¿Se puede decir algo mejor de un libro que el hecho de que
te lo hayas leído de un tirón, que no podías dejarlo ni para comer, que lo
terminaste una noche a las cinco de la mañana, diciendo a cada página “ya lo
dejo, mañana seguiré”, sin poder hacer nada, tan sumergido como estabas en su
lectura? Pues eso me ha ocurrido con “Lluvia fina”, de Luis Landero.
Fue un regalo de reyes. Me gustó nada más desenvolverlo. Soy
un poco fetichista de los libros, y me gustan los libros de Tusquets, sus
portadas, siempre sugerentes. Además era Landero. “Vaya, mi viejo amigo”, pensé,
del que no leía nada desde “Caballeros de fortuna” pero del que sin embargo
recordaba que me había gustado. Ojeé unas líneas, me gustó su prosa, siempre
inquieta, siempre precisa, con ideas que se materializan en cuatro palabras.
Una prosa que engancha. Me pasé el día 7 de Enero dudando. Tengo otros libros
abiertos en mi mesilla, pero me apetecía meterme con Landero. El día 8 de Enero
lo abrí por la primera página. Error. Me atrapó como las sirenas hubieran
agarrado a Ulises de no haber taponado sus orejas con cera. Empecé a leerlo y
ya no pude parar. Lo acabé anoche, a las cinco de la mañana, pensando “esto no
puede ser, tienes que dormir”. Recordé aquellos tiempos de estudiante, cuando
me quedaba hasta que amanecía, o las noches en la playa o el pueblo, cuando un
libro me atrapaba hasta el final, cuando después de acabarlo, como sucedió
ayer, los cerraba, el libro y los ojos, y pensaba “Joder, qué gran libro he
leído”, con un placer que sólo pueden entender los que leen por necesidad, por
vicio. Ayer me ocurrió eso, algo que ya pensaba que se había perdido hace
muchos años, porque la vida nos lleva muchas veces por otros derroteros que no
te permiten hacer locuras como la de quedarte leyendo hasta las cinco de la
mañana, entre otras razones porque con la edad se te caen los párpados y te
quedas dormido mucho antes.
La trama es sencilla. Gabriel y Sonia se casan en 1966, y
tienen tres hijos: Sonia, Andrea y Gabriel, nacidos por ese orden. El padre,
que era la personificación de la alegría, muere cuando los tres hijos son
pequeños, y la madre, que en muchos aspectos recuerda a Bernarda Alba, se ata
los machos para sacar a su prole adelante. La madre, de carácter tenebroso,
decía que la alegría “trae mala suerte, porque detrás de la alegría viene
siempre la desgracia”. Imaginaos la infancia que tuvieron las tres criaturas.
La novela arranca con la idea de Gabriel de reunir a la
familia para celebrar el ochenta cumpleaños de la madre. Para ello, desoyendo
los consejos de Aurora, su mujer, llama a su hermana Sonia para organizar el
evento. Aurora, la mujer de Gabriel, es el personaje bondadoso al que todos,
tanto los hermanos como sus cónyuges y la madre, le cuentan sus cosas, sus
rencores, sus pequeñas mentiras que llevan fabricando desde su más tierna
infancia, esos recuerdos que muchas veces no sabemos si son reales o
inventados, esa vida fabricada en la que se culpan unos a otros de lo que les
ha deparado la vida, ese “si tú no hubieras…” tan repetido, sobre todo en el
caso de Andrea, un personaje muy conseguido, con una bipolaridad extrema en la
que unas veces es víctima y otras verdugo. Aurora, por su bondad, por su
mirada, por su silencio, es el paño de lágrimas de todos ellos. Esa primera
llamada de Gabriel a Sonia desencadena otras llamadas, otras confidencias, una
catarsis de recuerdos que se va desarrollando sin que Aurora pueda hacer otra cosa
que escuchar a uno y a otro, sin juzgar, sin saber a ciencia cierta si lo que
le cuentan es real o un sueño, y con la sensación, cada vez más más acusada, de
estar asistiendo a la formación de una tela de araña familiar sin poder hacer
nada.
Landero propone en su prosa conceptos muy interesantes relacionados
con las palabras. En su inicio, ya nos dice que los relatos, ni siquiera los
que se producen en el sueño, son del todo inocentes, que las palabras entrañan
una amenaza y que no es cierto que el viento se las lleve tan fácilmente. Quedan
ahí, larvadas y a la espera de desarrollar su poder, de reavivar rencores y
heridas que jamás han quedado del todo cerradas. Con mucha ironía y un sentido
del humor en cierto modo negro, Landero nos habla, por boca de Aurora, de ese “montón
de palabras que todos tenemos que son como fieras enjauladas y hambrientas que
están rabiando por salir a la luz”, o esas “cosas que se dicen pero que en
realidad no se sienten, ideas fijas momentáneas”, o las “conversaciones que
dicen poco pero que confirman la continuidad y la dulzura de los hábitos”.
Todos tienen algo, algún fantasma, un trauma infantil, un
recuerdo distorsionado por el tiempo y una imaginación desbordada. A medida que
avanza la novela descubrimos más de cada personaje y aparecen otros nuevos,
como Horacio, que vive en una especie de mansión encantada llena de juguetes y
cómics y se convierte en el primer marido de Sonia hija, o Roberto, su segundo
amor.
Leyendo la crítica de la novela me entero de que Landero la
escribió en cuatro días, como un fogonazo de imaginación que tuvo tras conocer
una noticia en un periódico. Se nota la pasión, la velocidad en la escritura,
la revelación en cada frase, ese estado de frenesí que suele provocar que lo
que se escribe se haga con el alma, del tirón, y eso es precisamente lo que hace
que la novela enganche. No os fieis mucho de la guarda que la editorial ha
colocado en los ejemplares como reclamo publicitario, en la que se compara esta
novela con “Patria”, de Aramburu. No tiene nada que ver, en absoluto, o al
menos a mí me lo parece. “Patria” es la reflexión, la hondura, el compromiso. “Lluvia
fina” es el torrente, la catarsis, el pasado que hace daño sin ninguna
injerencia exterior, como en “Patria”. En lo único que probablemente se parecen
un poco es en la perfección, en la humanidad con la que están construidos los
personajes, aunque para mi gusto los de Landero son más interesantes por sus
picos de carácter y sus puntos de inflexión.
Una novela más que recomendable, de esas que te hacen pensar
en tu propia existencia, reflexionar sobre muchos aspectos de tu vida, e
indagar en las causas del porqué de muchos de tus comportamientos vitales,
tomando conciencia de los episodios de la infancia en los que pudieron tomar
forma.
Voy a comprarlo ya. Transmites tal entusiasmo q estoy segura q me va a gustar. Los fantasmas del pasado al acecho es un tema siempre recurrente en nuestras vidas.
ResponderEliminarGracias, compartir las joyas literarias q caen en nuestras manos me parece muy generoso.
Muchos besos y felicidades por el blog. Me encanta
Mucha responsabilidad que lo compres por mi entrada, pero estoy seguro que te va a entusiasmar si te gusta el tema de los fantasmas del pasado. Ya me contarás cuando lo leas. Muchos besos y muchas gracias!!
EliminarImposible resistirse a leerlo después de haber leido tu crítica. Mi próxima compra y lectura.Ahora estoy con dos a la vez y no es plan jajaja.
ResponderEliminarYo también tengo dos abiertos, pero cuando empecé este ya no pude parar. Engancha desde las primeras líneas, ya me dirás qué te parece. Gracias!!
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