jueves, 20 de marzo de 2008

Películas de jazz

La ciudad está vacía, la gente se ha ido de vacaciones. Estoy sin colaboradores. Se me han escapado todos a disfrutar de unos días de descanso. La situación no puede ser más triste. Ni siquiera estoy seguro de que alguien lea esta entrada. Son días de retirada, de viaje, de jubileo, de visita al pueblo, a la playa o a cualquier país lejano. Para los que nos quedamos, los tambores comienzan a redoblar al ritmo lento de la Semana Santa. Días que invitan a la reflexión, al recogimiento, a encontrarse con el lado religioso de las cosas, a revisitar esas películas de romanos en technicolor que tanto nos fascinaban, a volver a ver a los cristianos entonando cánticos mientras los leones de Hollywood les contemplan antes de devorarlos. Todas las cadenas de televisión, casi sin excepción, bombardean su programación con temática sacra. Para muchos, lo más probable es que seáis testigos de las magníficas procesiones que se pueden contemplar en el punto más remoto de un país que bulle, que vibra con estas fiestas de devoción y sentimiento.

Para los que os quedáis, bien porque tengáis que trabajar, porque tengáis que ahorrar, porque lo que queréis es descansar, o simplemente porque no tenéis ni pizca de ganas de montar un operativo de viaje para cuatro míseros días que tenemos, que es mi caso, he pensado escribir hoy sobre un tema tranquilo, a ritmo lento, en un ambiente dominado por la oscuridad, un vaso de buen Whisky y el humo del tabaco. Colocad en el CD un buen disco de jazz, y dejaos llevar por la música. Esta entrada, amigos, se desarrolla a ritmo de jazz.

“Alrededor de la medianoche”(1986), dirigida por el maestro Bertrand Tavernier, al que sin duda debería dedicarle una entrada en exclusividad, nos cuenta la vida de un músico de jazz, interpretado por Dexter Gordon, y un admirador incondicional, interpretado por Francois Clouzet. Tanto el músico como su admirador se conocen cuando ambos atraviesan un momento vital muy delicado, con problemas de alcohol y en plena decadencia en el caso del músico, y al borde de la indigencia el personaje interpretado por Clouzet.

Dexter Gordon llega a París contratado para tocar en un club de Jazz. Se aloja en una destartalada pensión, y está tan desorientado, que hasta el dinero que le pagan por tocar tiene que ser administrado por una amiga, que de vez en cuando le compra una botella de alcohol para mantenerle sedado y tranquilo. Clouzet, que se ha enterado de la llegada de su ídolo, tiene que escucharle a través de la ventana del club donde toca. Ya que no dispone ni del dinero que vale una entrada. Con tan patético comienzo se teje una de las historias más conmovedoras que haya visto nunca, que trasciende la temática del jazz para elevarse por encima de sus protagonistas. A medida que avanza la película, tanto uno como el otro, en una excelente simbiosis de ayuda mutua y de admiración por parte de Clouzet hacia el maestro, consiguen ir remontando sus vidas poco a poco, desde las más altas cimas de la miseria hasta alcanzar una trayectoria decente.
Asistimos con verdadera tristeza a las constantes recaidas del músico, provocadas la mayor parte de las veces por el alcohol. “Estoy cansado de todo menos de la música”, declara en una ocasión Dexter Gordon.

La película recuerda en cierto modo a la ya comentada “Amadeus”, en el sentido de que es Clouzet, en este caso, el único que parece disfrutar de la grandeza de ese gigante del jazz que siempre ha sido Dexter Gordon. La música, impresionante, se llevó el Oscar a la mejor banda de sonora, y había sido compuesta por el gran Herbie Hancock, que aparece en persona en el film tocando el piano. Un impresionante homenaje a la amistad que no defrauda a quien lo contempla, basado en las vidas reales de Bud Powell y su gran admirador Francis Paudras.

“Bird”(1988), dirigida por Clint Eastwood, nos narra la vida del genial saxofonista Charlie Parker, del que el actor y director americano siempre se ha confesado un rendido admirador. En esta ocasión, Eastwood no echa mano de un reconocido jazzmen para interpretar el papel del saxofonista. Al principio pensó en contratar a Richard Prior para el papel, pero finalmente eligió, y muy acertadamanete, a un por aquel entonces desconocido Forest Withaker (“El último rey de Escocia”, “El camino del samurai” o “juego de lágrimas”, por citar unas cuantas), que interpretó a un Charlie Parker inconmesurable en su arte pero de una extrema fragilidad como persona.

Eastwood se vale de continuas vueltas al pasado, regresos al presente y más vueltas al pasado dentro de otras vueltas al pasado. No importa en absoluto. La película conforma un kaleidoscopio perfectamente comprensible, en la que música del genial músico lo impregna todo. A pesar de sus patéticos comienzos, Charlie Parker fue capaz de desarrollar un estilo personal imposible de imitar por ningún otro músico de jazz. Si “Alrededor de la medianoche” trataba sobre todo de la amistad, “Bird se desarrolla en el plano sentimental a través de la relación del músico con su esposa, Chan Parker, en cuyo libro de memorias se basa al parecer el largometraje. Prematuramente muerto a causa de su adicción a las drogas, al alcohol y al sobrepeso, asistimos a la atormentada caida en picado de un genio que murió con apenas treinta y cuatro años. Aparte de las escenas musicales, magistrales, hay que destacar la conseguida ambientación, siempre sugerente, y las escenas a cámara lenta de los platillos de batería volando, que marcan los diferentes episodios de los que se compone la película.

“All that jazz”(!979), dirigida por Bob Fosse, el famoso coreógrafo de “Cabaret”, es una película que nos muestra el espectáculo dentro del espectáculo. Roy Scheider interpreta a un intransigente director de escena, un coreógrafo al borde del colapso físico, que necesita medicarse para soportar la tensión diaria. Su vida familiar se ve siempre afectada por su trabajo, que le absorbe al máximo. Asistimos al primer casting del espectáculo que está preparando. Una escena inolvidable, remarcada por la canción “On Broadway”, interpretada por George, del que me confieso rendido admirador a partir de entonces. Número tras número, asistimos a la inevitable decadencia del coreógrafo, que sufre una patología de corazón que le lleva a la muerte. La película recuerda mucho en su planteamiento a “8 y ½”, de Fellini, y mantiene también esa ambigüedad entre lo cómico y lo trágico hasta el mismo final. A lo largo de toda la película, hemos asistido a sus conversaciones con la muerte, una mujer fascinante, vestida de época, interpretada por la siempre acertada Jessica Lange, que parece admirar también al coreógrafo.

La escena que cierra la película es de una belleza que trasciende los límites de la pantalla. Un número musical sugerente, perfectamente coreografiado, con un magnífico Ben Veeren como maestro de ceremonias (da la impresión de que Bob Fosse, como ya le ocurriera en “Cabaret”, siente una debilidad especial por los maestros de ceremonias”). Hay quien dice que Bob Fosse, que murió de un infarto en 1986, había realizado un film biográfico en el que fue capaz de anticipar su propio e inevitable final.

Quiero comentar por último una película que, si bien puede no estar a la altura de las que he comentado hasta ahora, resulta imprescindible como homenaje al jazz clásico. Se trata de “Nace una canción”(1948), dirigida por Howard Hawks como remake de su anterior película “Bola de fuego”, e interpretada por Danny Kaye y Virginia Mayo.

Cuando la policía está persiguiendo a su novio, un reconocido gangster, la cantante de un cabaret se refugia en una mansión, en la que un grupo de chiflados, encabezados por Danny Kaye, pretende escribir una enciclopedia universal de la música. La cantante se encarga de la difícil tarea de mostrarles todo lo relacionado con los ritmos modernos, y para ello no duda en traer a la mansión a personajes tan inmortales como Benny Goodman, Tommy Dorsey, Louis Armstrong, Lionel Hampton, Charlie Barnet, Mel Powell, Hugh Herbert o Steve Cochran, entre otros. Una comedia ligera en la que lo de menos es la insustancial relación amorosa que inevitablemente se va entretejiendo entre Virginia Mayo y Danny Kaye, para desesperación y desasosiego del gangster que bebe los vientos por la cantante.

Cuatro títulos, en definitiva, que sin duda dibujan una buena panorámica de esa inmortal música que siempre nos ha fascinado a unos cuantos.

Feliz Semana Santa.