domingo, 20 de noviembre de 2011

Adios, tristeza

Enhorabuena, “socialistas”. Y lo pongo, así, entrecomillado, porque lo cierto, queridos amigos, es que vosotros de socialistas no tenéis absolutamente nada.

Ese ha sido vuestro verdadero triunfo, el legado que nos habéis dejado tras unos cuantos años de desgobierno absurdo y rayano en la paranoia: acabar con la verdadera esencia del socialismo, con la filosofía que deberíais haber adoptado desde el principio, y que sin embargo despreciasteis, para emprender esa carrera sin sentido que ha terminado con las ilusiones auténticamente socialistas. Recuperar la ética, la decencia de las ideas y la integridad socialista en las que muchos de nosotros creíamos hasta que vosotros os habéis dedicado a destrozarlas sistemáticamente, va a resultar una labor titánica, de muchos años y varias legislaturas.

Comencemos por el final. ¿Cabe mayor desatino que la patética campaña electoral que habéis llevado a cabo? ¿No se os cae la cara de vergüenza al proclamar, a los cuatro borregos que hayan querido escucharos, que sois vosotros los únicos que tenéis la clave para salir de esta crisis? Si esa afirmación fuera cierta, ¿por qué no la habéis aplicado durante los casi ocho años que lleváis en el gobierno? ¿Cabe mayor desatino, a estas alturas, que hacer campaña ironizando sobre la política del rival, en vez de presentar las propias ideas? Señores, la gente ya no es idiota, o al menos la gente que no se haya dejado abducir por vosotros. Al genio publicitario que se le haya ocurrido imitar grotescamente a una simpatizante del PP para abrir los anuncios, habría que felicitarle públicamente, regalarle una maleta, y embarcarle con billete de ida a un país situado en el otro extremo del mundo, asegurando que no volviera jamás. “Pelea por lo que quieres”… ¿por qué hay que pelear? Yo no quiero pelear. Quiero mantener lo conseguido, y conseguir más, y que no se me escurra entre los dedos, que es lo que vosotros parecéis buscar. Vuestra campaña no ha sido más que la guinda en el pastel de incompetencia, inmadurez política, ignorancia y falta de compromiso que habéis estado elaborando durante todos estos años.

Os aplaudo, amigos. Habéis estado a punto de alcanzar la gloria. Hacía años que no se observaba en un país supuestamente civilizado una masa amorfa de población tan inconsciente, ignorante, cobarde y sumisa como la que, a fuerza de decretazos, campañas y lavados de cerebro, habéis conseguido vosotros. Nunca hasta ahora se habían visto vulnerados derechos tan fundamentales como la libertad de prensa o la libertad de expresión. Y lo habéis conseguido enmascarando vuestras acciones para disfrazarlas de modernidad, cuando obedecen en realidad a planteamientos tan anticuados, retrasados, pacatos y tercermundistas como los que se produjeron en la segunda república, posiblemente válidos entonces, pero en absoluto en los tiempos que corren. La prensa hace unos años libre se ha doblegado sumisamente a vuestros deseos. Cada vez que alguien levantaba la voz para debatir, era acallado de inmediato en aras de ese supuesto bien común que para lo único que ha servido ha sido para levantar ampollas entre grandes sectores de la población.

Lejos de fomentar la necesaria, si es que queremos llegar a algo, reconciliación entre las dos Españas, habéis conseguido agrandar la herida con vuestros planteamientos mentecatos y revanchistas. Vuestro socialismo no ha sido en ningún momento el socialismo de la transición, sino una especie de engendro alimentado por el odio y el afán de enfrentar a unos con otros. Ni una sola de las leyes promulgadas por vosotros ha servido para otra cosa que ralentizar, enfangar y calentar a la sociedad para la que en teoría habían sido dictadas.

Ante vuestra incapacidad manifiesta para controlar nada, desde la política exterior hasta esos jueces que dictan sentencias absurdas y ponen a delincuentes en la calle sin que nadie les pare, habéis vuelto la mirada al pueblo, algo que ha resultado nefasto para él. Os ha importado un carajo no sólo la educación, sino la estimulación del esfuerzo personal, de la capacidad intrínseca del individuo para decidir sobre su propio futuro. Habéis engendrado una juventud completamente desmotivada, ignorante, inútil, violenta, golfa, insolente y perezosa, acostumbrada a la subvención y a que alguien les resuelva la vida. En la búsqueda fanática y obsesiva de sectores de votantes cada vez más numerosos, os habéis olvidado en el camino a los verdaderos demócratas, a los que respetamos la individualidad y el libre albedrío del ser humano por encima de todo. Vuestra política ha sido comparable a esas dictaduras de derechas y de izquierdas, cercanas y lejanas, cuya única pretensión ha sido y será siempre la de anular al individuo y acabar con la clase media, verdadero motor de cualquier sociedad civilizada.

Vuestro ideal ha sido conseguir una masa de población miserable, egoísta y enfrentada a los que vosotros definís como “los que tienen mucho”, en ese paroxismo de ambigüedad y falta de criterio que ha caracterizado cada una de vuestras intervenciones. Una masa de población incapaz de medrar en la vida, de crecer, de pensar, de mantener unos ideales y unos valores que vosotros, por alguna siniestra razón que en realidad se me escapa, os habéis empeñado en eliminar de la forma más burda y primitiva.

Me siento triste, indignado y avergonzado de haber abrazado alguna vez el ideal socialista que vosotros habéis demolido con tanta contundencia. Un ideal al que se unieron en su momento personas y políticos dignos, íntegros y más o menos honrados. Un ideal que propugnaba la educación, la cultura y la honestidad por encima de cualquier otra consideración. Un ideal respetado en el mundo entero por lo que significaba. Un ideal, amigos, que si bien existe todavía en muchos países de Europa, ha muerto por completo en el nuestro. Os habéis rendido tan miserablemente a los dictados de los grupos de presión, engendrados muchas veces por vosotros mismos, que cualquier parecido de vuestra política con los ideales verdaderos, no es más que pura coincidencia. Habéis aplaudido y ensalzado a filibusteros como los señores de la SGAE. Vuestros ediles, ministros y diputados han sido los más incapaces de la historia, preocupados la mayor parte de las veces en sacar tajada o insultar a los rivales, que en reivindicar las necesidades de los electores. Ya, ya sé que a esto me vais a contestar que “los otros también lo hacen”. Jamás se ha utilizado tantas veces esa coletilla como en vuestro gobierno, para justificar miserablemente la vergonzosa costumbre de no hacer absolutamente nada por mejorar las cosas.

Enhorabuena, “socialistas”. Descansad, relameos de vuestras heridas, reflexionad sobre la debacle, pero sobre todo, dormid. Dormid, por favor, y que vuestro sueño dure muchos años.