miércoles, 12 de noviembre de 2014

Ni Amazon ni nada...

Creo que fue uno de los momentos más felices de mi vida. Recibí la llamada en el trabajo. Una gran editorial se interesaba por mi novela, “El hombre de Grafeneck”, tras quedar la misma bien clasificada en un concurso de novela histórica convocado por ellos. Recuerdo el placer que sentí mientras la entusiasta editora me felicitaba por ello. Ella misma había leído la novela, y lo que es mejor, le había gustado. Me entrevisté con ella personalmente, entusiasmado, y firmé el contrato de edición. La única pega es que la novela vería la luz únicamente en formato digital, en un sello creado por el grupo editorial.

Hubo campaña, por supuesto, patrocinio del club de lectura que se montó en Facebook, y entusiasmo, mucho entusiasmo por todas las partes, pero aquello no terminaba de funcionar. El sistema de compra de los libros era farragoso. Algunos amigos me decían que no habían sido capaces de descargarlo. Otros que no se veía, que los enlaces no conducían a ninguna parte… La gran editorial optó por cambiar de sistema digital, con resultados similares. En dos años apenas he vendido doscientos o trescientos ejemplares. Para mí tenía mucho más valor la profesionalidad y cariño de la persona que me recibió en aquel despacho del Paseo de la Castellana, que había creído en mí y en mi producto, que el resultado final de ventas, que a mi parecer no reflejaba en absoluto la calidad de la novela si la comparaba con otras que vendían más y sin embargo eran peores.

¿En qué radicaba la clave del problema? En que las editoriales se sorprendieron en su momento y no supieron reaccionar al indiscutible liderazgo de Amazon en lo referido a la venta digital. Algunas incluso se rindieron a la influencia del gran gigante, y publicaron en papel libros que ni siquiera se habían tomado la molestia de corregir (cosa que sí hizo, y de forma mucho más que profesional, la editorial que publicó “El hombre de Grafeneck” en su sello). Se ha discutido por activa y por pasiva que el problema de Amazon, líder mundial indiscutible en la venta de libros digitales, es la calidad. Cualquiera puede escribir y editar lo que le venga en gana, sin corregir y sin tomarse la molestia siquiera de comprobar si al menos está bien escrito. Después se anuncia a bombo y platillo entre los amiguetes, cuantos más mejor, se bombardea con publicidad en todas las redes sociales posibles, y ya está. A vender tocan. Pero se sigue cuestionando la calidad. ¿y qué hace Amazon al respecto? Convoca un concurso de novela, respaldado por un periódico de gran tirada y una prestigiosa editorial española. El concurso ya se ha fallado, y hay cinco finalistas. Me he tomado la molestia de leerme las primeras páginas de los cinco libros. Es sencillo, se puede hacer en Amazon.com, pinchando en “look inside”, sobre la portada del libro.

Y ahora es cuando van a comenzar a levantarse unas cuantas ampollas.

De los cinco libros finalistas, uno tiene un lenguaje, un estilo tan engolado y pretencioso que dificulta la lectura de una historia tan farragosa y copiada de la saga del señor de los Anillos que huele de lejos. Otro está mal puntuado y con evidentes faltas de ortografía. Otro tiene errores históricos de bulto y una tendenciosidad tan marcada que se hace insoportable, y el cuarto cuenta una historia con una protagonista tan sectaria y enamorada de sí misma que parece más bien el diario de una frustrada. Sólo uno de ellos se salva, al menos en esas primeras páginas. La historia que cuenta y el personaje que la lleva parecen interesantes. El nivel de este libro es aceptable a priori, pero no comprendo, sinceramente, que los otros cuatro hayan llegado a ser finalistas. Alguien dirá sin duda que esto es un lloriqueo porque mi novela no haya llegado a nada. Me da igual. La mía sin duda es mejor que cualquiera de las cuatro que he comentado.

Lo único que demuestra el resultado del concurso es que en Amazon, como en tantos otros lugares, sigue sin tenerse en cuenta la calidad, pero sí los comentarios de los amiguetes o las cifras de ventas de los libros, para lo cual no es necesario escribir bien, por supuesto, sino ser un experto en márketing viral e invertir un montón de tiempo en las redes.

Conclusión: ni Amazon, ni nada. No hay una vía segura para el que se busca un lugar en la literatura. Nadie está dispuesto a invertir en un valor que no sea seguro, salvo entusiastas personas como la directiva de esa gran editorial que creyó en mi novela y que sin embargo no disponía de un aparato editorial detrás con la funcionalidad que requiere un sello digital para poder competir con el gigante. Recientemente me fue ofrecida de nuevo la oportunidad de publicar mi última novela en digital, y no me quedó más remedio que rechazar la oferta, porque en ese campo Amazon no tiene rivales.

Estoy cansado de intentarlo, pero no me canso de escribir. No voy a colgar más cosas en Amazon, porque a la vista de los resultados del concurso he comprobado que la calidad les importa una auténtica mierda. Felicito a los autores que son capaces de disponer de cientos de comentarios elogiosos hacia sus obras, pero para mí es más importante que alguien me diga, como el editor de esa revista digital que me pide un relato de vez en cuando, que mi novela es una de las mejores que ha leído. Seguiré presentándome a concursos, porque a lo que no estoy dispuesto es a arrojar la toalla mientras veo cómo autores que hoy en día están consagrados en Amazon, son capaces de mentirme descaradamente sobre el argumento de su libro (no, tu novela no es como PERSÉPOLIS. En absoluto. Es un culebrón insoportable y mal escrito) para que lo compre, o solicitarme un comentario elogioso hacia su libro, o, lo que resulta más sangrante, pedirme que lo vote en un determinado concurso. Estoy harto de personas que se dicen “escritores”, pagados de sí mismos, cuando son incapaces de escribir una frase sin una falta de ortografía. Pero venden, y eso les hace pensar que son los reyes del mambo. Parafraseando a Unamuno, “Venderéis, pero no convenceréis”.

De todas formas, lo de no valorar la calidad literaria en España es algo que viene de lejos. Hace poco leí estas frases que parecen de rabiosa actualidad:

Y a la verdad, ¿qué es un literato en España? Una planta exótica a quien ningún árbol presta su sombra, un ave que pasa sin anidar; espíritu sin forma ni color; astro, en fin, desprendido del cielo, en una tierra ingrata que no conoce su valor”. Ramón de Mesonero Romanos

En todas partes es más apreciada la aristocracia del talento. En España no se lee porque no se escribe, y no se escribe porque no se lee”. Mariano José de Larra

La pluma no produce en España nada a nadie. Yo suelo decir que con el dinero que me traen las cuartillas, solo tengo para merendar. Es una cosa muy triste que las letras en este país no le produzcan al que las cultiva lo suficiente para vivir y tenga que estar a la caza de un destino o de un hueco en política en vez de ilustrarse”. Miguel de Unamuno

El fabricante de novelas es, sin duda, y ha sido siempre, un tipo de rincón, agazapado, observador, curioso y tenaz”. Pío Baroja


Pues eso, a seguir en el rincón, agazapado y observando, porque a lo que no estoy dispuesto, ni por lo más remoto, es a dejar de seguir escribiendo. Es lo que me gusta de verdad, y estoy convencido de que alguien se dará cuenta algún día de que no lo hago tan mal.