sábado, 14 de enero de 2012

"La doctrina del shock", de Naomí Klein

Todos tenemos más o menos alguna teoría sobre lo que está ocurriendo con la economía mundial en general y la española en particular. Cada cual aporta su granito de arena en función de lo que ha escuchado o de lo que hayan dicho en el informativo de la mañana. Cada cual aporta su solución, influenciada muchas veces por su matiz político, por su estatus social, por su inteligencia o por su falta de ella. Las discusiones sobre economía, sobre paro, sobre crisis o sobre la prima de riesgo, algo que antes de lo que nos está ocurriendo ni siquiera sabíamos que existía, ganan “audiencia”, por utilizar un símil televisivo, a las que versan sobre fútbol, toros, o las veleidades sentimentales de Belén Esteban. No terminamos de comprometernos, porque tampoco entendemos lo suficiente como para saber qué camino deberían tomar los políticos a los que votamos. No podemos cargar la culpa contra un enemigo interno, porque el enemigo son “los mercados”, así, como suena, con toda su carga de dispersión y falta de concreción. Damos bandazos a uno y otro lado, mientras las empresas siguen cayendo, los créditos no fluyen y el horizonte se pone cada vez más negro. Sentimos cierta necesidad de indignarnos, pero nos damos la vuelta cuando comprobamos que a cualquier movimiento en ese sentido se juntan enseguida okupas, vagos y tañedores de flauta que nada tienen que ver con nuestro estatus. Por cierto, ¿cuál es nuestro estatus?
“La doctrina del shock”, el documental que pusieron ayer en la 2, resulta muy esclarecedor en muchos sentidos. Basado en el libro de Naomí Klein del mismo título, desgrana desde los comienzos la historia de las razones de lo que nos está pasando. Es una película amena, llena de imágenes reales de sus protagonistas, que analiza un período histórico que abarca desde la gran depresión hasta nuestros días. Poco a poco iremos entendiendo las razones, los motivos, la forma de actuar y las terribles consecuencias que se derivan de la política económica a la que nos están llevando unos cuantos descerebrados sin escrúpulos. El enlace para ver “La doctrina del shock” en youtube es el siguiente:


Todo procede de las teorías económicas de un catedrático de la Universidad de Chicago, Milton Friedman, que llegó incluso, posteriormente, a ser premio nobel de economía (impagables las imágenes reales de la entrega del premio, con un exaltado que le insultó). Este hombre era partidario de desregularizar la intromisión de los gobiernos en la industria y la economía, y de la privatización de las empresas públicas, con lo que se conseguiría que los problemas económicos se resolvieran por sí mismos. Es lo que se ha dado en llamar capitalismo neoliberal o capitalismo salvaje, que entronca profundamente con las ideas, opuestas en esencia, de John Maynard Keynes, que propugnaba la intervención gubernamental en la economía para que no se desmadrara la economía en función de las tendencias fluctuantes financieras, que es precisamente lo que está ocurriendo hoy. Keynes pensaba, y lo copio de la Wikipedia, “que el sistema capitalista no tiende a un equilibrio de pleno empleo de los factores productivos, sino hacia un equilibrio que solo de forma accidental coincidirá con el pleno empleo. Keynes y sus seguidores de la posguerra destacaron no solo el carácter ascendente de la oferta agregada en contraposición con la visión clásica, sino además la inestabilidad de la demanda agregada proveniente de los shocks ocurridos en mercados privados, como consecuencia de los altibajos en la confianza de los inversionistas”. ¿Os suena? Exacto, estamos precisamente en eso. Por alguna extraña razón que se me escapa, alguien decidió en algún momento adoptar las locuras de Friedman. ¿Quién? Tanto en el libro de Naomí Klein como en el documental de la 2, queda diáfanamente claro.
Las teorías de Friedman eran demasiado descabelladas como para llevarlas a cabo en el propio territorio de los Estados Unidos. Se exportaron a Chile, como una especie de experimento. Los “chicago boys” ocuparon varios altos cargos del ministerio de economía, y en esas estaban cuando surgió el amigo Allende desafiando el poder de los EEUU. ¿Qué hizo Nixon? Quitárselo de en medio y colocar al amigo Pinochet, de infausto recuerdo. Es en este momento donde aprendemos, viendo el documental, que esa teoría económica sólo puede darse en un estado en el que se mantenga a la población adormecida, aterrorizada, ya que la primera consecuencia de la aplicación de las privatizaciones salvajes es el cierre de industrias estatales, el paro, y por lo tanto, la indignación de la población, que se neutraliza con la búsqueda de un enemigo, exterior o interior, real o imaginario, que en el caso de Chile fue la lucha contra el marxismo, en la que murieron muchas personas y se torturó a una gran parte de la población. En Argentina se hizo exactamente lo mismo, con las mismas consecuencias. En un país en el que no había parados, la implantación de las teorías de Friedman provocó la mayor inflación del mundo. ¿Qué ocurría en el mundo supuestamente civilizado? Aparentemente nada, hasta que los amigos Reagan y Tatcher coincidieron en el poder. No quiero aburriros, porque ese documental hay que verlo. El caso es que ahora todo sigue igual. Bush se buscó el enemigo fuera cuando cayó el bloque comunista, centrando el eje del mal en Afganistán primero e Iraq después (curiosa la referencia a Pakistán, un hervidero de terroristas y fundamentalismo en el que EEUU no sólo no se  fijó, sino que le financiaba y le vendía material nuclear). El documental termina con Naomí Klein poniendo un ejemplo que estremece. Después de la Gran depresión, similar e incluso inferior a la ocurrida en los ochenta y los noventa, hubo más cuatro mil huelgas, ¿sabéis cuantas ha habido en esta crisis?”, y alguien de la sala responde “dos”, despertando la risa del auditorio, y la Klein aclara “veinte”, para acabar diciendo que la única manera de parar esto es luchar contra ello “ahí fuera”.

La visión del documental me dejó claras varias cosas que ya tenía claras desde hace tiempo, pero que no conseguía entrelazar hasta ayer.

-        Ya no existen las derechas ni las izquierdas, sino las ideas particulares de los políticos. En ese sentido, el documental falla, porque trata de imbuir un cierto tufillo izquierdista con homenaje a Obama incluído, pero no os dejéis llevar por los prejuicios. Quedaos con el grano y no con la paja. Tampoco es admisible tratar de achacar todo esto a unos experimentos con electroshock que se hicieron en EEUU a mitad de siglo. Esas partes del documental son anecdóticas, y no deben restarle su verdadera esencia. No podemos seguir votando a golpe de ideología, a ultranza, a uno u otro partido. No es lo mismo el afán privatizador de Esperanza Aguirre, por ejemplo, que el proteccionismo que parecen predicar otros. No hay por qué votar en bloque. Listas abiertas, por tanto, y exigir a cada uno que nos aclare las ideas que piensa aplicar. Eso en lo que se refiere a nosotros. Contra los mercados exteriores, en principio, no se puede hacer nada, pero si seguimos privatizando, acabaremos como Chile o Argentina.

-        El capitalismo salvaje provoca que un encargado general (o un consejero) gane cuatrocientas veces más que un empleado medio. Eso trae como consecuencia 8estremecedoras las imágenes en las que se muestra esto en el documental) que se instaura una élite de supermillonarios por encima de una población sumida en la miseria. Aclaremos esto:  Toda la población acaba sumida en la miseria, salvo la élite, y no nos engañemos: ni tú, ni yo, ni nadie de nuestro entorno, formaríamos parte de esa élite, a la que sólo se accede mediante amiguismos e influencias, como deja claro el documental en el caso de Rusia, con una casta de hipermillonarios amiguetes de Boris Yeltsin que se repartieron las industrias estatales a su antojo y disfrutaban de sus fiestas en el “salvaje oeste” en que se convirtió Moscú, frente a una población que se moría de hambre. El gran triunfo del sistema Friedman es la aniquilación de la clase media, y la creación de una población esclava y sumisa que trabaja para la élite cada día más rica.

-        Nadie, absolutamente nadie, ni los políticos, a menos que se den cuenta de una vez de que están a nuestro servicio, ni por supuesto los bancos, nos van a resolver la vida. Empezamos a ser vistos como carne de cañón, como pagadores de impuestos que no rechistan. Los sueldos son cada vez más bajos, lo que impide, junto a la subida de impuestos, que podamos levantar cabeza y vivir dignamente. Eso los que todavía contamos con sueldos, por supuesto, porque el paro atenaza cada vez más y la miseria está a la vuelta de la esquina. No podemos seguir siendo conformistas y aceptando situaciones de semiesclavitud laboral. No debemos consumir nada cuya manufacturación huela a esclavitud, y creo que eso resultaría sencillo si nos pusiéramos todos más o menos de acuerdo.

Friedman murió poco después del huracán que asoló Nueva Orleáns. Poco antes de morir dijo que la zona devastada era una gran oportunidad para empezar de cero y conseguir jugosos contratos de reconstrucción en la zona. Lo mismo se había hecho en Iraq, zona en la que acabaron existiendo más contratistas que soldados. Tras el tsunami de Filipinas, los que perdieron sus pobres casa de pescadores fueron expulsados de los terrenos que aquella ocupaban para levantar hoteles de lujo. El capitalismo salvaje no es la forma de salir adelante, ni mucho menos. Conocer su filosofía es el primer paso para luchar contra él, y el documental es una buena manera de acercarse al problema. Creo que el libro del mismo título también está disponible en la red. Os invito encarecidamente tanto a ver el documental como a leer el libro. No os defraudará, os lo aseguro.