miércoles, 12 de marzo de 2008

Nostalgia de Italia. Francis Ford Coppola


Resultaba impresionante Marlon Brando repartiendo favores entre sus amigos y familiares en “El padrino”(1972). A los espectadores nos parecía mentira lo que se podía conseguir con un par de algodones metidos en la boca, una voz rota, y unas dotes interpretativas que rompían cualquier molde. La película parecía amable, comenzaba con una boda, en una gran familia de norteamericanos de origen italiano. La música de Nino Rota flotaba en el ambiente.

De repente, el primer mazazo: un director de cine, que se niega a darle un papel a un protegido de Don Vito Corleone, se despierta una buena mañana embadurnado de sangre: alguien ha metido en su cama la cabeza cortada de su caballo preferido. Recuerdo especialmente esa primera escena, y la de la muerte de Luca Brassi, un gorila al servicio de Don Vito al que asesinan sus rivales después de clavarle la mano en la barra de un bar. Las escenas violentas tienen una importancia capital para justificar el enorme éxito de la película, pero “El padrino” no es solo un catálogo de sangre derramada con más o menos profusión, algo a lo que hasta el momento no nos tenían todavía acostumbrados las producciones americanas. No. “El padrino” fascinaba porque representaba una determinada manera de hacer las cosas. Cuando Vito Corleone otorgaba un favor, el favorecido le besaba la mano, le hacía una reverencia, le elogiaba...Pero también entraba en deuda con el. Vito Corleone sobrvivía a base de otorgar favores y recibir favores, pasando por encima de quien hubiera que pasar para conseguir sus objetivos.

El guionista tuvo buen cuidado de presentarlo como un personaje en cierto modo entrañable. Mafioso, si, pero sin mojarse en el negocio de las drogas, que le parecía despreciable. Una larga película que se hace corta, tan memorable es la interpretación de Brando. Es digna de mención la cadena de asesinatos que se relata en el último tramo, con tres escenas cruzadas que crearían escuela, y que constituirían un recurso que Coppola utilizó también en las otras dos partes. La segunda parte, estrenada un par de años después, tuvo tanto o más éxito que la primera, seguramente gracias a las magníficas actuaciones de Robert De Niro, que interpreta a Vito Corleone en su juventud, y del siempre acertado Al Pacino, como el hijo que sigue con la estirpe mafiosa. En esta segunda parte es digno de mención también el papel de John Cazale, el hermano pequeño de Al Pacino, que siente la tentación, y para su desgracia la sigue, de hacer negocios por su cuenta. Después de muchos años se rodó una tercera parte, pero que no llegó, ni de lejos, a tener el éxito y el interés de las dos primeras.

Apocalipsis Now”(1979) empezaba con el ruido de los helicópteros, que se iba diluyendo al tiempo que “The end”, de los Doors, se adueñaba del cine. La escena de los helicópteros se funde con la primera aparición de Willard (Martín Sheen), que permanece como a la espera en la habitación de un hotel en Saigón. Una escena memorable, sin duda. No recuerdo otro principio de película que me haya impresionado más. Ni que decir tiene que a partir de aquel momento me convertí en un devoto fan del grupo musical.

Basada, aunque muy lejanamente, en “El corazón de las tinieblas”, de Joseph Conrad (leí la novela, que se desarrolla en el Congo, y a mi entender no tiene la fuerza de la película), nos cuenta la historia de Willard, una especie de apagafuegos del ejército norteamericano, que se interna en las selvas de Vietnam para encontrar al coronel Kurtz (Marlon Brando), un disidente iluminado que ha creado su propio ejército y se deja adorar por los nativos. Willard. Durante el viaje, con una tripulación a caballo entre la drogadicción y un pánico terrible a todo lo que se mueva, Willard se va transformando en otra persona, muy similar a la que tiene que encontrar y matar. La llegada a los dominios de Kurtz, con los nativos observando, los ahorcados y las cabezas cortadas sobre la escalera de piedra, conforma una atmósfera entre irreal y macabra de gran impacto visual. La figura de Dennis Hopper, que hace de periodista trastornado, ayuda a paliar en cierto modo el terror de los primeros momentos, al convertirse en improvisado eslabón entre Willard y sus hombres y la tribu de nativos que rodea a Kurtz.

Una de las escenas más memorables de esta película la protagonizó Robert Duvall, interpretando un general americano que bombardea una aldea vietnamita mientras los altavoces atronan con la música de las walkirias de Wagner. Willard asiste incrédulo a una conferencia sobre surf del desquiciado general, al que no parece importarle lo más mínimo la destrucción que está creando a su alrededor. La frase “me gusta oler a Napalm por la mañana” pasará sin duda por méritos propios a la enciclopedia universal de frases infames. También es destacable la escena de Willard disfrazado de asesino, y el discurso fatalista de Kurtz, con el que intenta justificar en cierto modo su forma de actuar.

Por extraño que resulte, sin duda alguna, lo que más me gustó de “Corazonada”(1982) fue la música, del siempre genial Tom Waits, y sobre todo cuando una música tan sugerente como la suya se combinaba con los felinos movimientos de una por aquel entonces deslumbrante Nastassia Kinski, que interpretaba a una actriz de circo que se medio enamora de Frederic Forrest. La película es un experimento de luz y color, una comedia ligera en la que una pareja (Frederic Forrest y Teri Garr) rompe sus relaciones un 4 de Julio y se dedican a vagar por la ciudad. Frederic conoce a Nastassia, y Teri a Raul Julia, un actor del que prácticamente me ha gustado todo lo que ha hecho, hoy tristemente desaparecido. Nastassia y Raul Julia, de vida más bohemia y menos convencional que la de la pareja que ha roto, embarcarán a los otros en el mundo de la noche, en una parcela que les resultaba desconocida hasta el momento de separarse. Se tildó a la película, a mi juicio muy injustamente, de fracaso comercial. Me gustó en su momento, y estoy convencido además de que va ganando con el tiempo. Coppola se arruinó al parecer con este título –siempre me ha hecho gracia esa definición. Ya me gustaría a mi vivir “la ruina” de un tipo como el Coppola-, pero se recuperó rapidamente. Nastassia no volvió a estar jamás tan guapa como en esta ocasión. Parecía mentira que una belleza de ese calibre pudiera proceder del actor posiblemente más feo de la historia del cine, el siempre irregular Klaus Kinski.

Quiero comentar por último “Cotton Club”(1984), un gran título ambientado en los cabarets de jazz norteamericanos de principios de siglo. Richard Gere interpreta a un trompetista que, gracias a que ha entrado a formar parte de la plantilla del holandés, un gangster de baja estofa, después de salvarle la vida, conoce a los empresarios del famoso Cotton Club, en el que actúan artistas de la talla de Duke Ellington y otros muchos. Al mismo tiempo, se complica la vida con Diane Lane, la chica del holandés, una bella mujer que quiere abrirse paso en el mundo de la canción. A medida que avanza el metraje, la trama mafiosa va cediendo su lugar cada vez con más frecuencia a los números en el Cotton Club. Cuando el debutante Nicolas Cage, que hace de hermano de Richard Gere, decide formar su propia banda y rapta al socio bajito del club (Bob Hoskins. El alto es Fred Gwynne, el que interpretaba a Herman Monster. La pareja de socios es posiblemente lo mejor de la película), se suceden un rosario de escenarios a cual más violento, en el que Coppola vuelve a utilizar su recurso preferido, mostrando en paralelo planos de violencia extrema con planos del genial Gregory Hines bailando un claqué inolvidable. La coreografía creada por este hombre y su hermano también es digna de mencionar. La escena de la reconciliación entre los dos hermanos Hines es sin duda una de las más emotivas que se hayan rodado nunca. Como maestro de ceremonias en el Cotton Club podemos ver al maestro, Tom Waits, tan buen actor como cantante. Ante tanta figura emblemática, la presencia de Richard Gere pasa apenas de puntillas. Los recuerdos que se guardan de esta película, al menos por mi parte, no suelen incluirle, por mucho que fuera el mismo Gere el que tocaba la trompeta que mantiene pegada a sus manos desde el principio hasta el final.

Como final, mencionar "Drácula"(1992), posiblemente la versión más fidedigna de la obra original de Bram Stoker. La película, protagonizada por Gary Oldman, Anthony Hopkins, el casi imprescindible Tom Waits y hasta una casi debutante Mónica Bellucci, recrea a la perfección, en un ambiente neogótico de gran colorido, las andanzas del eterno conde. Bastante más alegre que "nosferatu", la película se mantiene fiel a un estilo propio que trata de alejarse tanto de la versión clásica del mito como de la versión que hizo la Hammer en Inglaterra. De drácula es precisamente la magnífica ilustración quye preside esta entrada, dibujada por Cristóbal, así como la que recrea al inolvidable Vito Corleone. Mi más sincero agradecimiento a este artista, compañero de Juan y Carmen, del que ya pudísteis ver hace poco la ilustración de Farinelli.