martes, 20 de mayo de 2008

Películas de jazz. Segunda parte



Siguiendo los acertados deseos de mi amigo Victor Hugo Escalante, no me queda más remedio que comenzar esta entrada hablando de la película “El hombre del brazo de oro”(1955), de Otto Preminger, un gran director al que probablemente dedicaré la próxima entrada. La película, protagonizada por Frank Sinatra en el que probablemente representa el mejor papel de su carrera, está rodada en un contundente blanco y negro, y aunque no esté plenamente dedicada al jazz, es merecedora de figurar en una antología dedicada a este género musical, tanto por su soberbia banda sonora, firmada por Elmer Bernstein, como por la profesión que quiere ejercer Frankie Machine, el personaje interpretado por Frank Sinatra, que es nada más y nada menos que la de trompetista de una orquesta de Jazz.

Frankie Machine vuelve a su barrio, situado en una zona marginal de Chicago, después de pasar una temporada en una clínica de desintoxicación. Su esposa, interpretada por Eleanor Parker, vive atada a una silla de ruedas, al parecer debido a un accidente del que tuvo la culpa su propio marido. Poco a poco, y ante la falta de oportunidades, asistimos a la paulatina decadencia vital de Frankie, que retoma su afición al póker, y sobre todo su aparentemente perdida adicción a las drogas, concretamente a la heroína, hostigado por el camello del barrio, un engominado personaje llamado Louie, que le dice “la adicción a las drogas solo se cura con más droga”.

Al fracasar en una prueba de trompeta que se le presenta debido a que no ha descansado nada, Frankie se derrumba como persona, y decide desintoxicarse en casa de la que fuera su amante, una escultural Kim Novak. Las escenas de la ansiedad que le provoca el mono de heroína fueron censuradas en su época por su extrema crudeza. Un gran título incluso para los no muy aficionados a Frank Sinatra, que interpreta en esta ocasión a un hombre consumido por sus propias circunstancias vitales, ciertamente dramáticas. Una película inclasificable entre el drama y el cine negro, pasando por una especie de neorrealismo a la americana bastante entrañable.

“El trompetista”(1950), de Michael Curtiz, gran amante del jazz, nos cuenta la aventura vital de Rick Martin, interpretado por Kirk Douglas, un trompetista vocacional que da sus primeros pasos prácticamente en la niñez, poco después de quedarse huérfano. La película narra la vida de un trompetista real, Bix Beiderbecke, que sentía verdadera pasión por el instrumento que tocaba. Para contar la historia, Curtiz nos regala la presencia de un narrador de lujo, el famoso músico Hoagy Carmichael, que interpreta al amigo íntimo de Rick Martin.

Rick acompaña con su trompeta las canciones a la cantante Jo Jordan, interpretada por la estrella musical Doris Day, que se mueve como pez en el agua por cualquier tipo de escenario. La cantante tiene una amiga fatal, como no podía ser menos, ínterpretada por una bellísima Lauren Bacall, que vive su momento de romance con el músico. Se trata de otra película en blanco y negro, como debe ser cualquier película de jazz de la época que se precie. También existen conexiones entre este tipo de cine musical y el cine negro, sobre todo cuando Rick toca en el club de unos delincuentes. No es que se trate de una película famosa, ni del mejor papel de Kirk Douglas, pero es seguro que no dejará indiferente a ningún amante del jazz. Los números musicales, muy numerosos tienen gran calidad.

Prometí la semana pasada escribir de otra película de Scorsese que omití totalmente a sabiendas de la entrada dedicada a tan insigne director. Se trata de “New York, New York”(1977), protagonizada por Robert de Niro en el papel del inolvidable Jimmy Doyle, y Liza Minnelli en el papel de la inolvidable Francine Evans. La pareja se conoce el mismo día en que acaba la Segunda Guerra Mundial, y decide unir sus vidas, no sin cierta reticencia inicial de Francine, a la que acosa sin ninguna piedad y con bastante pesadez el implacable Jimmy. Los diálogos obsesivos que protagoniza la pareja recuerdan bastante a los que se mostraban en “Toro salvaje” entre el boxeador y su mujer o su hermano. No creo que exista nadie en el mundo que no haya terminado odiando la cargante machaconería de Robert de Niro en estas dos películas. El rifi-rafe protagonizado con el siempre grandioso Lionel Stander es digno de figurar en la zona más alta del altar a situaciones surrealistas en el cine.

Independientemente de la dolorosa personalidad de los dos protagonistas, que se van desuniendo sin remedio desde el mismo momento en que deciden unirse, hay que destacar la soberbia capacidad musical tanto de uno como del otro. Se ha dicho muchas veces que Robert de Niro tocaba personalmente el saxo en la película, pero al parecer no fue así. La personalidad de quein tocaba el instrumento puede albergar alguna duda, no existe ninguna con respecto a la soberbia voz de Liza Minelli, que para mi gusto superó incluso con este título a la Sally Bowles de “Cabaret”.

Como escenas memorables, mencionar aquella en la que Robert De Niro toca en un club de músicos de color. Nunca he podido, ni leyendo los títulos de crédito, conseguir saber quienes eran los músicos que le acompañaban en esa escena, pero no creo haber vuelto a ver tocar jamás a un pianista con la agilidad en los dedos que tiene el que aparece ahí. Otras dos escenas memorables son las que muestran las diferentes interpretaciones de la canción New York New York, compuesta por De Niro (en la película). Sobria y contenida la del saxofonista, y grandiosa y musical la de Francine, como sus personalidades, diferentes y muy alejadas la una de la otra, pero convergentes en la dosis de arte de su alma. Jimmy y Francine se separan, pero en el fondo se quieren. Existe un final alternativo en el que vuelven a unirse, pero yo me quedo, sin ninguna duda, con el final oficial, puede que más triste, pero infinitamente más sugerente.

Y quiero finalizar con “Calle 54”(2000), de Fernando Trueba, que no siendo una película de jazz puro, supone una buena muestra, por no decir la mejor, de lo que representa el conocido como jazz latino o jazz fusion.

A la desaparición de las salas de sesión continua en Madrid le siguió muy de cerca la proliferación, como si de setas se tratara, de minúsculas salas en galerías comerciales, agrupadas sin orden ni concierto, con nefastas condiciones sonoras y una pantalla poco más grande que la que se puede comprar uno hoy en día en cualquier establecimiento en el que vendan televisiones de plasma. A la sala se entraba por una parte y se salía, a la puta calle, por una puerta situada normalmente junto a la pantalla. Fue el paso intermedio entre las mencionadas salas de seión continua y las grandiosas salas actuales, con su Dolby Surround y sus enormes pantallas, posiblemente las más grandes de Europa (he estado ya en ocho cines que presumen de tener la pantalla más grande de Europa, vaya usted a saber porqué).

Pues bien, fue en una de esas cutre-salas en la que vi, un domingo por la noche (estaba solo en el cine), el sentido homenaje de Fernando Trueba a toda un género musical, representado por músicos tan prestigiosos y sugerentes como Cachao, Gato Barbieri, Eliane Elías, Michel Camilo, Chano Domínguez, Bebo Valdés, Chucho Valdés, Paquito de Rivera, Patato, Puntilla, Jerry González o el mismísimo Tito Puente. Trueba nos introduce en cada una de las piezas musicales mediante una breve entrevista con el músico en cuestión, en la que este nos revela aspectos más o menos interesantes de su vida y de su obra. Si algo se desprende de la película, es el gran amor que siente Trueba hacia este tipo de música, que al parecer conocía y devoraba desde principios de los años ochenta. A pesar de la mala calidad del sonido, acabé tan enamorado de este tipo de música que no he dejado de escucharla desde entonces.




Tenemos hoy el placer de poder disfrutar de dos magníficas acuarelas, la primera del ya habitual Juan Valdivia, que representa una escena de "Round Midnight", y la segunda de Carlos León Salazar, que ya ilustró la entrada sobre Homprey Bogart con una magnífica escena de casablanca. Estas dos acuarelas han viajado a la exposición de Hispacuarela que se celebrará en Junio en Puerto de Santa María, en Cádiz. Os invito a visitarla a todos los que tengáis ocasión. La gran calidad de todos los artistas de Hispacuarela lo merecen. Gracias a los dos por vuestra colaboración y por vuestro arte.