sábado, 23 de febrero de 2008

La dignidad del ser humano. Milos Forman

Los que más o menos seguís este blog, dedicado en su mayor parte a directores de cine, os habréis dado cuenta de que para cada uno de ellos intento colocar, como título de la entrada, una frase que defina en cierto modo su estilo de hacer cine. Es uno de mis mayores quebraderos de cabeza, porque intento ser breve pero decir algo al mismo tiempo, y me he pasado bastante tiempo pensando qué adjetivos le irían más o menos bien a cada uno de los que he comentado hasta ahora.

Ese no es el caso de Milos Forman. En esta ocasión, no he dudado casi nada a la hora de titular la entrada. He realizado un simple análisis de las cuatro películas que quiero comentar, y en todas ellas he encontrado una característica común: la lucha del hombre contra las normas, contra el deseo de homogeneizar a las personas. La lucha por mantener la propia identidad, por encima de convencionalismos. Milos Forman se muestra radicalmente en contra de cualquier totalitarismo, fuese del signo que fuese. Vivió en sus carnes la tragedia del régimen nazi –perdió a sus padres en Auschwitz-, y emigró a Estados Unidos cuando Praga fue invadida por los comunistas.

“Alguien voló sobre el nido del cuco”(1975) fue su segunda película de la etapa americana. Creo que resulta irrelevante recordaros al personaje de Randle McMurphy, interpretado por Jack Nicholson, que se gana a los enfermos psiquiátricos gracias a su tremenda vitalidad y a su fuerza de voluntad. Creo que resulta también irrelevante recordaros a la enfermera Ratchel, interpretada por una monumental Louise Fletcher, actriz a la que la mayoría de los espectadores empezó a odiar con intensidad a partir de este título. Randle le declara la guerra a la enfermera, una fría mujer obsesionada con las normas y con controlar la voluntad de los enfermos a su cargo anulándoles la personalidad con fármacos y violencia soterrada. A pesar de que el enfrentamiento acabe en tragedia, es indudable que la estancia de Randle en el hospital psiquiátrico supone un antes y un después en la filosofía vital de los internos. En esa película aparece un personaje, anclado a una silla de ruedas a pesar de que puede andar, que repite una y otra vez la frase “estoy cansado...Tan cansado”, como una antítesis a la hiperactividad física y mental de la que hace gala Jack Nicholson cada vez que interviene. La enfermera Ratchel entrevee rápidamente el daño que la influencia del nuevo paciente puede causar a sus sumisos corderos, y se dedica en cuerpo y alma, de una forma gélida y calculadora, a anular sistemáticamente sus iniciativas. Un gran título, que acaparó cinco oscars de la academia y se convirtió en éxito mundial.

¿Qué puedo decir de “Hair”(1979), ese soberbio alegato antimilitarista basado en la obra teatral del mismo título?. Es muy posible que muchos de vosotros no sepáis que la música del anuncio de Aquarius, convenientemente asesinada también en la infame versión de Raphael, es el tema principal de la película. Otra vez la integridad de un individuo, Berger (Treat Williams), que vive con su grupo de amigos hippies completamente a espaldas de las normas establecidas, y en especial la que obligaba a los jóvenes estadounidenses, allá por 1967, a alistarse para ir a morir a Vietnam. Claude (John Savage, que también participó en otro título antimilitarista, “El cazador”) va a Nueva York a alistarse, y conoce a Berger y sus amigos, dejándose llevar por su forma de vida. Cuando está en el cuartel, sus amigos acuden a verle, y Berger se hace pasar por el para que Claude pueda salir y pasar el día con Sheila, su novia. En ese momento, los reclutas parten a Vietnam. Impresiona ver a los jóvenes desfilando bajo los acordes de la impresionante “Let the sunshine”, meterse en la tripa de un avión, y bajar, en la siguiente escena, metidos en una interminable fila de ataúdes. Es imposible evitar la compra de la banda sonora, siempre sugerente, inmortal, en la que la canción “Hair”(pelo) se convirtió en una especie de himno al libre albedrío de cada persona.

“Amadeus”(1984) nos cuenta la vida del inmortal Mozart (Tom Hulce) narrada por su peor enemigo, Salieri (F. Murray Abraham). Salieri intenta suicidarse al principio de la película, mientras grita que el ha asesinado a Mozart. Sus criados le internan en un centro psiquiátrico, donde le cuenta a un sacerdote su relación con tan gran compositor. Podemos no estar muy de acuerdo con la personalidad del personaje de Mozart que nos muestra Forman, rayando el papanatismo, podemos incluso investigar un poco y descubrir que Salieri tampoco era tan perverso, y que el personaje enmascarado no podía ser el, sino, según los historiadores, y casi con toda probabilidad, el propio padre del músico. Podemos analizar todos esos datos históricos, pero aún así, es imposible que no nos dejemos arrastrar por la cuidada ambientación, la desbordante interpretación de F. Murray Abraham como Salieri, y la contundencia de una banda sonora que crea una atmósfera de incuestionable belleza. Resulta imposible salir de ver esta película y no comprarse, de manera un poco compulsiva, algún cd con la obra del genial compositor. Luego se descubre que Bach sonaba mejor, y que muchos otros sonaban mejor que Bach, pero es indudable que “Amadeus” puede suponer un pistoletazo más que digno para sumergirse de lleno en el universo de la música clásica.

Resulta emocionante la forma en que Salieri nos cuenta, más o menos resignado, que el era el único en poder reconocer el auténtico talento de Mozart, el designio divino que impregnaba sus composiciones, porque los oídos de la época no estaban aún preparados para apreciar un arte tan sublime. Causa casi tristeza contemplar la envidia que le consume, la impotencia para crear algo que esté a la altura de la música creada por su enemigo, y se percibe claramente el desprecio que siente ante un personaje, más bufón que otra cosa, que no sabe reconocer el don que ha recibido del cielo. Al terminar su historia, Salieri emprende un inolvidable recorrido por el pasillo del manicomio al que le han llevado. Una escena que se queda grabada para siempre en la memoria del espectador que la contempla. Mientras avanza lentamente entre los enfermos, les bendice entrañablemente y proclama, a todo aquel que quiera escucharle: “yo os bendigo, hijos míos. Soy el líder de los mediocres del mundo, su santo patrón”. Francamente conmovedor.

“Man on the moon”(1999) es, junto con la ya comentada “El show de Truman” la más contenida interpretación del normalmente histriónico e inaguantable Jim Carrey. Basada en la vida del extraño humorista Andy Kauffman, nos relata su trayectoria, en la que se nos muestran sus extraños números ante un público universitario, la popularidad alcanzada a trevés de su participación en la serie “taxi” y su prematura muerte a causa de un cáncer. Dejándose arrastrar por la falsa esperanza que proporcionan los curanderos, Kauffman acude a un médico filipino que opera con las manos (se hizo bastante famoso en la época de los 70, ¿no recordáis?), con tan mala suerte que descubre el patético truco que usa con sus pacientes. La cara que se le queda al pobre Kauffman cuando comprueba la manera tan burda en la que le han engañado es digna de pasar a la historia. Forman nos regala un final completamente abierto, en el que parece intuirse que Kauffman en realidad no ha muerto, y que toda la ceremonia de su entierro no ha sido más que la última broma macabra del peculiar humorista.

Michael Stipe, cantante de REM, dijo una vez en una entrevista que muchos de los fans del grupo habían llegado a serlo a partir de la película “Man on the moon”. Tengo que confesaros que ese fue precisamente mi caso. La canción “Man on the moon”, con su suave cadencia y su hipnótico ritmo, está presente prácticamente en todo momento. No es la única destacable de la banda sonora, compuesta por buenos temas de ayer y de siempre.

Existen otras películas muy buenas de Milos Forman, como “Ragtime”, “Valmont”, “El escándalo de Larry Flint” o la reciente “Los fantasmas de Goya”, pero, al menos para mi gusto, las cuatro comentadas son las más representativas, las que os pueden transmitir una idea más clara del talento cinematográfico de este magnífico director checo.