocasión, cuando ella estaba destrozada porque aquel chico la había abandonado por un ataque de pánico ante la boda que se le venía encima (siempre he supuesto que fue por eso, aunque igual era por otra razón que ni sé, ni me imagino, ni me importa), yo le decía “probablemente es lo mejor que te ha podido pasar, porque esa no era la persona adecuada para ti”, y el tiempo nos ha dado la razón, porque ahora, viendo a esa niña, me doy cuenta de que Isabel conoció más tarde a la persona adecuada para tener un regalo como la hija que ha tenido.

Estuve charlando en Nochebuena por wasap con Isabel hasta que ya no podía mantenerme despierto. En esa conversación, Isabel me dijo una cosa sobre mí que me encantó. Probablemente lo más bonito que me han dicho en mi vida, que no pongo aquí porque parecería presuntuoso, y porque seguramente tampoco es verdad, por muy orgulloso que estuviera si yo fuera realmente como ella me dijo que me veía, aunque sólo fuera en una pequeña parte. Si es cierto que no somos lo que creemos que somos, sino la forma en que de verdad nos ven los demás, me doy por muy contento con lo que me dijo Isabel.

Y eso me llevó a otra conclusión. He estado en proyectos muy importantes en mi vida. Unos cuantos emblemáticos, como la Torre Repsol, la sede del BBVA en las Tablas (sí, la tapa de inodoro…) o el Hotel AC Oblatas en Santiago de Compostela. Otros no tan emblemáticos pero complicados, como el Portón de los Jerónimos en Murcia. Otros modestos, como muchos bloques de viviendas desperdigados por Madrid, Getafe, Leganés, o Guadalajara, y reformas en lugares bellísimos como el Palacio de los Serrano, en Ávila. He tocado también la logística en un proyecto muy interesante en Illescas, que me sirvió para desarrollar una rama de la edificación que no había tocado hasta ahora. Todos esos edificios son importantísimos para mí, porque en todos ellos he sufrido, he reído, he llorado y hasta he amado (no en ellos, sino mientras estaba trabajando en ellos, no seáis mal pensados), y guardo de ellos un recuerdo en lo profesional y en lo humano increíble, hasta el punto de que siempre he tenido la sensación de que no he trabajado, porque estaba haciendo lo que me gustaba, que era construir, ver levantarse una obra desde los cimientos hasta la cubierta.

Siempre he pensado eso, pero el otro día, viendo la cara de Estrella, la cara de Isabel, me di cuenta de que lo bonito, lo grande, además de haber estado en esos proyectos, es haber conocido a toda la gente especial que he conocido a lo largo de mi trayectoria. Personas importantes en mi vida, muchos de ellos anteriormente jefes y ahora amigos, muchos compañeros abnegados, dispuestos siempre a echar una mano, codo con codo siempre, con sus problemas, sus tristezas, sus alegrías, y sobre todo sus grandezas como personas y como profesionales. Muchos de ellos compañeros, otros clientes, incluso rivales en el terreno profesional, pero todos ellos grandes personas, y ahora buenos amigos. A muchos les saludé la otra noche, y les seguiré saludando sin duda, porque han conformado gran parte de mi vida profesional, pero sobre todo, humana.

Muchas gracias, Isabel, por ser como eres, y por haber finalizado, con nota, una obra tan importante y bonita como Estrella. Es un honor y un placer conocerte y haber trabajado contigo

domingo, 13 de diciembre de 2020

BREXIT, UNA GUERRA INCIVIL. ¿LA MUERTE DE LA DEMOCRACIA?

 


Se trata de una película protagonizada por Benedict Cumberbatch en el papel de Dominic Cummings, el artífice de la victoria del NO a Europa en el referéndum que se hizo en 2016 en Gran Bretaña. En el menú de Movistar aparece como comedia, pero no os dejéis engañar, lo único que tiene de comedia, si acaso, son las patochadas de Boris Johnson.

Veamos los precedentes: Cameron, en su campaña, le prometió a una “chusma que alguien había azuzado contra él” (palabras de Douglas Carswell, diputado del UKIP, en la película) que si ganaba, cosa que ni él mismo se creía que sucedería, convocaría un referéndum para preguntarle a la población si querían seguir o no en Europa. Ganó, y no le quedó más remedio que convocar un referendum.

Cameron y los suyos veían la cosa muy clara. Con un mínimo esfuerzo, iban a conseguir que la población votara seguir en Europa apelando al espíritu económico, a la fortaleza que daba estar en bloque en la Unión, a la solidaridad y al trabajo. Primer error: basar su estrategia en lo de siempre. Mítines, pegada de carteles, encuestas, programas en la televisión, artículos de opinión en los periódicos… Obviaron, o no tuvieron en cuenta, por ignorancia y sobre todo por prepotencia, el tremendo poder que hoy en día tienen las redes sociales.

La intervención de Zack Massingham, presidente de AGGREGATEIQ magistralmente interpretado por el actor Kyle Soller, supone todo un máster para entender el poder de las redes sociales en todo esto. La cosa es sencilla cuando él la explica: dos mil millones de personas se meten doce veces al día para compartir con otros sus sueños, sus pesadillas, lo que comen, lo que piensan, lo que les impide dormir lo que hacen a cada momento. Todas esas intervenciones forman patrones de conducta, conductas que se solapan y que pueden alimentar un algoritmo. Esos algoritmos sofisticados sirven para realizar un enfoque de la población y saber lo que piensan, para diseñar anuncios y consignas adecuados para ellos. El sistema puede hacer predicciones, y darle a cada persona lo que necesita en cada momento. Es el sistema, no las personas, lo que influye más en la gente.  

De lo que se trata es de captar a la gente que nunca ha votado. A los indignados, a los perezosos, a los desencantados, a los que los políticos, en definitiva, nunca tienen ni han tenido en cuenta. En este sentido es curiosa la visita que Carswell y los suyos hacen a un barrio de Londres empobrecido y triste. Cuando el diputado dice “no conocía este barrio”, alguien le contesta “pues pertenece a tu jurisdicción”. El discurso político es cada vez más memo por culpa de los memos que se alimentan de él. De lo que se trata, en la película y en la realidad, o al menos lo que intentaba Cummings antes de que se le fuera de las manos, era de jalear el si8stema político para que reaccionara, pero al final ese sistema político, anquilosado en sus viejos procedimientos (no se trata de la izquierda contra la derecha, dice Massingham, sino de lo viejo contra lo nuevo), no es capaz de sobreponerse, y todos sabemos lo que sucedió. La salida de Europa ganó por más de un millón de votos.

AGGREGATEIQ hizo llegar a los votantes mil millones de anuncios de enfoque selectivo durante la campaña. Mil millones. ¿Os imagináis?. Esa empresa, junto con Cambridge Analytica, está vinculada al empresario multimillonario Robert Mercer, que luego se convirtió en el mayor donante de la campaña de Trump. Y todos recordamos que Trump ganó las elecciones.


La única buena noticia es que parece que los políticos, aunque a remolque, han tomado buena nota de la estrategia y han empezado a actuar de otra manera muy diferente a la que llevaban haciendo. La consecuencia es el reciente triunfo de Biden en EEUU, la reciente defenestración de Cummings por la nefasta gestión que ha hecho con el asunto del COVID en Inglaterra (una cosa es manipular a los votantes y otra muy diferente gestionar una crisis de salud) que provocará casi con toda seguridad la caída de Boris Johnson, cuyo único mérito político consistió en subirse al carro del abandono de Europa y que esta opción fuera la ganadora, lo que provocó la inminente dimisión de Cameron.

También hay que decir que, además de los algoritmos de las redes, ayudó bastante a que ganara el NO a Europa el discurso xenófobo y nacionalista de una derecha rancia y estúpida, de la que hasta el mismo Cummings quería desmarcarse en todo momento porque no soportaba esa apelación al odio, a la nostalgia de unos tiempos pasados siempre mejores y al rencor contra los inmigrantes. Es esa derecha la que tribaliza a la gente y provoca que una diputada, Jo Cox, fuera asesinada por un exaltado.

Y también, por último, ayuda mucho repartir por todas partes mentiras a las que la gente débil de carácter o perezosa de mente se agarra sin contrastar siquiera. >En ese sentido es graciosa la escena en la que una simpatizante le dice a Boris Johnson “Van a venir a Inglaterra sesenta millones de turcos. Lo pone aquí, en su panfleto”, y es el mismo Boris Johnson quien le aclara “bueno, disculpe, lo que pone es que Turquía tiene sesenta millones de habitantes”. Mentiras como la entrada inminente de Turquía en la UE, ocultaciones de la verdad, como las ayudas que la UE proporciona a todos los países miembros en materia de inmigración o gestión de refugiados (eso ocurre también en España, por cierto), quedan impunes ante la opinión pública porque el partido gobernante es incapaz de explicarle a la población que eso no es así, que no se trata más que de tendenciosas maniobras que apelan a esa nostalgia y a ese odio que no de debería usar en ninguna campaña política, pero que los que querían que el NO a Europa triunfara, y lo consiguieron.


¿Os suena?

Sí, es un poco lo que está ocurriendo también aquí. El mensaje de odio a lo exterior, a ese inmigrante que nos quita el pan de la boca, es el mismo, y se puede ver, incluso hoy mismo, si te metes en las redes y buceas un poco. La apelación a los miles de muertos por el COVID es otra llamada al dolor, que trata de enfocar ese dolor en el responsable que en este momento está gobernando. Pero no, en serio, no nos dejemos llevar por esos mensajes tendenciosos, falsos y mentirosos. Seamos capaces de indagar un poco, de bucear en temas como el famoso de los okupas, cuya única finalidad es meter el miedo a la gente, porque la gente con miedo es más manipulable, no nos dejemos engañar.

El tema del manejo de las redes ya es otro cantar. Los partidos extremistas de este país ya han intentado su jugada, o su jugarreta más bien, en este terreno, pero creo que estamos empezando a verles el plumero, como ya han hecho en EEUU y en otros países. Aquí es verdad que el discurso político sigue siendo memo, estúpido y despreciativo, y que todavía no tiene en cuenta a toda la población, sino sólo a los que piensan como cada una de las opciones, pero si no queremos que este sistema se vaya directamente al carajo, porque la realidad es que es el único sistema válido de convivencia en un país normal, tenemos que votar con criterio, analizando los programas, desenmascarando las mentiras, investigando lo que cada uno dice, si es verdad o no.  No podemos dejarnos llevar por lo que se diga en las redes, porque hay mucha gente falsa en las redes, que ni siquiera existe, es uno de esos algoritmos que crea patrones, y no hay que hacerles caso.

Votar no es un asunto banal, y ese es el problema, y el peligro de la democracia. Tomarse el voto a la ligera es muy peligroso, a corto y a largo plazo. Vale, siempre habrá gente que vota a piñón fijo, a su partido de toda la vida. Siempre habrá señoras que vitan a fulanito “porque es muy guapo”, o “porque tiene carisma”. Siempre habrá personas que voten por miedo a algo, o para contrarrestar el voto del cuñado. No es a esos a quienes hay que tener en cuenta, porque esos no deciden el resultado de las elecciones. Ese resultado se decide por la gente que analiza, que piensa, que reflexiona, y que cada vez que vota se inclina a uno u trol ad en función de lo que le ofrezca cada uno o de lo bien o lo mal que lo hayan hecho los que están. Es para esa gente para la que se necesita en estos momentos un partido serio, consecuente, con ganas de hacer cosas, que no se dedique sistemáticamente a tirar por tierra lo que hace el otro, a derrocar la monarquía o a expulsar a los inmigrantes como hizo la reina Isabel la Católica con los judíos. Señores, hay temas muchísimo más importantes que abordar de una vez por todas, como la educación o la inversión en I+D, por poner un par de ejemplos.

No todo está perdido. No nos rindamos. Recordad que la democracia es el ÚNICO sistema válido, y que ese sistema depende de nosotros. No lo dejemos en manos de las redes, no lo dejemos en manos de incapaces. Vamos a coger las riendas de una vez por todas.