domingo, 11 de mayo de 2008

Cine en estado puro. Martin Scorsese


Por razones que no vienen al caso, he tenido bastante abandonado este lugar de encuentro para los aficionados al cine durante una corta temporada. Ante la necesidad casi física de retomarlo, he querido dedicar la primera entrada a un maestro, a uno de los más grandes representantes del séptimo arte de todos los tiempos.

Scorsese es probablemente el único director de todos los que he hablado hasta ahora al que se le queda corta una simple entrada del tamaño de las que suelo escribir para este blog. No hay una sola de sus películas que me haya dejado indiferente, ya sea por su originalidad, por su buena factura, por el sentido del humor y la ironía que desprenden muchos de sus títulos, por la música, por los actores (el De Niro en sus mejores tiempos, Harvey Keitel, el impagable Joe Pesci) o por el conjunto en general. Un director que ataca con su singular profesionalidad cualquier género que se le ponga por delante, que nos depara dosis de poesía, de violencia, de humor y de sorpresa a partes iguales, como solo un maestro sabe hacer.

Taxi Driver (1976) se estrenó en España algo más tarde, en plena transición. Robert de Niro, jovencísimo, representa el papel de un veterano de Vietnam al que una extraña enfermedad, aderezada con algún tipo de patología cerebrel, no le permite dormir, por lo que aprovecha las noches para conducir un taxi y sacar algo de pasta. Como escena memorable de esta película, entre otras muchas, tengo que citar la cara que se le queda a Cibyll Sepherd, jovencísima, cuando nuestro amigo Travis (Robert de Niro) la invita al cine, con total naturalidad e inocencia, a ver una película pornográfica. La chica huye espantada, como no podía ser de otra manera, y Travis la persigue hasta la obsesión (Scorsese ha sabido extraer con singular maestría el lado obsesivo de De Niro, en este y en otros cuantos títulos). Como ella trabaja en la oficina electoral de un candidato a presidente de los EEUU, y no le hace ni puñetero caso al taxista, Travis decide acabar con la vida del candidato, por eso, porque su secretaria no le hace caso.

Resultan sorprendentes muchos de los comportamientos de Travis en esta película. Se recuerda bastante la escena de cuando tira al suelo la televisión, sin aspavientos, simplemente volcándola poco a poco con el pie. Resulta mítica también la escena del ensayo con la pistola, cuando, frente al espejo, repite una y otra vez “¿Me hablas a mi?. ¿Estás hablando conmigo...?”, frases que, según la leyenda, se inventó sobre la marcha el propio Robert De Niro. El caso es que, ya se sabe, un clavo saca a otro clavo, y Travis se enamora de Jodie Foster, posiblemente en el mejor papel de toda su carrera, que trabaja como prostituta bajo la batuta de un Harvey Keitel que, a partir de entonces, se convirtió en uno de mis actores fetiche. Y ocurre lo que tenía que ocurrir. El desquiciado Travis, para liberar a su querida amiga de ese mundillo podrido, se carga a unos cuantos gángsteres de poca monta, y se convierte en héroe urbano de la noche a la mañana. Un gran título, que cuenta con la participación de actores consagrados y de otros que se consagrarían en esta ocasión.

New York, New York (1977) merecería figurar en esta entrada, pero he preferido reservarla para la siguiente, el segundo especial dedicado al cine de jazz de todos los tiempos. Pasamos pues, sin más dilación a “Toro salvaje”(1980), posiblemente la película con el comienzo más poético de todos los tiempos, con Robert de Niro entrenando a cámara lenta como Jake La Motta, mientras suenan los compases de la obertura de “Caballería rusticana”. Inolvidable. Solo por esta épica escena merece la pena ver la película.

Jake La Motta, terriblemente obeso y medio sonado (creo que esta fue la primera ocasión en la que De Niro hizo gala de su extraordinaria capacidad para adelgazar y engordar en función de las exigencias del guión), nos cuenta su vida, sus inicios, sus entrenamientos con la ayuda de su hermano Joey (Joe Pesci), sus neuras con su mujer y sus problemas con la mafia, que le obligaba a amañar combates. Las escenas de boxeo son brutales, magistralmente rodadas mezclando escenas a ritmo normal con tomas a cámara lenta. La sangre y la saliva de los contendientes salpica la pantalla. La película, rodada en un formato que recuerda bastante al documental, representa un duro alegato contra un deporte que debería considerarse más como una carnicería o como una regresión al Imperio romano que como una actividad lúdica. “Toro salvaje” entra por méritos propios en las películas que, denunciando esta salvajada, muestran también su belleza, la fascinación que producen dos hombres dándose puñetazos hasta la extenuación. Personalmente, esta y “Más dura será la caida”, ya comentada, son las máximas representantes de esta tendencia de denuncia.

Habría que haber echado del país a la persona a la que se le ocurrió titular en castellano "After hours”(1985) como “Jo, que noche”. Recuerdo que muchos de mis amigos se echaron para atrás, a la hora de ir al cine a verla, a causa de ese título tan ridículo.

¿No habéis sufrido a veces la pesadilla de tener que llegar a algún lugar y no conseguirlo nunca?. Por lo que sea, por que no funciona el metro, o no funciona el autobús, o se os ha olvidado algo y tenéis que volver a casa...Suele ocurrir cuando tenéis una cita importante al día siguiente a primera hora, y las provoca el miedo a quedarse dormido. Os despertáis jadeando, sudorosos, con la ansiedad a flor de piel...Bueno, pues eso es lo que se muestra perfectamente en la película “After hours”.
Paul (Griffin Dunne), un técnico informático que representa perfectamente al ciudadano medio típico y anodino, tendrá un estrafalario encuentro con la fauna más extraña de la ciudad de Nueva York a raiz de su medio enamoramiento de Rossanna Arquette, que, todo hay que decirlo, en esta película está como para enamorarse de verdad de ella (sin desmerecer para nada a Linda Fiorentino, su amiga, que también sale guapísima). Por una serie de catastróficas desdichas (porque no se pueden definir de otra manera), el bueno de Paul sufrirá en sus carnes la que sin duda se convertirá en la peor noche de toda su existencia. Imposible destacar a un personaje en particular. Todos son surrealistas. Paul es capaz de provocar en el espectador, con auténtica maestría y a causa, sobre todo, de su insultante normalidad cuando se le compara con el resto de personajes que le rodean, la sensación de que no se merece, ni de lejos, nada de lo que le está ocurriendo. Una comedia inteligente, amena, cuya acción arranca de la absoluta tranquilidad hasta subir, in crescendo, hasta las más altas cimas de la locura.

Con “El cabo del miedo”(1991), Scorsese nos demuestra con autoridad que algunos remakes, aunque sea contados con los dedos de una mano, superan con creces a la película en la que se basan. “El cabo del terror”, protagonizada por Gregory Peck en el papel de abogado y Robert Mitchum en el papel de Max Cady (curiosamente, los dos tienen un papel en el remake de Scorsese) es una digna película de cine negro, pero no consiguió despuntar en el universo cinematográfico tanto como lo hizo su secuela.

¿Quién no ha dicho nunca “Abogador...”, influenciado por la imitación de “Cruz y Raya”?. Pues eso es lo que le dice Robert de Niro a un asustado Nick Nolte en una de las escenas más memorables de la película. Resulta difícil olvidar la imagen de Max Cady entrenando en la cárcel, con esos inquietantes tatuajes diseminados por todo el cuerpo, o la escena en la que se agarra a los bajos de la furgoneta del abogado para acompañarle en su huída. Escenas todas ellas ensalzadas por la magistral música, tan terrorífica o más que la de “Psicosis”, que compusieron el tandem de profesionales Bernard Herrman y Elmer Bernstein. A destacar también la actuación de Juliette Lewis, que creo que debutaba en el mundo del cine interpretando el papel de la hija de Nick Nolte. La sensualidad que desprende en la escena del teatro, ante la presencia de Max Cady, mezclada con la inquietud que provoca en el espectador la sensación de catástrofe inminente, es una de las más conseguidas en este tipo de películas. Jessica Lange, que interpreta a la esposa de Nick Nolte, también actúa con la profesionalidad que la caracteriza, mesurada cuando tiene que serlo y aterrada cuando la película alcanza sus puntos álgidos, que son varios y muy bien dosificados.

La última película que quiero destacar en esta entrada es “Infiltrados”(2006), una impresionante muestra de saber hacer, de ese evolucionar como pez en el agua en el género de policías y ladrones, en esta ocasión irlandeses, que ha caracterizado siempre al maestro Scorsese. Protagonizada por Matt Damon y Leonardo Di Caprio, los dos infiltrados, el primero en la policía y el segundo en el grupo mafioso de Frank Costello, el verdadero gigante de toda la película, magistralmente interpretado por el siempre enorme Jack Nicholson.

Cuando Leonardo Di Caprio le dice a Frank Costello, desesperado porque percibe que los tejemanejes del mafioso van a terminar mal, que ya tiene bastante, que ya no necesita más dinero, el bueno de Frank le contesta, lento y pausado, “tampoco necesito follar, y sin embargo me encanta”. Otra de las constantes en la película, la débil frontera que separa a muchos policías de los delincuentes a los que persiguen, es también magistralmente resumida por Frank cuando dice que cuando hay una pistola de por medio, lo de menos es quien la empuñe.

Asistimos al desesperado devenir diario de los dos jóvenes protagonistas, a punto en todo momento de ser descubiertos por policías y mafiosos, y sin saber nada el uno del otro. Una angustiosa película sabiamente aderezada, como en todas las de Scorsese, por títulos musicales independientes, entre los que destaca “The departed tango”, que conforman una banda sonora difícil de olvidar.

Martin Scorsese, un director que sin duda merece un segundo especial, y probablemente un tercero, porque este mago del cine no para de trabajar. La acuarela que preside la entrada es de Carmen, que la tenía preparada desde hace bastante tiempo. Espero que las cosas se normalicen de nuevo a partir de ahora, y que sigamos disfrutando de estas entradas durante el mayor tiempo posible, yo escribiéndolas, Carmen, Juan y los amigos de Hispacuarela ilustrándolas, y vosotros leyéndolas.