lunes, 22 de febrero de 2010

Los asesinos de Voltaire


“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo”.





Muchos de vosotros sabéis que he utilizado en innumerables ocasiones esta frase de Voltaire como firma en algún que otro foro. Creo que es la única frase que define en cierto modo la filosofía que trato de seguir en todos los órdenes de la vida. ¿Qué quiere decir Voltaire con ese axioma, perfecto en su rotundidad, y aparentemente contradictorio en su esencia? A veces, y a medida que transcurren los acontecimientos cada vez más, pienso que nadie se ha parado a pensar en el verdadero sentido de la tolerancia, único camino a seguir para avanzar hacia adelante. A eso se refiere la frase de Voltaire. El paradigma de la tolerancia, del respeto al contrario, consiste en admitir sus ideas, a pesar de que choquen frontalmente con las nuestras, y no sólo a admitirlas, sino a defender el derecho a exponerlas, libremente y sin ningún tipo de complejo.



¿Cuándo se produce, a mi parecer, el asesinato de Voltaire? Cuando se pasa como una apisonadora por la frase que define su forma de pensar. Es decir, cuando se practica la intolerancia. No nos estamos dando cuenta de que cada vez nos hacemos más intolerantes con lo que no comulga con nuestras ideas, del mismo modo en que no nos damos cuenta de que nuestras ideas son cada vez más básicas y poco elaboradas. Detecto intolerancia en cualquier foro, en todos los debates políticos, en la calle, en los periódicos, en la radio. Existen intolerancias no sólo hacia lo extranjero, sino hacia el que celebra simplemente el gol del equipo contrario al nuestro. La intolerancia no se manifiesta sólo por la violencia, el extremo antitolerante del descerebrado que opta por acabar directamente con el que no piense como él, sino por el desprecio, la sordera autoimpuesta, o el simple hecho de volverse de espaldas.

Se detecta una intolerancia que roza lo enfermizo cuando se realizan ataques absurdos contra una institución, un partido político o un equipo de fútbol. ¿Qué se entiende por “ataque absurdo”? Voy a poner un ejemplo: el reciente ataque contra la Iglesia realizado por una tal Ana Morgade en uno de los últimos programas de Buenafuente.

Vaya por delante que no soy practicante, pero tampoco soy ni ateo ni agnóstico. No tengo ningún problema en entrar a una iglesia cuando la ocasión lo requiere, al contrario que esos acérrimos que parecen creer que se les va a desplomar el techo sobre la cabeza si lo hacen. Entro a las iglesias del mismo modo en que podría entrar sin ningún perjuicio en una mezquita o en una sinagoga. La vida me ha proporcionado tantos motivos para creer en Dios como para no creer, pero desde luego, mi actitud ante la iglesia no está marcada por una mala experiencia con algún cura durante mis años de infancia, como parece estarlo la de la mayoría de personas que arremeten contra ella. Parecemos incapaces de entender que las instituciones están formadas por personas, y que la Iglesia como tal ha sido capaz de cometer los mayores desmanes, y los sigue cometiendo con opiniones en ocasiones obsoletas, pero también existen personas comprometidas con ella que realizan una labor digna de admiración en países del tercer mundo. Se le puede reprochar a la Iglesia que tomara partido por una facción al estallar la guerra civil, pero del mismo modo en que se les puede reprochar a unos cuantos descerebrados (los descerebrados de los que hablaba antes) que se dedicaran a quemar iglesias en el momento en que se proclamó la república.

Cuando la intolerancia se desata, una cosa lleva a la otra, en una espiral de violencia y sinrazón que no conduce más que a la aniquilación y al desastre. Creo que resulta peligroso jugar a esos “ataques absurdos”, y sobre todo en programas de gran audiencia, porque siempre existirán descerebrados que lo tomarán como cruzada y como tema de conversación para descartar el derecho de miles de católicos practicantes a permanecer entre nosotros. A menos que el absurdo ataque de Ana Morgade esté destinado a desviar la atención sobre un hipotético “enemigo” fácilmente atacable, no le encuentro ningún sentido al asunto. Me parece absurdo hablar de la financiación de la Iglesia, cuando la realidad es que la propia cadena que paga a la Morgade obtiene ingresos que rayan la obscenidad gracias a la publicidad, a la financiación pública, y a todos esos pobres de espíritu que inundan los programas de sms casi ilegibles, el de Buenafuente incluido.

No somos conscientes en España de los peligros que lleva implícita la intolerancia. Gracias a una educación tercermundista, basada en el desprecio a los valores y al desarrollo de la inteligencia, y cuyo único sentido para los que la definen en cada momento parece ser la de conseguir ciudadanos que voten una determinada opción, estamos consiguiendo ceporros intolerantes contra todo, cuya máxima aspiración en la vida consiste en aparecer en televisión, aunque sea a costa de mostrarle al mundo sus imbecilidades y las de sus progenitores. Eso, unido a esa ingente masa de personas mayores y gran parte de su progenie, que votan a piñón fijo, de una forma peligrosamente subjetiva, en función de las heridas producidas durante la guerra civil en uno y otro bando, que sin duda se habrían cerrado ya de una vez de no ser por la demencial política en ese sentido de los partidos mayoritarios, nos lleva sin remisión a un bipartidismo irreconciliable, incapaz de avanzar en ninguna dirección que no sea la de justificar sus desmanes aireando los del contrario. Ese pacto tan necesario, que se produciría sin dudar e instantáneamente en cualquier otro país europeo, es imposible que se produzca en España a causa de la intolerancia hacia el otro, a causa de esos asesinos de Voltaire a los que no les importa en absoluto hundirse con tal de que el adversario político se hunda a su vez.

La intolerancia empapa todo lo que nos rodea a los españoles. En las encuestas de la radio se dibuja la tendencia de cada uno cuando apenas ha pronunciado diez o doce palabras. Enseguida se ve si es de izquierdas o de derechas, del mismo modo que se detecta con leer los titulares la tendencia de todos y cada uno de los periódicos que inundan los quioscos. Incluso este escrito resulta impublicable, debido a que no toma partido por ninguno de los dos grandes poderes políticos españoles actuales.

Yo reivindico la intolerancia contra la intolerancia, aunque parezca un contrasentido. Dado que resulta una utopía implantar en España el sistema de listas abiertas, único modo de elegir lo mejor de cada uno de los partidos, y desechar la morralla de personas inútiles y enfermas de ansia de poder que pueblan desde los ministerios hasta el más misérrimo ayuntamiento, reivindico al menos la creación de un partido auténticamente de centro, tolerante con sus adversarios y dispuesto a caminar hacia adelante, con soluciones que no huelan desde lejos a partidismo o a oscuros intereses electoralistas. Sólo de esa manera nos subiremos al tren de la modernidad y de la auténtica convivencia.



De otro modo, seguiremos asesinando cada día a Voltaire, al tiempo que cavamos nuestra propia fosa.

6 comentarios:

  1. Amigo Félix:

    La intolerancia no es sino sinónimo de ignorancia. NO has podido explicarlo mejor, todo lo que no se conoce, se teme.

    Me encanta pasar por aquí de vez en cuando, la manera como expones tus ideas es un aliciente para personas como yo, que tenmos que soportar día a día la intolerancia de un gobernante ignorante.

    Un abrazo!
    Blanca

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  2. Gracias, Blanca. Es cierto que la intolerancia nace de la ignorancia, y que la ignorancia sólo se puede combatir con la educación y con la curiosidad por conocer al otro.

    Es cierto que tú estás bajo el yugo de una intolerancia más peligrosa que la nuestra, pero también es cierto que ante la intolerancia de los gobernantes, la gente se vuelve más solidaria. Más pronto de lo que parece os libraréis de ese yugo, con toda seguridad.

    Un fuerte abrazo
    Félix

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  3. Querido Félix:
    Posiblemente, este sea uno de tus escritos que me cuesta más comentar, ya que tiene una densidad de ideas tremenda.
    Es curioso que hayas tocado tres temas sobre los que las "buenas maneras" (lo entrecomillo porque no estoy de acuerdo) recomiendan no hablar, política, religión y deportes.
    Acabo de borrar una reflexión sobre ello para no herir susceptibilidades.
    Por todo ello, sólo diré dos cosas, la primera es que en las elecciones para el Senado existen listas abiertas y no veo que se produzca ningún cambio respecto a las elecciones al Congreso.
    La segunda, si crees que hace falta un partido de centro, por favor, participa en su creación o en su desarrollo.
    Esta sociedad necesita de personas que se dediquen a reflexionar.

    Como siempre, gracias por compartir con nosotros tus ideas.


    Basilio

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  4. Querido Basilio:

    Terminas tu comentario con una estupenda frase parecida a una que se dice en la película "Jules et Jim", de truffaut. Es cierto, estamos necesitados de personas que se dediquen a reflexionar.

    Tienes razón en lo de las listas abiertas del senado, pero eso demuestra cuál es de verdad la capacidad de acción y de decisión de esa institución, que resulta casi nula y poco relevante.

    Nada me gustaría más que apoyar a una opción política de centro, pero hoy por hoy no existe, y no me considero ni mucho menos ni capacitado, ni preparado, ni legitimado para crearla. Una cuestión es ponerse a criticar o a exponer lo que a mi juicio debería mejorar (que reconozco que es lo más sencillo), y otra muy diferente arreglarlo. La apoyaría sin reservas, pero no sabría ni qué enfoque darle ni por donde empezar.

    Gracias a ti por comentar mis ideas y hacerme reflexionar siempre un poquito más con las tuyas, Basilio. Recibe un fuerte abrazo

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  5. Querido Felixón:
    Acabo de leer mi comentario y me parece que el tono no es del todo afortunado. Pido disculpas.

    Saludos
    Basilio

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  6. Querido Basilio, no sé a qué te refieres. El tono de tu comentario no sólo me parece correcto, sino sumamente inteligente. Sabes de sobra que admiro tus opiniones y que en muchas ocasiones me hacen reflexionar sobre las mías. Tus comentarios no sólo son y serán siempre bienvenidos, sino admirados y valorados.

    Recibe un fuerte abrazo
    Félix

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