viernes, 23 de octubre de 2009

Jesucristo Superstar



Creo que “Jesucristo Superstar” supuso un antes y un después en lo que a mis gustos musicales se refiere. Debí de comprar la banda sonora, un soberbio lp doble con libreto, fotografías y toda la parafernalia, allá por 1974, antes del estreno de la película en España. No paraba de escucharlo. Creo que llegué incluso a aprenderme las canciones de memoria. Una locura, vaya. En aquellos tiempos, en los que todavía no existían, yo me había convertido en un auténtico friki de una película de Norman Jewison que no había visto, gracias a la magia del vinilo.
No recuerdo muy bien cuando se estrenó la película. Debió de ser a mediados de 1975, porque muy poco después, en noviembre de ese año, se puso en escena la versión teatral, protagonizada por Camilo Sexto. Acudí al cine a los pocos días del estreno. Por aquel entonces yo era aún demasiado joven como para entender que hubiera en la puerta del cine Infanta Isabel unos cuantos grupos de personas que rezaban el rosario. Es algo que ni entendí entonces ni acabo de asimilar ahora. La película trata de forma muy respetuosa la figura de Jesús, y de hecho le encanta a muchas personas que conozco con arraigadas creencias religiosas. Llega uno a la conclusión, cuando pasa el tiempo y se forma un cierto criterio, de que al que le interesa montar una polémica, es capaz de encontrar motivos para hacerlo hasta en un simple vaso de agua.
Polémicas aparte, disfruté de la película todavía más de lo que lo había hecho con el doble disco. Creo sinceramente que “Jesucristo Superstar” es sin duda la mejor ópera Rock que se ha llevado jamás a la gran pantalla. Me gustó mucho también “Tommy”, de los Who, pero ni mucho menos como la otra. ¿Qué era lo que me llamaba la atención? ¿La increíble obertura, en la que ya se intuían desde el principio los números musicales que íbamos a disfrutar? ¿la no menos hipnotizante primera canción, con ese Judas magistralmente interpretado por Carl Anderson, el actor que ya había interpretado el papel en Broadway? ¿La escena de Jesús mostrando su angustia en el huerto de los olivos, con una canción que todavía me pone la carne de gallina cada vez que la escucho? La suma de todos esos momentos compone un cuadro musical y vital muy difícil de conseguir. A pesar de estar rodada en un desierto, con túnicas y ropajes de andar por casa, y con una estética hippy que en muchas otras películas aparece hoy en día desfasada, la tremenda carga humana de la relación de Jesús y Judas durante la última semana de vida del primero, desborda cualquier otra consideración, tanto de tiempo como de lugar.
Como suele ocurrirme en otras ocasiones, en otras muchas otras ocasiones, diría más bien, las canciones más famosas de un LP o de una película, como en este caso, no son sin embargo las que más me gustan. Me ocurre eso con “Yo no sé cómo amarle”, la archiconocida canción de María Magdalena, que inundó de singles el mercado, tanto en su versión inglesa como en la que tan acertadamente interpretó Ángela Carrasco en la versión española. Lo mismo me ocurre con la canción que da título a la película, “Jesucristo Superstar”, interpretada casi al final de la obra por un Judas que se supone que está en el cielo. Siendo digna, y muy tarareable en las ocasiones en las que se te mete en la cabeza, no se puede comparar, bajo mi punto de vista, con la ya mencionada “Getsemani”, o con el magnífico duelo vocal, que bajo mi punto de vista es el mejor que he escuchado nunca, entre Jesús y Judas, justo después de la última cena. Otra canción que se hizo famosa fue la de “Hosanna”, un himno que, curiosamente, escuché después en bastantes iglesias. En “Getsemani”, es increíble la forma en la que Jesús refleja su angustia ante el sacrificio al que le ha avocado su padre. Hay quien dice que mostrar a Jesús desde ese punto de vista tan humano tuvo también algo que ver con la animadversión de cierto sector cristiano, para quien Jesús no sólo es hijo de Dios, sino, simplemente, Dios. Independientemente de lo que crea cada uno sobre la figura de Jesús, lo que es indudable es que la canción, y lo que nos cuenta, es de una belleza que destaca por encima de todo.
Estas que he nombrado son sin duda las canciones más famosas de la obra, pero hay una, en concreto, que forma parte de la selección de las diez mejores canciones que he escuchado en toda mi vida. Se trata de “El sueño de Pilatos”, interpretada por el actor inglés que daba vida a Pilatos, Barry Dennen, en su primera aparición en el film. Sobria, medida, con un suave acompañamiento de guitarra, la sugerente voz de Pilatos nos cuenta el sueño que ha tenido esa noche, en el que aparece un pobre galileo al que todo el mundo odia. Increíble, de verdad. La canción parece un remanso de paz previo a la tempestad que se nos hecha encima después.
Tengo que confesar que jamás llegué a ver la versión teatral de “Jesucristo Superstar” en España, y que conste que es algo de lo que me arrepentiré toda la vida. Fue tan honda la impresión que me dejó la película, que tuve la certeza de que nada podría superarla. Años después tuve la ocasión de ver la obra de teatro en Londres, y puedo aseguraros que me decepcionó profundamente. Después he visto otras versiones, tanto en televisión como en teatro, pero no hay nada que hacer. La magia que se desprende de esa vieja película de Jewison es algo irrepetible, al menos, repito, bajo mi punto de vista. Creo que nunca he visto, en ninguna otra película musical, que los cantantes se esfuercen tanto por dar lo mejor de sí mismos. Las venas del cuello de Ted Neely parecían siempre a punto de estallar cuando lanzaba esos increíbles agudos que se te metían en el cerebro. Yvonne Elliman, a pesar de parecer una poquita cosa, tenía una voz que enamoraba, y hasta el mismo Herodes se marca un número de cabaret que pasará a la historia como uno de los mejores jamás interpretados.
A la ya mencionada polémica entre ciertos sectores de los creyentes católicos, se unió otra de la que en España, dado nuestro grado de ignorancia ancestral, apenas nos enteramos. En su momento se acusó a la película de antisemita, al presentar a Caifás y a sus secuaces como auténticos cuervos, vestidos de negro y con ansias de sangre. Tuve la ocasión hace poco de escuchar una entrevista a Tim Rice, el autor de la letra de la obra, que declaraba que se trataba de una historia de unos judíos que querían eliminar a otro judío, que era Jesús. No hay nada de antisemitismo en ello. Norman Jewison, cuyo apellido significa algo así como “hijo de judío”, se prestó a dirigir la película sin ningún escrúpulo, seguramente porque no veía nada de antisemita en ella. Independientemente de las polémicas que pudiera suscitar, que como ya he dicho antes se pueden encontrar hasta en un simple vaso de agua, creo que “Jesucristo Superstar” debería ser considerado como una de las joyas más importantes del séptimo arte.
Otra vez tengo que dar las gracias a Carmen por las magníficas acuarelas que ilustran esta entrada. Ha captado como la buena artista que es la serena y bondadosa de Ted Neely en el papel más importante de su vida, y nos regala un sketch rápido, un boceto, del enfrentamiento entre Jesús y Judas después de la última cena. Muchas gracias, Carmen. Te superas a ti misma día a día. Ya sabes que he vuelto a retomar el blog gracias en gran parte a la oportunidad que me brindáis Juan y tú de contar con vuestros trabajos para dignificar unas entradas que, sin ellos, ya no serían lo mismo.

Hasta la próxima entrada.