miércoles, 7 de octubre de 2009

La que se nos viene encima


Dedicado con todo mi cariño a Carmen Jiménez y a Juan Valdivia, ese par de liantes...

Retomo este blog en gran parte gracias, o por culpa, de ese par de liantes a los que dedico la entrada. Con sus palabras de ánimo, con sus artículos en los blogs que ambos presiden, y que os aconsejo encarecidamente, y sobre todo, porqué no decirlo, con su imprudencia temeraria, han conseguido que me vuelva a liar la manta a la cabeza, así que sólo me queda decir lo siguiente: que sea lo que Dios quiera. ¡! Que apechuguen ellos con las consecuencias ¡!.

Comencé este blog con la idea de dedicarlo a temas generales, aunque finalmente desembocó en un blog de cine. No es que haya cambiado de idea, pero pretendo alternar ese gran tema, en el que tanto Carmen como Juan como Carlos León se mueven como pez en el agua con sus maravillosas ilustraciones, con otros asuntos que, por su temática o naturaleza, despierten mi interés. Es por ello que para la de hoy, primera entrada de la reanudación, haya escogido un tema de rabiosa actualidad. Tan rabiosa, de hecho, que se refiere al programa que emitieron ayer en Antena 3, sin ir más lejos. “Curso del 63”, creo que se llama, porque tuve la inmensa desdicha de verlo empezado.

¿A qué me refiero con el título de la entrada? Simplemente, a eso. Después de ver el programa, y de contemplar el futuro del país, representado por unos cuantos chavales y chavalas que no tienen desperdicio, no me queda más remedio que echarme las manos a la cabeza, y rezar.

Vivimos en un país de difícil clasificación en lo que se refiere a las gentes que lo habitan. Nuestra rancia y arribista estirpe de empresarios no se encuentra ya en ningún lugar, ni de Europa ni de, me atrevo a afirmarlo, del mundo. Pelo engominado, gafas de sol (look “el bigotes”, por poner un ejemplo), entrada para la corrida de toros asomando por el bolsillo, es capaz de discutirle durante un par de días a uno de sus empleados una subida de diez céntimos la hora, pero ni siquiera se despeina cuando invita a varios amigos, socios, o simples advenedizos, a una comida de trescientos euros el cubierto. Ese es nuestro empresario tipo. Tripero, putero, y más cosas que acaben en “ero” que se os puedan ocurrir. Se buscará un florero elegante, distinguido, de largas piernas y sedosa cabellera, que luzca bonito en su yate de quince metros de eslora.
Nuestro obrero tipo tampoco encuentra parangón en el resto de Europa. No es de extrañar, con estos mimbres, que seamos los últimos en salir de la crisis, si es que salimos. Sindicalista de frases hechas, vago, vocinglero, chauvinista y con el palillo en la boca siempre a punto, se queja de que un rumano realice en media hora el trabajo que él desarrolla en un par de días. Su eterno rencor hacia el patrono (el del pelo engominado) le revuelve tanto las tripas, que se pasa más de la mitad de la jornada laboral planeando estrategias para un escaqueo cada vez más pronunciado. De las doce horas que se pasa en su puesto de trabajo (esa es otra. Más vale estar, aunque no se produzca nada), unas cuantas las dedica a temas de su vida personal.
Cuando hablo de patrono y obrero me refiero a todos los órdenes de nuestra sociedad, no sólo a los patronos o los obreros de la construcción, que son tan respetables, o tan poco respetables, como los funcionarios, los empleados de una tienda, o los que se dediquen a cualquier otra actividad. La vida se paraliza en España a la hora del desayuno, que oscila entre las diez y las doce de la mañana, si es que no se prolonga más. Da igual que la cola llegue hasta la parte de atrás del edificio. Esa es la forma en que se construye el país. La vida se paraliza también ante un partido de fútbol, una corrida de toros, o las fiestas del pueblo. Da igual que estemos en crisis. Al fin y al cabo, hay que divertirse, tomarse la vida con filosofía, que para eso somos mediterráneos, coño.
¿Cuál es la alternativa a todo esto? Por nuestra buena salud mental y nuestro futuro, espero de todo corazón que no sea la que vi ayer.
¿Pero de dónde coño han salido unos zopencos como los que exhibió ayer Antena 3? ¿Es real? No me lo puedo creer ¿No está preparado? ¿Es posible que se confunda a Cervantes con un escritor de la generación del 27, o que alguien declare, con una bobalicona sonrisa, que 2 por seis son dieciocho? La visión del programa resultaba tan alucinante, que no daba crédito a mis ojos. Aluciné cuando uno de los alumnos abandonó el centro porque le obligaban a cortarse el pelo. El argumento que dio fue que “su pelo era él”. Creo que era el más sensato, porque probablemente era cierto que su pelo fuera bastante más inteligente que la cabeza sobre la que estaba.
Aluciné cuando una niñata que presumía de tener un piercing en el pezón, declaró que la habían echado de dos colegios por pegar a sus profesoras. Aluciné cuando un niñato presumía de pasarse no sé cuántas horas al día en el gimnasio, después de dejar los estudios a los quince años para ponerse a trabajar. Aluciné cuando una chica que casi no sabía ni hablar, dijo en el patio “habemos varios de Málaga y unos cuantos de Valencia”. Aluciné, de verdad, pero cuando más aluciné, y eso os lo juro por lo más sagrado, fue cuando entrevistaban a los padres de cada una de las “criaturas”, verdaderos frikis todos ellos, con pendientes imposibles, tatuajes, vestidos comprados para la ocasión (salir en la televisión es probablemente lo más importante que les ha ocurrido en sus vidas), y una actitud entre chulesca y provocativa, de defensa a ultranza de sus ignorantes vástagos. Uno de los padres, en un alarde de saber estar y de defensa de valores, dijo ante las cámaras que “si el profesor me hace eso a mí, le suelto una hostia).

Esa hostia, tan repartida en los institutos a los profesores, y no a los propios hijos, es la que tiene sin duda la culpa de lo que está pasando. El programa en cuestión no es más que una prueba palpable de que se ha despreciado desde tiempo inmemorial la disciplina, por considerársela un símbolo de la etapa anterior, en una de esas gilipolleces filosóficas que están dando al traste con nuestra educación, que sin duda es lo más importante, como saben muy bien nuestros vecinos europeos. Es lo mismo que no reforestar nuestros bosques “porque lo hacía Franco”, como si la medida perdiera su validez por haber sido utilizada por un dictador. No tiene nada que ver el hecho de que uno sea de izquierdas o de derechas para que tenga una serie de valores y unos cuantos conceptos de educación mínimos. Eso es lo que se está tratando de inculcar, que la educación del individuo es un privilegio de la derecha, cuando la realidad debería ser otra muy diferente.
Sin embargo, lo peor de todo no es que se desprecie la indisciplina, sino que se considere la cultura, una cierta cultura, aunque sea mínima, poco menos que como un signo de imbecilidad. Seguro que cualquiera de las criaturitas de ayer sabe de sobra cuál es el último éxito de Juanes, pero cualquiera es incapaz también de saber la tabla del dos. Eso lo justificaba una de las madres, con tatuajes en el brazo, diciendo “es que mi hija es muy de hoy”. No sé a qué se refería la buena señora con eso, pero si el hecho de que una niña lleve un piercing en la teta es muy de hoy, yo debo de ser un retrógrado de mucho cuidado. Si no saber hablar, soltar un taco cada tres letras, mascar chicle de forma compulsiva, gritar como un poseso o reírse en la cara del profesor es de hoy, va a costarme ponerme al día.
Tengamos un poco de sensatez, por favor. Tanto esos chavales como sus padres se harán famosillos por el programa, y se convertirán entonces en modelos a seguir por otros muchos chavales y padres de chavales.Creo sinceramente que deberían sacar a los chavales del colegio por una temporada y meter a sus padres, que buena falta les hace. Si a las sandeces de series como “Física o química”, unimos ahora este programa, no me queda más remedio que repetir el título de esta entrada. Dios mío, la que se nos viene encima.

En el próximo artículo hablaré de cine, lo prometo.