sábado, 21 de marzo de 2020

Prudente temor, patológico terror


Mi amiga Myriam me ha pasado esta mañana un video que me ha dado mucho que pensar. Myriam es una de esas personas con las que tengo el privilegio de mantener una amistad de esas que, aunque por circunstancias se encuentre larvada durante largos periodos de tiempo, surge con fuerza cada vez que nos ponemos de acuerdo. Los dos tenemos una sensibilidad muy parecida con respecto a nuestro entorno, a nuestra gente, a los amigos y al propio concepto de amistad. El caso, decía, es que esta mañana me ha pasado este video, comentándome que la había tranquilizado bastante:


Y es verdad, lo que dice este hombre, además de tener mucho sentido desde el punto de vista científico, aporta mucho con respecto a lo que debería ser nuestro comportamiento durante estos extraños días que estamos viviendo.

La situación nos sobrepasa a todos. Nadie, y repito, NADIE (ni siquiera nuestros mayores, que sonreirían socarronamente diciendo “esto ya lo he vivido yo” si realmente hubiera sido así) se ha encontrado jamás ante una emergencia como esta. El inolvidable “quédense en sus casas” que salía de un vehículo en marcha en la localidad de Benidorm el pasado sábado día 14 de marzo (sí, la alerta nos pilló a mi madre y a mí allí, en una visita de varios días a mis primos Isabel y Miguel, pero eso es otra historia…) se asemejaba vagamente a una escena vista en alguna película de ciencia ficción, pero a nada vivido realmente. Recuerdo al principio a mi madre descolocada, sin saber muy bien qué hacer, hasta que decidimos regresar a Madrid el domingo.

El vídeo de este hombre comienza con el llamamiento a la tranquilidad del presentador. “¿Por qué no nos pone un poco de tranquilidad en todo esto?”. Es importante mantener la calma, y Alfredo Miroli nos habla de los dos tipos de miedo que nos pueden sobrevenir. Por un lado, está el “Prudente temor” (mejor me cuido), y por otro el “Patológico terror”, que viene además acompañado de discriminación. Pero no voy a desvelar más sobre el video. Aunque es un poco largo, os recomiendo que lo veáis, ya que da muchas pautas para prevenirse contra el contagio. Es especialmente interesante también la parte que le dedica a la epidemia de peste que se cebó en Europa en la Edad Media, y en la que por culpa de ese “patológico terror” murieron más de 25.000.000 de personas en lugar de las 200.000 que deberían haber muerto (la causa de ese aumento os va a sobrecoger).

El tema está en lo que significa ese “Prudente temor”. Ayer estuve hablando con mi prima Maise, que trabaja en el 12 de Octubre (mi aplauso de las ocho de hoy ha sido para ella). Tenía miedo, pero era ese miedo prudente que la va a llevar a protegerse. Es como el miedo que tienen los que montan los andamios en las obras de construcción. Una vez me dijo uno de esos montadores “tenemos miedo, pero lo superamos y cumplimos con nuestro trabajo. El que no tiene miedo es el que se cae”. Y ese es el quiz de la cuestión. Creo que todos tenemos que tener en estos días ese “prudente temor”, mantener las indicaciones que se están dando desde las instituciones, no salir de casa, valorar el trabajo de los miles de héroes anónimos que se están jugando la vida, y centrarnos en llevar este problema, vuelvo a repetir que completamente desconocido, de la mejor manera posible.

Pero yo iría incluso un poco más allá: el confinamiento nos ha llevado a una nueva situación que en algunos casos puede producir stress por la falta de costumbre, por el contacto continuo con algún familiar o por esa incertidumbre sobre lo que va a durar en el tiempo. Ese “prudente temor” creo que se puede dedicar a hacer algunas actividades que igual no se nos ha ocurrido realizar antes. Existen multitud de iniciativas de plataformas digitales para aprovechar bien el tiempo. Podemos hacer cosas incluso por los que están enfermos, como escribir cartas anónimas para los que están aislados, preocuparnos de los mayores con menos recursos que están solos en sus casas… Hay multitud de páginas en Internet (no pongo enlaces, pero se pueden buscar sin problemas si es que no os han llegado ya por wasap) que se han centrado en lo que debería ser nuestro caballo de batalla, nuestro objetivo principal, que no es otro que el de arrimar el hombro, empujar todos en la misma dirección para terminar cuanto antes con esta situación.

Los que se han dejado llevar por el “patológico terror” no deberían merecer ni siquiera nuestra atención. Y no me refiero únicamente a los estúpidos que se empeñan en salir a la calle sin protección alguna, en parejas y sin un rumbo fijo, no, ni a los que montan broncas en los supermercados o acaparan productos como si no hubiera un mañana (y algún descerebrado incluso cuelga en Twitter el video de su casa llena hasta el techo de productos). Me refiero también a los que siguen increpando y sembrando el odio con dogmas políticos, culpando a la izquierda de convocar las manifestaciones previas a la crisis, y a la derecha de haber recortado los presupuestos de Sanidad para inyectar a los bancos, lo que provoca la falta de medios. Me refiero a los políticos de otras comunidades que hacen chistes sobre los muertos de Madrid. Me refiero a los que insultan a los responsables visibles de la gestión de la crisis, y a los que en Twitter hacen predicciones apocalípticas anticipando el fin de la especie, y culpando a unas personas a las que les viene muy bien que disminuya el número de seres humanos en el mundo. Me refiero a los descerebrados que piden comida a domicilio y ni siquiera son capaces de tomar la más mínima medida de seguridad con la persona que se la lleva a casa. Me refiero a esos que cogen el coche para pasar el fin de semana a su segunda residencia, sin tomar tampoco la más mínima medida. Me refiero a esos que han estado en lugares de riesgo y lo ocultan, como dice el doctor en su video, y ni siquiera toman las precauciones mínimas. Todas estas personas se han dejado llevar por el terror, y en estos momentos tenemos que ser fuertes para no dejar que sus cantos de sirena nos afecten lo más mínimo en lo que es nuestro objetivo, que es mantener la tranquilidad y arrimar el hombro en la medida de nuestras posibilidades. No hay que prestarles ni un segundo de atención, ni en las redes sociales ni en los medios. Son cobardes a los que lo mejor es despreciar, apartarlos de nuestro lado para siempre.

Hay muertos en esta crisis. Muertos que de momento están aumentando con cifras alarmantes en todo el mundo. Por respeto a esos muertos, por respeto a la vida, debemos centrarnos en tranquilizarnos y en tomar las medidas que debemos tomar para evitar los contagios. Ya habrá tiempo, cuando las aguas se hayan calmado, para pedir explicaciones y ajustar cuentas con los que han preferido dejarse llevar por el “Patológico terror”.

jueves, 5 de marzo de 2020

El mes que, como mujer, viví peligrosamente. EMPATÍA


Aunque parezca mentira, todo ha empezado esta mañana con una conversación en Twitter. Una conversación de esas que merecen la pena, de las que hacen pensar que en Twitter también se puede aprender algo siempre que tengas la mente abierta para aprender, por supuesto. Noelia-ae (@MumBronte, podeis leer su hilo de 4 de marzo de 2020 a las 10:36 pm) contó ayer una historia que le ocurrió en su primer año de carrera, cuando salía a las 21:00 de la universidad y tenía que pasar por una terraza en la que un grupo de chicos la “piropeaba” cada día en un tono subido, de forma cada vez más violenta, provocando que cambiara de ruta atemorizada. Al final sus padres tiraron de conocidos, que les dieron un toque a los chicos y dejaron de molestarla. Estaba leyendo la historia y he empatizado con Noelia hasta tal punto, que me he venido arriba y he contado, en la misma conversación, la historia que viene ahora, que sin tener nada que ver aborda el tema de los “inocentes piropos”:

Fue más o menos durante el verano de 2015. Quería poner en circulación una novela, y conversando con mi novia, y dado que está más que comprobado que existen más lectoras que lectores, decidimos publicarla en Amazon con un nombre femenino (digamos Marisa, por ejemplo), un seudónimo. La publicación en Amazon nos llevó tres minutos, y el perfil de Marisa que creamos en FB para darle publicidad a la novela, poco más o menos lo mismo. Como fotografía de perfil escogimos algo parecido a la imagen que preside esta entrada (no era esa, pero muy similar). Tras unos cuantos tecleos y unas cuantas noticias colgadas en el muro, conseguimos amigos rápidamente, tanto mujeres como hombres. Hasta aquí, todo perfecto. Me metía cada dos por tres en el perfil de Marisa (cualquier escritor novel sabe que sin publicidad en las redes su novela se puede morir inmediatamente), y colgaba comentarios, noticias, estados y, por supuesto, el enlace a Amazon. Hasta aquí, todo perfecto.

El problema surge cuando un buen día, de repente, uno de esos “amigos”, un hombre de unos cincuenta años con una fotografía de perfil en la que aparecía con pinta de latin lover en decadencia, me envía por el chat la siguiente frase: “Hola, preciosa, ¿te gusta andar desnuda por casa?”. Yo me quedé de piedra. No sabía qué contestar. Quería darle un pequeño hachazo, y le contesté algo así como que no estaba en FB para ligar, ni mucho menos. Pero el tipo siguió preguntando cosas, cada vez más subidas de tono. Mis respuestas le entraban por un oído y le salían por el otro, él seguía erre que erre con su machaqueo. Aquello duró un par de días. Al tercero, otro tipo, que después me enteré de que era amigo del anterior, me bombardeó con preguntas del mismo tono que el otro. Que si prefería ponerme arriba al follar, que como tenía las tetas, que le enviara alguna fotografía… me pidió una cita, me pidió el teléfono… Lo que más me sorprendió de todo aquello era que por mucho que no les diera pie a seguir, ellos machacaban con lo mismo una y otra vez, con la esperanza, supongo (no soy capaz de meterme en esa línea de pensamiento), de que la torre finalmente caería, de que aquella actitud mía no era más que una táctica para provocar aún más sus instintos. Todo acabó un día, calculo que un par de semanas después del primer mensaje, en el que mi novia y yo asistimos, muy sorprendidos y algo asustados, al llenado de la pantalla con los chats abiertos de cinco o seis hombres, que enviaban sus mensajes a los tres segundos de que se conectara Marisa.

No quiero ni debo juzgar nada, ni sacar ninguna conclusión. En algún momento, siendo Marisa, y contestando como creía que debía contestar ella, sentí vergüenza de pertenecer al mismo género que aquellos personajes. Hoy soy consciente de que esa vergüenza se debía a que había empatizado con esa mujer ficticia hasta tal punto, que pude comprobar en mi propia carne lo que estaban sufriendo muchas mujeres en FB. Cada uno de aquellos “angelitos” tenía un gran número de “amigas” en su perfil, y seguro que Marisa no era ni la primera ni la única a la que le habían tirado los tejos de esa forma tan cansina.

No todos los hombres somos así, por suerte. No sería justo que los hombres de verdad que lean esto (“el hombre de verdad se contiene”, decía Albert Camus) se sientan identificados o comparados con unos cuantos enfermos a los que, en justicia, no se les debería llamar hombres. Una gran mayoría vemos, o estamos aprendiendo a ver a las mujeres como personas, iguales que nosotros, alguien a quien no hay ni que proteger ni que avasallar, como decía en mi entrada anterior. Esa minoría de hombres digamos “especiales”, que piropean en la calle o de forma anónima, es eso, una minoría, pero avasallan a tantas mujeres a lo largo de su día a día como depredador, como macho alfa, que al final son una gran mayoría las mujeres molestadas por una minoría de hombres. Muchos me dirán que no es algo grave, que un piropo bien dicho es elegante, y que una mujer no debería molestarse por eso. Podría ser, en algunos casos, no digo que no, pero en el caso de Marisa, lo que le dijeron, lo que me dijeron esos tipos, no fue ni fino ni elegante precisamente.

No quiero que esto se utilice para atacar a los hombres en su conjunto, ni mucho menos, como sin duda harán muchas feministas radicales para las que la igualdad consiste básicamente en la eliminación completa del género masculino. No, no lo hago por eso. Escribo esta entrada para que todo el mundo sea consciente, hombres y mujeres, de que hay muchos hombres capaces de empatizar con la mujer ante ese acoso que socialmente sufren y han estado sufriendo durante muchos años, y muchas mujeres que empatizan, apoyan y respetan a esa clase de hombres. Y la escribo animado por los comentarios positivos de muchas personas (hombres y mujeres, otra vez) que han participado en la positiva y respetuosa conversación de esta mañana en Twitter. También reconozco que hasta ese momento, y por esa especie de corporativismo absurdo de género que tenemos o teníamos muchos, no le había dado demasiada importancia al asunto de los piropos. Soy mayor, me eduqué en un entorno más machista que el de ahora (como muy bien me ha hecho ver un hombre de 19 años que con sus argumentos me ha dado mucho que pensar), en el que la conversación de bar o de vestuario de gimnasio entre los colegas giraba siempre entre las tetas de una y otra, o “las bragas de la de siempre”. “En el fondo les encanta que las piropeemos” era una frase muy extendida. Y yo probablemente no le daba importancia al asunto, hasta que me convertí en Marisa durante un corto espacio de tiempo, y comencé a entender muchas cosas, y muchas actitudes que no conducen a nada.

Son pocos, son enfermos, pero meten mucho ruido.