Ocurrió ayer, en los Cines Zoco de Majadahonda, uno de esos pocos lugares que trascienden su propio concepto, en este caso “cine”, para transformarse en algo mucho más importante, más comprometido, más humano. Una pequeña “aldea gala” en la que los que la gobiernan luchan con vocación, y una pasión absoluta por lo que hacen, contra los embistes de una industria que valora más vender palomitas que buen cine. Un lugar vivo en el que se organizan debates, coloquios, conciertos de jazz, encuentros con los directores… Un lugar para personas que viven de lleno su afición a la cultura.
El evento estaba comisariado por dos personas, Beatriz y José Luis, en cuya concisa
tarjeta de visita figura el título “Gestoría cultural”, y en letras más pequeñas
“gestión, inmersión y difusión”, además de la sugerente frase "persistencia, detalle y alma" que encabeza su página web, https://www.jlbea-
El primero era “The following year”, de Miguel
campaña, un inquietante planteamiento de ciencia ficción que atrapa desde el
primer momento, con reminiscencias de las historietas que aparecían en los años
ochenta en revistas como Totem, Vampus o 1984. El segundo, “Franceska”,
de Alberto Cano, propone en clave de animación una visión humorística y
transgresora de la historia de Frankestein, de Mary Shelley. La imagen en
blanco y negro y el ligero parecido entre este Igor y el interpretado en su día
por Marty Feldman me recordaron “El jovencito Frankestein”.
El tercero fue “Lo efímero”, una maravillosa historia
de Jorge Muriel, en la que dos hombres, que arrastran un pasado complicado,
determinarán su futuro cuando se encuentran durante un fugaz trayecto en un vagón
de metro. La fotografía, las interpretaciones, los silencios, la música… Pura
poesía. Para mi gusto, el más interesante y cautivador de los cinco. El cuarto,
“Adam Peiper”, de Mónica Mateo, nos muestra un futuro distópico en el
que la explotación del ser humano por el ser humano sigue siendo el motor
económico y político. Por último, “Casitas”, de Javier Marco, que con un
punto de infinita tristeza aderezado con sentido del humor, nos sumerge de
lleno en una deliciosa oda a la empatía.
Los cortos fueron interesantes, nos cautivaron a todos por
completo y nos dejamos llevar por las sugerentes historias que nos contaban,
pero lo mejor vino al final, cuando los dos organizadores nos comentaron
diversos aspectos de la realización de cada uno de ellos, con anécdotas de
rodaje, entresijos del guión, del montaje, etc. Disfrutaban de lo que contaban
y lo transmitían con facilidad a los que escuchábamos, lo que supuso que se
prolongara la magia del encuentro casi hasta las once de la noche.
Mientras veía los cortos emprendí un viaje al pasado, a
aquellos lejanos años ochenta en los que la cultura del corto formaba parte de
nuestro ADN. Recordé que antes de cada película se proyectaba siempre un corto,
y que aquellos cortos se comentaban a veces con tanta pasión o incluso más que
las películas a las que precedían. Aquello desapareció de nuestra cultura, como
poco a poco fueron desapareciendo otras muchas cosas.
A nuestra generación se le fueron robando descaradamente un
buen número de manifestaciones culturales, y no precisamente en la época dura
de la dictadura, sino más bien en plena democracia. Poco a poco los cines de
sesión continua fueron cerrando, llevados por la corriente de los bingos. A
veces le recito de memoria a mi hijo las salas que había en mi barrio y le parece algo
increíble, impensable hoy en día. También fue cambiando radicalmente el aspecto
de los kioskos, escaparate en una época de gran cantidad de publicaciones de
todo tipo, comics, revistas de ciencia ficción, etc, que de repente un buen día
desaparecieron del panorama cultural, como desaparecieron también los numerosos
cine-forum que había en Moncloa, en las facultades, o los conciertos de los
colegios mayores, o incluso actualmente los talleres de escritura que
promocionaban algunas bibliotecas municipales y que hoy, alegando falta de
presupuesto, han pasado a mejor vida.
Nos robaron muchas cosas, y nos hemos dejado robar, y cuando
de vez en cuando, como ayer, se te reaviva en el alma la nostalgia de lo perdido,
se despierta la tristeza. Al preguntarles a los organizadores la razón por la
que ya no se emiten cortos antes de la película, como se hacía antes,
comentaron que se trata de una razón puramente económica, porque a las salas
les interesa más poner publicidad, que les aporta más ingresos. Por otro lado,
la carrera del corto es corta. A las distribuidoras lo único que les interesan
son los festivales de cortos, o el ganar algún premio importante. Al parecer,
resulta muy complicado ver, por no decir imposible, el corto “Arquitectura
emocional”, a pesar de haber ganado el Goya este mismo año. Se trata de un corto
que, muy al contrario, debería emitirse incluso en colegios, dada la carga
emotiva y de valores que posee, y sin embargo no es así debido al estado del
mercado de cortos.
Hace unos días, una persona de un grupo de personas con
inquietudes culturales entre las que orgullosamente me encuentro, colgó una
entrevista a Johann Hari, en la que venía a decir que nuestro modo de vida
frenético y absurdo está acabando con nuestra capacidad de atención. Es algo
muy serio, y muy triste, que sin embargo se puede aliviar dependiendo menos del
teléfono móvil o de la insistente tentación de hacer varias cosas al mismo
tiempo. Añadiría, además, que deberíamos hacer el ejercicio, en la medida de
nuestras posibilidades, de intentar recuperar lo que con tanta desvergüenza se
nos ha robado sin que apenas opusiéramos resistencia. Yo iría de cabeza, por
ejemplo, y con una fidelidad casi religiosa, a un cine en el que en lugar de
anuncios emitieran un corto antes de la película. Es necesario primero recuperar
la capacidad de atención, y después exigir que se le otorgue a la cultura un
trato muy diferente al que se le está dando. Iniciativas tan atractivas como la
de los gestores culturales de ayer deberían convertirse en permanentes, ser
promocionadas e incentivadas por todo aquel que pudiera hacerlo, porque llegan
directamente al alma de quien tiene la suerte de participar en ellas, y
alimentar el alma, además de no resultar nada sencillo, tiene la virtud de
crear mejores personas.
Una velada muy agradable, y muy de agradecer iniciativas
como la de ayer. Bienvenidas sean siempre.
Excelente reseña Félix. Muchas gracias por haber reflejado tan acertadamente lo que son los Cines Zoco. Nos gustaria publicar "La corta vida del corto" en nuestra web, como crónica del evento. Dime por favor si es posible. Muchas gracias por tu apoyo a nuestro proyecto. Jesús Escudero (Coordinador de Eventos de Cines Zoco Majadahonda)
ResponderEliminarHola Jesús. Por supuesto que sí, será un honor para mí. Y muchas gracias a vosotros por mantener viva la llama de la cultura. Proyectos como el vuestro son necesarios siempre. Un cordial abrazo y muchas gracias por el comentario
ResponderEliminarMagníficos recuerdos. Lástima que todo haya desaparecido a manos de la inmediatez y el rédito económico.
ResponderEliminarSe hacen cortos, pero para ser exhibidos en los festivales y promocionar así a sus autores para dar el salto al largometraje.
Se pueden ver los mejores en algunas salas sin demasiada promoción.
Buenos recursos y malos augurios.
Se pierde con ello la posibilidad de disfrutar de pequeñas obras maestras, de óperas primas muchas veces con una carga de creatividad muy superior a la que sus directores puedan desarrollar después en el mundo del largometraje, mucho más complicado y encorsetado por otras premisas. Es una pena, y lo peor es que es una pena sin ningún sentido. Muchas gracias pir el comentario, muy esclarecedor
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