¿Somos conscientes del daño que le han hecho a la humanidad,
y le siguen haciendo hoy en día tres simples palabras, “como debe ser”? ¿Qué sería
de nosotros si los genios individuales, a lo largo de la historia, hubieran
estudiado el cielo y las estrellas “como debe ser”, hubieran pintado según las
reglas, “como debe ser”, o hubieran viajado únicamente por las rutas conocidas,
“como debe ser”? Para Kant, el artista en estado puro es el genio creador, el
que pone sus propias reglas e invita a sus discípulos a descubrir su propio
camino buscando la inspiración que él encontró en su momento. Para Hegel, parte
intrínseca de la obra de arte es la interpretación que de la misma hace el
espectador, convirtiéndose este en una parte más de la obra de arte,
otorgándole esa categoría con su admiración y respeto ante algo para lo que,
previamente, ha sido educado, porque contemplar y valorar una obra de arte
requiere una preparación, aunque sea mínima, consistente en disfrutar con las
obras de arte.
Pues bien, “Sólo nos queda bailar” es una auténtica obra de
arte. Se trata de una coproducción Suecia-Georgia dirigida por Levan Akin (desconocido
para mí) que nos cuenta las vicisitudes de un bailarín de danza georgiana
(desconocida para mí), interpretado por Levan Gelbakhiani (desconocido para
mí), que descubre su homosexualidad, en un entorno cultural en el que la
homosexualidad es una malformación que se puede curar en un monasterio. La
historia es simple, las interpretaciones magistrales, las escenas de música y
tradiciones fantásticas. Continuamente, al verla, piensas “pero cómo narices
puedo saber tan poco de esta cultura tan interesante…”, y sales con ganas de
saber más, de empaparte de una cultura muy cercana a la nuestra en muchos
aspectos pero muy diferente en otros.
¿Y por qué me fui a verla ayer por la tarde, el mismo día
del estreno? Porque había visto, en las noticias, que la película ha levantado
protestas entre mucha gente de ese país, Georgia, y de otros afines, al tocar
el tema de la homosexualidad en un entorno, el de la danza georgiana, que al
parecer es la expresión de la masculinidad. Homófobos y ortodoxos se agolpaban
en las puertas de los cines, protestando por una película que ni siquiera han
visto, porque se lo dicen sus mayores, sus guías, sus pastores. Protestando
ante algo que desconocen porque no es, en definitiva, “como debe ser”. ¿Son
conscientes esas personas de que sus prejuicios, su religión, sus fobias, sus
miedos, sus ideas políticas, les están impidiendo disfrutar de la inmensa
magia, la inmensa poesía, la tolerancia, la esperanza en el ser humano y la
grandeza de esa película? No, por supuesto, no lo son. Miden el mundo a la
medida de su micromundo, de su mirada cerrada, de lo obtuso de su vida, y es
una pena, pero no se puede hacer nada.
Mis cuatro hermanos (porque mi cuñada y mi cuñado son
hermanos para mí) volvieron ayer de un viaje a la India. La fotografía que
encabeza esta entrada la hizo mi hermano en el Ganges, al amanecer. Por la
noche hablé con mi hermana. En un momento de la conversación, me dijo “pero es
que hay una mirada de felicidad en sus ojos…”. Lo dijo con emoción, con
admiración y respeto. Esta mañana la conversación ha sido con mi hermano.
Recordando una imagen que contempló en un templo Sij perdido en el interior de
la jungla, de un ser humano que estaba allí esperando a recibir comida, se ha
emocionado. Al contarme que se emocionó al verla, ha vuelto a emocionarse. Ese es
el respeto hacia otra cultura diferente de la nuestra. Eso es viajar con la
mirada abierta.
Me ha contado con una naturalidad tremenda el asunto de la
ceremonia de los difuntos en el Benarés. “Nosotros vivimos de espaldas a la
muerte”, me ha dicho, y tiene razón. En ese momento, mi hermano era el otro, se
había convertido por obra y gracia de su mirada abierta en el otro, con respeto
y empatía hacia unas tradiciones muy diferentes a las nuestras pero igualmente
válidas, porque lo son para otros seres humanos. Hace casi veinte años, un
conocido que trabajaba conmigo, el mismo que me dijo al día siguiente de
fallecer mi mujer “tienes que pensar en rehacer tu vida” (que tenía razón, pero
no me lo digas al día siguiente, un poco de por favor…), me contó la misma
escena del Benarés, pero de una forma muy diferente, haciendo hincapié en lo “truculento”
que para él resultaba aquello, en la "gilipollez de adorar a las vacas en un
país en el que mucha gente pasa hambre", para rematar diciendo que “en la India
se come fatal”. Esa era la mirada obtusa a que me refería antes. Ese personaje no fue capaz de entresacar de su viaje otra experiencia que no fuera la de los prejuicios y clichés que ya llevaba de antemano en la maleta. No entendió
absolutamente nada, porque ni viajando quería salir de su micromundo. Para este
hombre, lo importante era ir medrando en su trabajo, a costa incluso de pisar
las cabezas que hiciera falta (que lo hizo), y rendirle culto a su forma de
ser, ya cerrada e impermeable a nuevas experiencias.
Hay muchos culpables de la mirada obtusa. Esa mirada surge
cuando la pareja, la enseñanza, la educación, los padres, la religión, etc
encaminan sus esfuerzos a impedirte que decidas por ti mismo. Esto hila otra
vez con el pin parental, pero no es el tema de hoy. Parece que todos estos “amigos”
se han puesto de acuerdo para anular del ser humano la empatía hacia otros
pueblos, otras culturas, a base de prejuicios, tradiciones absurdas y mentiras
descaradas cuya finalidad es anular la conciencia de la grandeza que todo ser
humano posee. Esos estamentos se han convertido para nosotros en compañeros de
celda, no en compañeros de viaje, que es lo que deberían ser. “¿Para que
viajar, si lo tenemos todo aquí?”, le dice una mujer a su marido en la película
de “El nadador”. Es otra vez la cultura del tener, no del ser, que es lo que
engrandece al ser humano y produce genios como los que admira Kant.
Y no hablo de la religión en términos absolutos. Para mí el
capitalismo es la nueva religión del ser humano, que le mete en la sangre la
idea de tener cada vez más, como dogma de fe, con un premio final que no es el paraíso, sino una tumba llena de cosas materiales. Esa sensación de no tener
jamás las necesidades cubiertas nos empuja a seguir empeñados en cubrirlas de
una forma absurda, adquiriendo cada vez más cosas y dedicando todo nuestro
tiempo a seguir acumulando. Para disfrutar del arte, de la vida, de uno mismo,
es imprescindible tener la sensación de tener cubiertas las necesidades, y es
necesario tener tiempo para dedicarte a la contemplación, a la serenidad, a vivir y ver la vida. Eso es lo que nos está robando, sin que seamos conscientes, esta nueva
y peligrosa religión. La mirada es cada vez más obtusa.
Hablando con el guía mi hermano, le preguntó que qué piensan
ellos, los hindúes, de los ingleses. El guía le contestó “vivimos el presente.
No nos ocupamos ni del pasado ni de un futuro que puede no llegar nunca o
llegar cambiado. Es un tema histórico, pero no nos afecta en nuestra forma de
vivir el día a día”.
¿Os imagináis lo que sería España si, de una santa vez,
dejáramos atrás nuestro terrible pasado, abriéramos la mirada al mundo, y nos
dedicáramos a avanzar en una dirección muy distinta a la que nos proponen esos
compañeros de celda que nos quieren anular como personas?
Ahí lo dejo. A ver si el último anuncio de Coca-Cola tiene
más suerte que yo para convencer a la gente de que hay que abrir la mente.
Si Coca cola no puede... Además, ¿Hoy no tocaba hablar de enmorados?. Otros con mente obtusa...
ResponderEliminarJajajaja... Es verdad, que hoy es el día. Es que este año a mí no me tocaba, por eso no me he acordado. Pero bueno, para los que sí tengan algo que celebrar hoy, !feliz San Valentín!. Hala, que no se diga que no he dicho nada jajaja
EliminarY creo que vamos a peor. La mente obtusa llega fuerte de nuevo... lamentablemente
ResponderEliminarTenemos que ser conscientes al menos de que se trata, en efecto, de la mente obtusa que quiere volver a inundarlo todo. El problema es que llegue un momento en que no seamos capaces de detectarla porque estemos tan cegados que no sepamos verla. En ese momento estaremos ya muy cercanos a las cavernas
EliminarBravo hermano. Una vez más has llegado a mi corazón.Efectivamente la gente no sabe valorar todo lo positivo que nos ha ofrecido la India. comentas con otras personas que coinciden en el aeropuerto contigo y solo sacan en claro que es muy sucio todo y que la comida es una porquería.En ese momento piensas...seré un bicho raro pensando que este país ha sido una lección para mi? son tan felices con lo poco que tienen, tan amables y serviciales, comedores sociales en templos ricos donde durante todo el día dan comidas para la gente pobre y no pobre. La admirable paciencia que tienen, la serenidad y la tranquilidad.Lo poco que tienen lo comparten entre ellos, no existe el estrés ni la ansiedad...no tengo que comentar nada más. ha sido una experiencia inolvidable.
ResponderEliminarComo dice Cecilia Roth en "Dolor y gloria", "la película es la misma, la diferencia está en los ojos que la miran". Vosotros habéis aprendido a abrir la mirada, hemos tenido buenos maestros y muchas experiencias. Somos capaces de identificar esas sectas actuales que quieren que cerremos los ojos. Religión, partidos políticos, nacionalismos, pines parentales... En fin, que me vengo arriba otra vez. Me alegro de que te haya gustado la entrada, hermana
EliminarPreciosa entrada. Me encanta lo bien ensambladas que están las percepciones de los viajeros con tus reflexiones, las mismas que yo misma me hago a diario. Con lo efímera que es la vida y lo poco que se piensa en la muerte. Y por medio, ese dios materialista que enajena las conciencias. Me quedo con la respuesta del guía: Vivir el presente. Por cierto, la foto es magnífica. Felicidades a su autor.
ResponderEliminarVivir el presente,esa es la clave. Tan sencillo como eso, pero tan difícil a la vez por culpa del macuto que nos ponen encima casi desde que nacemos con pesos cada vez más grandes y más absurdos. Para vivir el presente me temo que tenemos que aprender a desaprender, pero bueno, la cuestión es empezar, y sobre todo valorar lo que hay que valorar. La fotografía es de Jose Luis, todo un artista para captar esos momentos mágicos. Un besote
ResponderEliminarHace ya unos años, con toda la información, tiempo, ropa, mapa, lugares y vacunacions reglamentària. Después de muchas horas de vuelo aterrizamos, el grupo era variopinto, edades, profesiones,...una cosa nos conectaba de la misma manera. Todos íbamos con un plus añadido, éramos padrinos de algún chaval que por supuesto no conocíamos, però ansiamos conocer.
ResponderEliminarAsí que con mi grandeza occidental iniciamos el gran camino. India.
Del aeropuerto a la ciudad, kilómetros y kilómetros de chabolas, personas, niños, pobreza extrema. Lo más impactante, la lentitud de sus moviments y la oscuridad.
Mi cerebro lo sabía però mi alma no, mi alma no, el cerebro si, però mi alma se encogía.
Tardė días. Mientras el grupo veía ricos palacios o edificios, mi mirada se dispersaba en detalles, como dormitaban junto a las rejas, sin nada. La sociedad de castas era más que palpable (dicen que estą prohibida, pero está inoculada). Los altos sics con altos turbantes y elegantes atuendos saliendo de sus hermosos palacetes, los otros medio desnudos, los intocables. No sé miran, creo que no sé ven. Aceptan.
La reencarnación es aceptacion, segun como hagas el camino de la vida, serà tu reencarnación.
Por fin, mi alma le replicó al cerebro: explicamelo!! Y este le contestó: fluye!!!
Los días pasaban, las imágenes, los momentos, las costumbres, algunas increïbles otras lejos de mi comprensión. Repletos de religiones, templos, palacios, comercios, y más religiones. Color y olor.
La única manera de fluir era mezclandote. Y nos trasladamos al medio rural. Donde la sencillez sé agradeció, la hospitalidad y la amabilidad del que no tiene nada. Situaciones que no olvidaré, risas y complicidad con jóvenes curiosas que querían saber. Intercambio de mucho respeto a la vez
Tuve la inmensa suerte de congeniar con mi joven guia. Conocí la madre, me contó su historia, viuda a los 18 años con dos pequeños ( vida difícil), el mayor anhelo emprender su viaje a la ciudad sagrada…
Al marchar ya no quería marchar, "no té preocupes", me dijo él, "estamos luchando, no todo son dioses, costumbres, somos curiosos, queremos ser".
Entendi que 20 dias no són nada, no nos licita para nada.
Hoy me llegan noticias, logros. Solo pienso, ojalá no dejen de ser.
No sé quien eres, en el título de tu comentario pone anónimo. No sé si eres hombre, o mujer, o adolescente, niño o anciano, pero reconozco el estilo de tus comentarios, tu forma de exponer lo vivido, y me encanta. Sólo te puedo decir una cosa: transmites, y transmites mucho. No deberías dejar de escribir, aquí, por supuesto, o en cualquier otra parte. Lo he dicho una vez, y no me cansaré de repetirlo: comentarios como el tuyo son un honor para mí, y me estimulan para seguir con esto.
EliminarMe gustaría saber más de ese guía, de esa madre, de ese niño que apadrinaste, del fluir... En este sentido me has recordado a Javier Reverte, el viajero por África, el escritor de "Corazón de Ulises", una referencia ineludible. En uno de sus libros dice que se volvía transparente, como el agua, para no distorsionar el lugar en que se encontrara en cada momento.
"Somos curiosos, queremos ser". Y son, ya lo creo. Probablemente más que nosotros. Muchas gracias otra vez por el comentario, muchas gracias por compartir algo tan vivido
Entre tu y yo. El regreso coincidió con el aniversario de la que entonces era mi jefa. Le regalé un libro, corto, simpático, poco transcentental, "Maldito Karma"
ResponderEliminarPerò...el mensaje estava lanzado!!!
✊
Compare "Corazon de Ulises"
Jajajaja, muy apropiado. "Corazón de Ulises" te va a encantar. Y además está en bolsillo, muy baratito, seguro que más barato que "Maldito karma" jajaja
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