Ayer coloqué un comentario en una página de FB que se
llamaba “Cambio tesoros del Vaticano por comida para Africa, ¿te apuntas?”, en
la que más de dos millones y medio de personas le han dado al “Me gusta”. Mi
comentario decía más o menos así:
“Los tesoros del Vaticano no son más que una gota en el
océano si los comparamos con la cantidad de pasta que nos están robando a nivel
mundial para las fábricas de armamento, o con las subvenciones para multinacionales
que fabrican sus cosas en países del Tercer Mundo explotando a seres humanos.
Por favor, no os dejéis engañar, que se supone que pensáis. A toda esa gentuza
le viene genial desviar vuestra atención hacia la Iglesia para que no
reflexionemos sobre lo que nos están haciendo. Si no os gustan los dictados de
la Iglesia, aunque muchos de vosotros os hayáis casado por ella y estéis bautizados y con la Primera Comunión, pasad de ellos, pero no le dediquéis vuestro desprecio. Dedicádselo a
los verdaderos culpables, que no son otros que un sistema financiero corrompido
e inhumano y una clase política que lo venera”
El comentario fue borrado, algo que ya supuse desde el momento
en que lo colgué. Muchas de las entradas de la página hacen referencia a los
curas pederastas, al aborto, a los preservativos, y a toda la lista recurrente
de dogmas de fe anticlerical.
No sé si voy a ser capaz de hacerme entender con esta
entrada, pero voy a intentarlo. No me considero religioso, y tengo dudas de si
soy creyente o no. No voy a misa, pero si algún día tengo que entrar en una
Iglesia para algún acontecimiento o para acompañar a alguien que quiere escuchar misa, lo hago, y no me salen sarpullidos, ni se me caen los
anillos, ni nada de eso. No considero a ”los curas” en su conjunto, de la misma
manera que no considero jamás a ningún colectivo en su conjunto. He conocido
curas magníficos, y curas pesados y dogmáticos. Cada persona es un mundo, y primero se es persona, y después lo que sea. Lo
que no hago nunca, ni he hecho jamás con ninguna institución, ya sea laica o
religiosa, es permitir que se entrometan en mi forma de pensar, o que traten de
“llevarme a su huerto”, como se suele decir. El problema está en que el
colectivo de turno, ya sea la Iglesia, la Cruz Roja, Greenpeace o el padre de
Domingo Ortega, se entrometerá en nuestra vida, en nuestra forma de pensar, lo
que NOSOTROS le permitamos, que en mi caso, como ya he dicho, es cero.
Partiendo de esa premisa, no entiendo el miedo, cuando el
miedo deberíamos tenérselo a los bancos, a la Bolsa o al Club Beidelberg, si es
que existe. No entiendo los ataques a personas que tienen fe, como Santi
Rodríguez, al que amenazó un fanático cuando declaró que era católico. No
entiendo esa comparación entre Iglesia y políticos del PP, cuando en la Semana
Santa andaluza, feudo del Psoe y de Izquierda Unida, todo el mundo se echaba a
la calle con un respeto reverencial ante los diferentes pasos. Existe mucha
gente humilde que tiene Fe, y al contrario. ¿Por qué, entonces, esa
intolerancia? Algunos dicen que la Iglesia sigue gobernando el mundo.
¿Realmente se lo creen? El mundo lo gobiernan cuatro hijos de puta que se
forran cada día más con la venta de armas y con los tejemanejes en la bolsa, y
el que desvíe su atención de eso es que no se entera o no se quiere enterar.
Centrémonos en la realidad, y no nos dispersemos con
tonterías. El aborto es un tema demasiado personal e íntimo como para dejarlo
en manos de cualquier institución, pero es que eso no hay ni que decirlo. El
uso del preservativo, disfrutar del sexo… Por favor, que ya somos mayorcitos, y
nadie tiene ni siquiera que opinar sobre lo que cada uno haga en su casa. Los
curas pederastas… Los pederastas, a secas. Nadie se mete con el turismo sexual
pederasta a países como Thailandia, por ejemplo, o con las redes de pedófilos
que florecen como setas en Internet. Tan hijos de puta son unos como otros,
pero el desprecio se desvía sólo hacia los curas.
Creo que muchas veces se ha utilizado la intolerancia hacia
la Iglesia como una forma de rebelión hacia nuestros mayores, que siguen yendo
a misa en cuanto se les presenta la ocasión, pobrecillos ellos, lo engañados
que están. Bueno, pues ya hemos madurado un poco. Desviemos nuestra atención hacia
los problemas realmente importantes.