Escucho casi sin querer que en los restaurantes de las zonas turísticas de Madrid existen dos cartas, una para españoles (o madrileños, o del centro, vaya usted a saber) y otra para extranjeros, bastante más disparatada en cuanto a los precios que la otra. Escucho también los desmanes que cometen los taxistas con todo aquel que tenga pinta de guiri o de paleto. Es normal. No me extraña nada. Desde hace mucho tiempo, soy consciente de que, en España, si no perteneces al clan, estás perdido. Completa y absolutamente perdido.
Haces una reparación en el coche. Lo llevas al taller de confianza. Ya te has tomado unos cuantos cafés con el dueño, y te invitó incluso al cumpleaños de su hijo. Está hecho, ya perteneces a su clan. Compruebas con sorpresa que a otro caballero, que además había llegado antes que tú, le hacen esperar el doble, le hacen lo mismo que a ti, y le cobran cuatro veces más. Normal. ¿Qué narices esperaba, si es un desconocido?.
Haces una gestión en cualquier ministerio. El que sea. Colas interminables, formularios absurdos, y al final, un individuo de mirada lateral te dice “todo esto se podría agilizar si usted quiere”, o “si le hubiera hecho en mi estudio el proyecto de reforma, ya estaría aprobado”, o cualquier otra propuesta que, si perteneces al clan, te ahorras.
La corrupción en España es un mal endémico desde siempre, y a todos los niveles. Te engaña el funcionario, el del taller, el del puesto de la fruta. Te engaña tu compañero de estudios, que se presenta al examen cuando todos han decidido no hacerlo, te engaña tu compañero de trabajo, poniéndote la zancadilla ante tu jefe para escalar posiciones. Es acojonante. A veces, no basta con pertenecer al clan. Además hay que morder, por si acaso.
Las tramas Gurtel, Pulpí, etc, son sólo la punta del iceberg de lo que se mueve entre bambalinas. Cuando te has tomado un par de cafés con alguien que trabaja en la Comunidad, la que sea, te susurrará al oído que están en bancarrota, y que todo lo que se ha hecho (Madrid, Barcelona, Valencia...) ha sido con dinero de los fondos europeos, un dinero que se ha terminado para España. Te quedas sorprendido, entre otras cosas porque ese conocido se pasa todo el santo día sin dar un palo al agua, y nadie hace nada.
Pertenezco al clan de la construcción. Hay una crisis terrible, pero los promotores,los constructores o hasta los simples propietarios de una empresa de fointanería, siguen gastándose dinero en comidas, para amigos o clientes, de doscientos euros el cubierto, y viajando en business privado a sus dominios. Hay crisis, pero las grandes cadenas de ropa o de lo que sea siguen abriendo tiendas por todo el mundo. ¿A base de qué? Pues a base de pagar sueldos de mierda a sus empleados, que sin embargo están contentos por estar trabajando para una gran cadena.
El clan es fruto de la ignorancia y el miedo, y el miedo y la ignorancia generan paranoia. El clan es el que gobierna nuestros destinos, el que tapiza con un manto de ceguera cualquier cosa que se haga en su nombre. Es normal robar al que no pertenece al clan. Vivimos como en los tiempos de la Prehistoria, con clanes con todos lados, que soportan a sus miembros pero desprecian a los que no lo son. Los nacionalismos, los partidismos absurdos que buscan culpables antes que soluciones, las actitudes como la de no hacer nada esperando a que alguien falle para poder echarle la culpa de que el barco se hunda, sin plantearse siquiera la posibilidad de impedir ese hundimiento. Lo estamos viendo a cada momento, en el trabajo, en el bar de la esquina, en el banco, en ese restaurante en el que se permiten el lujo de pasar de atenderte, colando a los amiguetes, simplemente porque no perteneces al clan. ¿Cómo vamos a ser capaces de pedir esfuerzos a nuestros políticos, si a nosotros mismos nos encantaría tocarnos las narices como ellos?
Gerald Brenan lo definía perfectamente en “El laberinto español”. La actitud española está dominada por el caciquismo, el amiguismo, la desidia, y los delirios de grandeza procedentes de un desaparecido pasado imperial. ¿Cómo voy a llevarme yo comida a la oficina? Es algo que hemos escuchado en miles de ocasiones, cuando en Londres ves que los altos ejecutivos van en el metro con sus tarteras. Claro, tal vez la solución sea la de no viajar.
Odiamos al que tenemos enfrente si es catalán y nosotros madrileños, y dentro de Madrid, odiamos a los del sur si somos del norte, y viceversa. Cuando yo era niño, organizábamos guerras de piedras día sí y día también con los niños de “la otra calle”. Es inevitable, lo llevamos en la sangre. Ese cuadro de Goya con dos tipos que se dan de garrotazos con las piernas enterradas, sin posibilidad de escapatoria, nos define perfectamente.
Para acabar con el clan hay que abrir la mente, y para abrir la mente hay que fomentar la educación. No es posible evolucionar si no se cuida como a un hijo un campo tan importante como ese. Nuestras políticas universitarias y escolares están llegando a ser las más atrasadas no ya de Europa, sino del mundo. No creo que existan jóvenes más zopencos y superficiales en la faz de la tierra que los que aparecieron en “Curso del 63” o en cualquier programa de tv a los que les dejen asomarse. Estamos abocándonos a un auténtico desastre con la venda en los ojos, tratando de sobrevivir de mala manera y sin ningún resquicio a la esperanza.
Cuando llegue el momento del caos, el clan no nos va a salvar.
Hola Felixon:
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo con el último párrafo de tu artículo ya que creo que el concepto de "educación" es un poco ambiguo.
Desde mi punto de vista, la "educación" de compone de conocimiento, cultura y ética.
La transmisión de conocimiento es una tarea principalmente del sistema educativo mientras que la cultura y la ética son compartidas con el entorno personal y familiar del individuo.
El problema del clan lo veo relacionado con la ética, por tanto, no debemos culpar exclusivamente al sistema educativo por algo que no es de su única responsabilidad.
Estoy de acuerdo en que el problema que apuntas existe y es grave.
Tengo mi esperanza puesta en que se instale entre todos el concepto de ciudadanía, con todo lo que esto implica, entre otras cosas al ser ciudadano tenemos derechos y también obligaciones.
Lo que creo también es que esto es un largo camino.
Gracias por hacerme reflexionar.
Basilio.
Hola, Basilio
ResponderEliminarEstoy completamente de acuerdo con lo que planteas. Tienes toda la razón. Me he dejado llevar por una marcada tendencia a culpar a la educación por algo que es más responsabilidad del entorno familiar. Ojalá que se instaure pronto ese concepto de ciudadanía que indicas, y que se suele percibir, a poco que uno sea ligeramente observador, cuando se viaja fuera de las fronteras de la piel de toro.
Que me digas que te hago reflexionar es el mayor elogio que puedo recibir, y soy yo el que te lo agradece a ti
Un abrazo
Félix
He llegado a tu blog por casualidad, pero creo que voy a quedarme :) Lo seguiré de cerca.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy bueno.
ResponderEliminarAcertada reflexión sobre una detestable practica social basada en una engañosa realidad que no duda en argumentar que su conducta se rige por los principios y derechos fundamentales del individuo negando la evidencia de comportamientos que el único fin que persiguen es el beneficio propio sin importar las consecuencias que sobre el resto ocasionan.
ResponderEliminarPerdedores...?
ResponderEliminarAida, Diego, gracias por vuestras palabras.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo contigo, Azilagun. Gracias por dejarte caer por aquí.
Azil, perdona, pero no entiendo la pregunta
ResponderEliminarPERDEDORES....es un calificativo( con matices de desprecio) al que habitualmente recurren los integrantes del Clan para referirse o denominar a aquellos que no pertenecen al mismo y no comulgan con sus principios, en un acto de autocomplacencia.
ResponderEliminar(Reflexión personal)
Planteas un más que interesante punto de vista, Azil. No me había fijado en ese matiz, que es del todo correcto. Para los del clan, los que no pertenecen a él son perdedores, que no se han ganado el derecho a pertenecer a la manada.
ResponderEliminarMuy interesante. Da mucho que pensar. Gracias, Azil
Félix