sábado, 31 de julio de 2021

Narcisistas, Alcibíades y otros asuntos del amor

 

Descubrí este libro viendo una exposición sobre cómic dibujado por mujeres en Centro Centro, hace pocos días. Me dejaron impresionado algunas páginas, perfectamente ideadas además, que hablan sobre el fracaso actual del amor. No pude resistirme, necesitaba saber más, y compré el libro el mismo día que vi la exposición. Lo sé, ya sé lo que me van a decir los que me conocen, pero puedo aseguraros que merece la pena tenerlo, degustarlo, disfrutarlo y, por supuesto, leerlo.

La idea es más o menos sencilla: según Byung-Chul Han, filósofo surcoreano, el extremo narcisismo ha cambiado las bases de nuestra sociedad. La clave está en que buscamos en los demás proyecciones de nosotros mismos, lo que hace que, literalmente, anulemos al otro, hacemos que desaparezca. El otro, despojado de su alteridad (la capacidad de ser otra persona diferente. Lo he aprendido leyendo este libro), lo único que hace es alimentar nuestro ego, hasta el punto que no somos capaces de reconocer la alteridad del otro, su esencia.


Sigue el libro hablando de “El banquete”, un libro escrito en... Espera... ¿2017? No, anterior. ¿1950? Que no, que no, mucho antes. ¿1625? ¡¡Que no, que lo escribió Platón 385 años antes de Cristo!!. Parece mentira que ocurran estas cosas, pero a veces pienso que están más vigentes temas escritos hace miles de años, que soflamas y artículos de revistas de actualidad, que se quedan obsoletos en dos meses. 

En este libro, Alcibíades habla de su relación con Sócrates, y acaba proclamando entre los que acuden al banquete que, para él, Sócrates es único en el mundo, no se puede comparar a ningún otro, mientras que todos los demás hombres (nombra a Aquiles, a Pericles, etc) pueden ser comparados a otros hombres de aquella época. Eso hace que su amor por Sócrates sea inmenso, porque Sócrates es diferente a todo lo demás, incluso a él. En reconocer esa alteridad en la persona amada, su esencia, su personalidad, su diferencia con nosotros, está precisamente la clave del amor, y no en otra cosa.

Después, el libro sigue analizando las claves del desamor actual. Otra situación curiosa de hoy en día, por ejemplo, es que cuando quedamos con alguien ya sabemos, gracias a las redes y a las páginas destinadas a ello, cuales son sus gustos, sus preferencias de comida, sus aficiones, sus afinidades con nosotros. Quedamos para ver si nos enamoramos con alguien del que no vamos a tener casi sorpresas, cuando antes nos enamorábamos sin saber apenas nada de la otra persona. Primero venía el enamorarse, y luego ya la íbamos conociendo. Ahora el otro se ha convertido en un objeto de consumo, que se puede rechazar en cuanto veamos algo de él o ella que no nos gusta. Por todo ello, y muchas cosas más que vienen en el libro, cada día es más difícil que nos enamoremos, y el enamorarse, de hecho, es considerado por muchas personas como una debilidad.

Me he enamorado profundamente dos veces en mi vida. En realidad me he enamorado otras muchas, pero sin buenos resultados, por falta de correspondencia básicamente, antes de enamorarme de verdad por primera vez, y de ver que ese amor era compartido. Puede que en ese primer enamoramiento influyeran parámetros que no aparecieron para nada en el segundo. Tenía 26 años, y en mi horizonte probablemente, aunque de forma tácita, no claramente dibujada, estaba el hecho de tener hijos, hacer el amor de forma más o menos regular, y sobre todo, y eso creo que fue una de las cosas que más pesaban, no estar sólo. Fue el amor que encuadró mi vida digamos natural, el esquema que tenía y que creí que con esa persona se iba a desarrollar de la mejor manera posible, como así fue. Ella era completamente distinta a mí, pero amaba precisamente su alteridad, sus diferencias con respecto a lo que yo pensaba, y ella me amaba a mí a pesar de nuestras diferencias.


La segunda vez que me enamoré tenía 51 años, casi el doble de los que tenía cuando me enamoré por primera vez. En esta segunda ocasión, el hecho de no estar sólo ya no pesaba absolutamente nada en mis posibles motivaciones, porque ya había aprendido a estar sólo. Tampoco me podía motivar tener hijos, porque ya era mayor. Me enamoré simplemente, sin motivaciones, sin intenciones, sin nada, en un momento, además, en el que ni siquiera pensaba que existiera la posibilidad de volverme a enamorar. Fue muy curioso, lo recordaré toda mi vida. Estaba en una de las tantas obras en las que he trabajado, con el casco puesto. Me encontré a mí mismo sonriendo como un bobalicón, mirando al cielo, y pensando “joder, si me he enamorado...”.

No sé lo que es enamorarse, pero sí sé que me ha ocurrido, y que probablemente vuelva a ocurrirme, porque la naturaleza de cada uno es muy complicado cambiarla, y eso de enamorarme está en mis genes. No me importa en absoluto fracasar, ni que la otra persona no se enamore de mí, me enamoraré las veces que haga falta hasta que otra persona se enamore de mí como las dos personas que lo han hecho hasta ahora. Lo que me parece muy triste es que no seamos capaces de enamorarnos, por todo lo que explica Liv Stromquist en su libro, o por las razones que a cada uno se le ocurran. Es tan gratificante intercambiar vida con personas que nada tienen que ver con nosotros, que creo que no podemos dejar pasar esa oportunidad de conocer esa experiencia. Y sobre todo, y para terminar, no creo, ni por lo más remoto, que enamorarse sea un signo de debilidad. Creo que es mucho más débil encerrarse en la burbuja de nuestro narcisismo y andar picoteando de persona en persona sin sentir nada por ellas.

Como decía Alcibíades, la persona amada es incomparable, única en su alteridad, y será imposible encontrar otra como ella. Las dos veces que me he enamorado ha ocurrido precisamente eso, las dos mujeres de mi vida han sido incomparables, únicas en su alteridad, y jamás volveré a encontrar otra como ellas.

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