sábado, 17 de mayo de 2014

Algunas reflexiones relacionadas con el asesinato de León

Con relación a la inmensa polvareda que se ha montado en todas partes por el asesinato a sangre fría de Isabel Carrasco, se me ocurren algunas cosas:
1.- Se achacó en un principio al clima de odio generado contra la clase política. Creo recordar hablando en los informativos en este sentido a Rita Barberá, a Isabel San Sebastián, que insistió en vincularlo con los escraches, a Luis Salom, que culpa a un chiste que publicó El Jueves hace nada menos que dos años… "Este tipo de bromas acaban sembrando odio y, al final, ha pasado lo más grave, un asesinato", dijo el señor Salom.

Ninguno de los mencionados se ha disculpado, ahora que se ha demostrado que el crimen se debe a una venganza personal planeada desde hace dos años. Prácticamente en el momento de conocerse la noticia, ellos soltaron así, sin anestesia, y con la caja de resonancia que suponen los medios para cosas como esta, sus fantasmas personales.

Da la impresión de que no tienen la conciencia demasiado tranquila, de que saben que muy bien no lo están haciendo precisamente, cuando están tan seguros de que se está generando este clima de ODIO contra la clase política. Y puede incluso que sea verdad, que las actuaciones de los últimos años (bastantes años, incluso antes de que volviera a ganar el PP) hayan generado algo de odio, pero lo que han generado, sobre todo, es rabia, impotencia, desesperación ante la corrupción generalizada, ante la impunidad absoluta y vergonzosa de los que se han forrado con nuestro dinero, ante la descarada soberbia de unos políticos que siguen teniendo prebendas y sueldos altísimos cuando la situación no lo permite. Esto genera odio, pero también muchas cosas más, ante la imposibilidad que tiene el ciudadano de a pie de modificar la situación, porque su voto no vale absolutamente para nada. 

¿Se les ha ocurrido pensar a los que nos gobiernan que, posiblemente, para acabar con ese clima de odio, lo más sencillo sería que ellos hicieran bien su trabajo, que castigaran a los corruptos y a los miserables de sus filas, y que se ocuparan de verdad de gobernar de una forma eficaz y honrada?

2.- Ana Samboal, presentadora de Telemadrid, alucina frente a Hermann Tersch y Nicolás Redondo Terreros, y comenta que cada uno de nosotros es responsable de lo que nos está pasando, que hay seis millones de parados y que como ese clima de odio se generalice, adiós muy buenas. Sin comentarios. Una de las cosas que nos están robando precisamente es la de poder hacernos dueños de nuestra propia vida, porque repito, ni siquiera nuestro voto, o la ausencia del mismo, vale absolutamente para nada. Para esta señora no deben existir los miles de personas que han tenido que salir del país a buscarse la vida, ni los miles que saldrán en breve.

3.- Ahora resulta que la bestia negra es Twitter. Señores, por favor, vamos a tener un poco de cabeza. Twitter no tiene nada que ver con los descerebrados absolutos que lo usan. Nadie, ni Twitter ni ninguna otra plataforma, tiene nada que ver, de hecho, con la cantidad de descerebrados que llenan las calles. Pero seamos realistas, por el amor de Dios. No hace falta meterse en Internet para ser consciente de esto. Basta con darse una vuelta por los bares situados en los alrededores de un estadio un día de partido importante, para escuchar verdaderas salvajadas, en primer lugar contra el equipo contrario, pero también contra la mujer en general, contra los inmigrantes, contra la religión o a favor de ella… Señores, su política de educación (la suya y la de todos los gobiernos anteriores al suyo) está produciendo una auténtica plaga de descerebrados, movidos por el odio o por la insensatez, porque son incapaces de pensar de otra manera, con una mente abierta como la que tienen los habitantes de otros muchos lugares del mundo. Existe un artículo en el código penal, que es el 510, “que penaliza la provocación a la discriminación, al odio o a la violencia contra grupos o asociaciones”. No me jodan, señores. Si se aplicara ese artículo con rigor, media España estaría en la cárcel, y la otra media a punto de entrar. Y muchos de los dirigentes políticos que se llevan las manos a la cabeza, escandalizados por el clima de odio que ellos mismos han creado, también.

Ocurre lo de siempre. Los medios, los políticos, las personas comprometidas con cualquier ideología, los descerebrados, los incapaces, los imbéciles de todo rango, los que se creen el ombligo del mundo, los que creen que pueden sacar tajada, económica o de poder, se empeñan, cuando ocurre un hecho tan lamentable como este, de remover la conciencia de los que no tenemos absolutamente nada que ver, ni con lo que se ha hecho ni con lo que se dice. Yo no me siento culpable en absoluto de nada, y ni siquiera pensé en nada cuando me enteré de la noticia. Sospechaba desde el principio que se trataba de algo que llevaba mucho tiempo gestándose, de una venganza personal que nada tiene que ver ni con las afiliaciones de asesinada y asesinas, ni con el clima de crispación, ni con los escraches, ni con ninguna de esas tonterías. Dos personas matan a otra, a tiros, y eso es lo que debería hacernos reflexionar. Todo lo demás son esas gilipolleces con las que quieren calentarnos la cabeza para que votemos en un sentido o en otro y sigamos portándonos como corderos.

Algo muy podrido debe de haber en todo el tinglado que han montado, cuando el que gana las elecciones se alegra, a pesar de saber lo que, hipotéticamente, se le va a venir encima…

4 comentarios:

  1. Ese deporte tan popular, sobre todo en España, de echarle la culpa al empedrado y ya de paso escudarse en algo para ponerse a prohibir.

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  2. Suscribo todo lo que has escrito. Felicidades.

    Saludos.

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  3. Muy bueno. Muy en la línea del de hoy domingo de Elvira Lindo (te habrá copiado?,es broma).

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  4. Muchas gracias, Ramsés. Exacto, me ha gustado eso de "echarle la culpa al empedrado", es un símil muy bueno.

    Gracias, Nel, por haberlo leido y por haber comentado.

    Anda, pues me gustaría leer lo de Elvira Lindo. ¿Dónde puedo encontrarlo? Gracias, señorita Vio

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