sábado, 23 de febrero de 2008

La dignidad del ser humano. Milos Forman

Los que más o menos seguís este blog, dedicado en su mayor parte a directores de cine, os habréis dado cuenta de que para cada uno de ellos intento colocar, como título de la entrada, una frase que defina en cierto modo su estilo de hacer cine. Es uno de mis mayores quebraderos de cabeza, porque intento ser breve pero decir algo al mismo tiempo, y me he pasado bastante tiempo pensando qué adjetivos le irían más o menos bien a cada uno de los que he comentado hasta ahora.

Ese no es el caso de Milos Forman. En esta ocasión, no he dudado casi nada a la hora de titular la entrada. He realizado un simple análisis de las cuatro películas que quiero comentar, y en todas ellas he encontrado una característica común: la lucha del hombre contra las normas, contra el deseo de homogeneizar a las personas. La lucha por mantener la propia identidad, por encima de convencionalismos. Milos Forman se muestra radicalmente en contra de cualquier totalitarismo, fuese del signo que fuese. Vivió en sus carnes la tragedia del régimen nazi –perdió a sus padres en Auschwitz-, y emigró a Estados Unidos cuando Praga fue invadida por los comunistas.

“Alguien voló sobre el nido del cuco”(1975) fue su segunda película de la etapa americana. Creo que resulta irrelevante recordaros al personaje de Randle McMurphy, interpretado por Jack Nicholson, que se gana a los enfermos psiquiátricos gracias a su tremenda vitalidad y a su fuerza de voluntad. Creo que resulta también irrelevante recordaros a la enfermera Ratchel, interpretada por una monumental Louise Fletcher, actriz a la que la mayoría de los espectadores empezó a odiar con intensidad a partir de este título. Randle le declara la guerra a la enfermera, una fría mujer obsesionada con las normas y con controlar la voluntad de los enfermos a su cargo anulándoles la personalidad con fármacos y violencia soterrada. A pesar de que el enfrentamiento acabe en tragedia, es indudable que la estancia de Randle en el hospital psiquiátrico supone un antes y un después en la filosofía vital de los internos. En esa película aparece un personaje, anclado a una silla de ruedas a pesar de que puede andar, que repite una y otra vez la frase “estoy cansado...Tan cansado”, como una antítesis a la hiperactividad física y mental de la que hace gala Jack Nicholson cada vez que interviene. La enfermera Ratchel entrevee rápidamente el daño que la influencia del nuevo paciente puede causar a sus sumisos corderos, y se dedica en cuerpo y alma, de una forma gélida y calculadora, a anular sistemáticamente sus iniciativas. Un gran título, que acaparó cinco oscars de la academia y se convirtió en éxito mundial.

¿Qué puedo decir de “Hair”(1979), ese soberbio alegato antimilitarista basado en la obra teatral del mismo título?. Es muy posible que muchos de vosotros no sepáis que la música del anuncio de Aquarius, convenientemente asesinada también en la infame versión de Raphael, es el tema principal de la película. Otra vez la integridad de un individuo, Berger (Treat Williams), que vive con su grupo de amigos hippies completamente a espaldas de las normas establecidas, y en especial la que obligaba a los jóvenes estadounidenses, allá por 1967, a alistarse para ir a morir a Vietnam. Claude (John Savage, que también participó en otro título antimilitarista, “El cazador”) va a Nueva York a alistarse, y conoce a Berger y sus amigos, dejándose llevar por su forma de vida. Cuando está en el cuartel, sus amigos acuden a verle, y Berger se hace pasar por el para que Claude pueda salir y pasar el día con Sheila, su novia. En ese momento, los reclutas parten a Vietnam. Impresiona ver a los jóvenes desfilando bajo los acordes de la impresionante “Let the sunshine”, meterse en la tripa de un avión, y bajar, en la siguiente escena, metidos en una interminable fila de ataúdes. Es imposible evitar la compra de la banda sonora, siempre sugerente, inmortal, en la que la canción “Hair”(pelo) se convirtió en una especie de himno al libre albedrío de cada persona.

“Amadeus”(1984) nos cuenta la vida del inmortal Mozart (Tom Hulce) narrada por su peor enemigo, Salieri (F. Murray Abraham). Salieri intenta suicidarse al principio de la película, mientras grita que el ha asesinado a Mozart. Sus criados le internan en un centro psiquiátrico, donde le cuenta a un sacerdote su relación con tan gran compositor. Podemos no estar muy de acuerdo con la personalidad del personaje de Mozart que nos muestra Forman, rayando el papanatismo, podemos incluso investigar un poco y descubrir que Salieri tampoco era tan perverso, y que el personaje enmascarado no podía ser el, sino, según los historiadores, y casi con toda probabilidad, el propio padre del músico. Podemos analizar todos esos datos históricos, pero aún así, es imposible que no nos dejemos arrastrar por la cuidada ambientación, la desbordante interpretación de F. Murray Abraham como Salieri, y la contundencia de una banda sonora que crea una atmósfera de incuestionable belleza. Resulta imposible salir de ver esta película y no comprarse, de manera un poco compulsiva, algún cd con la obra del genial compositor. Luego se descubre que Bach sonaba mejor, y que muchos otros sonaban mejor que Bach, pero es indudable que “Amadeus” puede suponer un pistoletazo más que digno para sumergirse de lleno en el universo de la música clásica.

Resulta emocionante la forma en que Salieri nos cuenta, más o menos resignado, que el era el único en poder reconocer el auténtico talento de Mozart, el designio divino que impregnaba sus composiciones, porque los oídos de la época no estaban aún preparados para apreciar un arte tan sublime. Causa casi tristeza contemplar la envidia que le consume, la impotencia para crear algo que esté a la altura de la música creada por su enemigo, y se percibe claramente el desprecio que siente ante un personaje, más bufón que otra cosa, que no sabe reconocer el don que ha recibido del cielo. Al terminar su historia, Salieri emprende un inolvidable recorrido por el pasillo del manicomio al que le han llevado. Una escena que se queda grabada para siempre en la memoria del espectador que la contempla. Mientras avanza lentamente entre los enfermos, les bendice entrañablemente y proclama, a todo aquel que quiera escucharle: “yo os bendigo, hijos míos. Soy el líder de los mediocres del mundo, su santo patrón”. Francamente conmovedor.

“Man on the moon”(1999) es, junto con la ya comentada “El show de Truman” la más contenida interpretación del normalmente histriónico e inaguantable Jim Carrey. Basada en la vida del extraño humorista Andy Kauffman, nos relata su trayectoria, en la que se nos muestran sus extraños números ante un público universitario, la popularidad alcanzada a trevés de su participación en la serie “taxi” y su prematura muerte a causa de un cáncer. Dejándose arrastrar por la falsa esperanza que proporcionan los curanderos, Kauffman acude a un médico filipino que opera con las manos (se hizo bastante famoso en la época de los 70, ¿no recordáis?), con tan mala suerte que descubre el patético truco que usa con sus pacientes. La cara que se le queda al pobre Kauffman cuando comprueba la manera tan burda en la que le han engañado es digna de pasar a la historia. Forman nos regala un final completamente abierto, en el que parece intuirse que Kauffman en realidad no ha muerto, y que toda la ceremonia de su entierro no ha sido más que la última broma macabra del peculiar humorista.

Michael Stipe, cantante de REM, dijo una vez en una entrevista que muchos de los fans del grupo habían llegado a serlo a partir de la película “Man on the moon”. Tengo que confesaros que ese fue precisamente mi caso. La canción “Man on the moon”, con su suave cadencia y su hipnótico ritmo, está presente prácticamente en todo momento. No es la única destacable de la banda sonora, compuesta por buenos temas de ayer y de siempre.

Existen otras películas muy buenas de Milos Forman, como “Ragtime”, “Valmont”, “El escándalo de Larry Flint” o la reciente “Los fantasmas de Goya”, pero, al menos para mi gusto, las cuatro comentadas son las más representativas, las que os pueden transmitir una idea más clara del talento cinematográfico de este magnífico director checo.

miércoles, 20 de febrero de 2008

"Alien" y "Blade runner". Ridley Scott

Así, sin adjetivos, entre otras razones porque, para mi gusto, Ridley Scott es el creador de estas dos joyas del séptimo arte, y ninguna de sus posteriores películas está a la altura, ni de lejos, de cualquiera de ellas. No entiendo la inmerecida fama, el intento de convertir en película de culto a “Thelma y Louise”, por ejemplo, cuando la película, al menos, repito, bajo mi humilde punto de vista, no es más que una serie de despropósitos del personaje interpretado por Geena Davis, que conducen a la pareja al trágico final que todos conocemos, con el coche volando a cámara lenta hacia su completa destrucción. Tampoco comparto la pasión que despierta una película como “Gladiator”, a la que no se puede negar su soberbia ambientación, la sugerente banda sonora, y una primera escena, la de la batalla contra los bárbaros, digna por sí sola de pasar a la leyenda, pero bastante normalita en todo lo demás. No digo que las dos películas anteriores sean malas, no, pero no le llegan ni a la suela de los zapatos a las que titulan esta entrada.

También podría haberse titulado la entrada “Homenaje a Charo Bolívar”, mi amiga de Yoescribo, rendida admiradora de “Blade Runner”, la mejor película de la historia del cine, según sus palabras. Sin atreverme a afirmar tanto, tengo que reconocer sin embargo que en más de una ocasión ha estado a punto de convencerme, sobre todo cuando leí, en su blog, la magnífica entrada que le dedicó a la película, en la que incluía, además, la escena, esa sí, casi sin ninguna duda la mejor del cine, en la que el replicante interpretado por Rutger Hauer deja de vivir (nunca he estado seguro de que realmente muriera, o al menos necesitaba aferrarme a esa idea). Os invito encarecidamente a visitar su blog y leer su entrada sobre "Blade RUnner", una verdadera joya escrita desde la admiración y ell respeto.
Por otro lado, la soberbia acuarela de Juan Valdivia (que nos honra como siempre con su valiosísima colaboración) que preside hoy este espacio, merecería por si sola toda una entrada, por la perfección técnica y la emotiva sensibilidad que ha logrado transmitir de nuevo este gran artista con sus pinceles.
Pero pasemos, sin más preámbulos, a comentar estas dos joyas del cine de ciencia ficción de todos los tiempos.

Ridley Scott dirigió “Alien” en 1978. Hasta aquel entonces habíamos vivido una ciencia ficción edulcorada por los colorines, las naves espaciales más o menos brillantes y los marcianos poco menos que rubios y de ojos azules. No estábamos preparados para enfrentarnos a un fenómeno como el que supuso aquella película, que rompía varios moldes de un plumazo.

En primer lugar, era la primera vez que alguien lograba la mezcla perfecta entre terror y ciencia ficción. La estética del Alien, la fascinación que producían sus ágiles movimientos, ese detalle maestro del director de no mostrarle caso nunca en su totalidad, y en cualquier caso durante poco tiempo, la forma en la que acaba con sus pobres víctimas, y lo poco que le cuesta...Por otro lado, el perverso ciclo vital de tan repugnante criatura, que tiene que incubarse, después de salir del huevo estrepitosamente, en el interior de un organismo vivo...La película es una sucesión de tenebrosas y barrocas imágenes, surgidas, la mayor parte de ellas, de la calenturienta imaginación de Rudy Giger, un enigmático creador, siempre vestido de negro, que tiene un castillo-museo en la localidad de Gruyeres, en su suiza natal. El delirante universo creativo de este personaje, plagado de referencias eróticas, necrófilas y mecánicas, se transfiguró en la nave que encuentran los tripulantes del “Nostromo”, que acuden inocentes ante una llamada de radio. Se pueden ver también sus influencias en las mismas bodegas del “Nostromo”, con esos pasillos que parecen el interior oscuro de una extraña garganta mecánica, y también en el propio Alien, con esa cabeza alargada y brillante que quedó instalada para siempre en la imaginación de los espectadores. Después de ver la película, todos corrimos a comprar el especial que la extinta revista “TÓTEM” publicó sobre la misma, con innumerables detalles sobre el trabajo de Giger y sobre el de otros muchos dioses del cómic de aquella época, que contribuyeron con su talento (Moebius como diseñador de trajes espaciales, naves y hasta la gorra que luce Harry Dean Stanton, Chris Foss, Druillet y tantos otros) a convertir el Film en todo un clásico de la fantasía. Como escenas inolvidables, el bichejo saliendo del pecho de John Hurt (se dice que ninguno de los actores sabía lo que iba a ocurrir, lo que realzaba su terror), la muerte del robot interpretado por Ian Holm, el vapor producido por la respiración de los astronautas en el planeta en que encuentran a Alien...En fin, que podría escribir una entrada de cien páginas para comentar la película, cosa que ni es posible ni tengo porqué castigaros con ella. Y no se os ocurra ver las secuelas, que no tienen nada que ver con esta.

Como cien páginas podría escribir de corrido de “Blade Runner”(1982), uno de esos extraños y escasos casos en los que la película supera con creces al libro en el que está basada, en este caso “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, de Philip K. Dick, un prolífico escritor de Ciencia Ficción, que acabó medio loco. Es el autor del que posiblemente se hayan llevado más relatos y novelas a la gran pantalla.

“Blade Runner” nos cuenta básicamente la búsqueda que emprende el detective Deckard, Harrison Ford, de varios replicantes de la serie Nexus 6, fabricados por el holding Tyrell Corporation tiempo atrás para sustituir al ser humano en las tareas más pesadas. Una rebelión de los replicantes terminó con su exterminio absoluto, y los cuatro que busca el detective son los últimos que pululan por la ciudad. Deckard se incorpora a regañadientes a su trabajo, al parecer después de haber estado una larga temporada inactivo. La escena de su llegada a la oficina de la policía, un inmenso edificio piramidal, con la música de Vangelis adueñándose lentamente de nuestros sentidos, merece por si sola la visión repetida durante toda la vida. El opresivo ambiente de la ciudad de los Angeles, magistralmente logrado por un mago llamado Syd Mead, con una mezcla de lluvia interminable, humedad, oscuridad, humo y carteles luminosos, contribuye también a convertir este título en un indispensable de cualquier amante del buen cine. Blade Runner nos recuerda mucho en su planteamiento estético a "metrópolis", de Fritz Lang, y al cómic "The long tomorrow", otra vez de Moebius, en el que al parecer se inspiró Syd Mead.

Creo que me enamoré de Sean Young en esta película. La fantástica acuarela de Carmen ha despertado en mi cerebro un aluvión de recuerdos. Su ambigüedad, su siniestra belleza, esa personalidad entre melancólica y perversa, la soterrada historia amorosa que está viviendo con su creador... También me enamoré de Daryll Hanna, con su agilidad, la sombra de sus ojos, su extraña melena puntiaguda, poco vista en estos lares hasta ese momento, la forma humillante en que trata al creador de marionetas... Y por supuesto, como no, me enamoré también de Joanna Cassidy, de sus brazos salpicados de partículas doradas, de esa serpiente mecánica que se deslizaba como si nada sobre su cuerpo, de su fuerza, de su velocidad, de su forma de aferrarse a la vida hasta el último momento... “Blade Runner” transmite magistralmente la dualidad en el espectador. Según transcurre la película, se siente uno embargado por una especie de síndrome de Estocolmo, y siente, en cada ocasión un poco más intensamente, que los replicantes vayan cayendo, poco a poco, bajo la certera pistola de Harrison Ford. Este es un comentario, una especie de guiño para los incondicionales de este título, entre los cuales me cuento: ¿no se os llega a hacer ligeramente antipático el amigo Harrison Ford?. Os confieso que a mi sí. Una antipatía que llega casi al odio más profundo cuando muere Roy, Rutger Hauer, después de pronunciar unas palabras que deberían grabarse a fuego en la memoria de todo el mundo:

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais
Atacar naves en llamas más allá de Orión
He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhauser
Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia
Es hora de morir

Esta maravillosa escena, que le pone la piel de gallina a cualquiera que no esté construido en piedra, supuso para mi una de las claves de la película, la posible explicación a esa complicidad, a esa especie de simpatía que sentía por ellos. Entendí entonces que los replicantes no representaban más que la idealización de lo que debería sentir un ser humano. Los replicantes estaban más vivos, eran más humanos, por así decirlo, que el resto de los seres humanos que poblaban ese caótico mundo. La película termina con Deckard, al que Roy a salvado la vida en el último momento, huyendo con Rachel a un lugar idílico, lejos de la frialdad de Los Angeles. Se quedan muchos interrogantes en el aire, muchas especulaciones que aún hoy en día dan bastante que pensar. ¿Es Deckard un replicante?. ¿Lo es Rachel, más perfeccionada en esta ocasión que los Nexus 6?. ¿Se deja matar por Roy el presidente de Tyrell Corporation?. Que cada uno opine lo que le plazca. Por primera vez, y sin que sirva de precedente, cuelgo en esta entrada la escena comentada más arriba. Un placer para los sentidos.

A vuestra salud, y con especial cariño para Charo Bolívar

jueves, 14 de febrero de 2008

El aventurero elegante. Peter Weir


Decía la propaganda de la película, en el inolvidable folleto que te daban en el cinestudio Griffith (una especie de póster con las películas del mes en pequeño. Lástima que no conserve ninguno). “de un lugar del que nunca has oído hablar, llega una historia que nunca olvidarás”. Se trataba de “Gallípoli”, rodada por Peter Weir en 1981, y en la que se nos contaba, aparte de la historia de intensa amistad entre un debutante Mel Gibson y el actor Mark Lee, el absurdo sacrificio de todo un ejército formado por australianos en la batalla de Galípoli, en el transcurso de la primera guerra mundial.

Título emblemático para tomar conciencia de lo absurdo de cualquier conflicto armado, “Gallípoli” refleja a la perfección la honestidad y la nobleza de unos jóvenes ilusionados con la vida, enfrentados a la enfermiza mentalidad guerrera y adoradora de la muerte de unos altos mandos que no dudan ni un momento en enviarlos al matadero. Las escenas de la carrera de Mark Lee contra un caballo, amenizada con la por aquel entonces famosa música de Jean Michel Jarre (se trata de “Oxígeno”, que sin duda recordareis), la desesperación de los atildados británicos, al pie de las pirámides, ante esos indisciplinados soldados australianos, la llegada bajo una lluvia de bombas a Gallípoli, y la desesperada y emotiva carrera final de Mel Gibson para tratar de impedir la masacre, forman parte indeleble de la historia del cine. Por no mencionar la última carrera, antes de morir, completamente en silencio, del protagonista. Una maravilla que no puede dejar indiferente a cualquier espectador que no tenga un mínimo de sensibilidad. La crítica de la época hablaba así de la película: “Retrato de la amistad mucho más grande que la propia vida. La escena final se antoja uno de los finales más emotivos y tensos del cine moderno. Meticulosa dirección dotada de una rara habilidad para destripar emociones” (Luis Martínez: Diario El País).

Poco después, en 1983, pudimos ver “El año que vivimos peligrosamente”, la historia de un reportero, Guy Hamilton (interpretado de nuevo por Mel Gibson) que vive en primera línea los sucesos acaecidos en Indonesia en 1965. Una historia de amor, coprotagonizada por Sigourney Weaver, ambientada en el tenso escenario de un conflicto político, la insurrección contra el régimen dictatorial de Sukarno, que tuvo gran repercusión. Resulta curiosa la presencia de Linda Hunt, una actriz que interpretaba a un hombre, Billy Kwan, de pequeño tamaño pero de gran calado filosófico, y buen conocedor de la situación de su país. Tan fascinante resultaba la presencia de este personaje, que la Academia no dudó en otorgarle ese año el oscar a la mejor actriz de reparto. Como muestra, he recuperado uno de los diálogos más impactantes mantenidos entre el periodista y su amigo indonesio:

Billy Kwan: La gente preguntaba que debemos hacer entonces.
Guy Hamilton: ¿Cómo dices?
Billy Kwan: Es de Lucas, capítulo 3 versículo 10. ¿Qué debemos hacer entonces? Tolstoi se hizo la misma pregunta. Escribió un libro con ese título. Estaba tan preocupado por la pobreza de Moscú, que una noche entró en el lugar más pobre y les dio todo su dinero. Usted podría hacer lo mismo. Cinco dólares serían una fortuna para cualquiera de ellos.
Guy Hamilton: No iba a solucionar nada. Sería una gota en el océano.
Billy Kwan: Esa es la misma conclusión a que llegó Tolstoi. Yo no estoy de acuerdo.
Guy Hamilton: ¿Cúal es la solución?
Billy Kwan: Soy de la opinión de que no se debe pensar en el problema en general. Debe hacerse lo que se pueda por la miseria que se tiene delante. Sumar la luz propia a toda la luz.
Guy Hamilton: ...
Billy Kwan: Piensa que es ingenuo ¿no?
Guy Hamilton: Si.
Billy Kwan: Muchos periodistas piensan lo mismo.
Guy Hamilton: No nos podemos entrometer.
Billy Kwan: Típica respuesta de un periodista....
“Único testigo”(1985) supuso el salto de Weir a Hollywood. Para mi gusto, la película supone la mejor interpretación de Harrison Ford de su larga carrera. El actor encarna el papel de un policía al que no le queda más remedio que integrarse en la extraña y anacrónica comunidad Amish para proteger a un niño que ha sido testigo de un crimen. Resulta inolvidable su reacción ante el típico turista patoso que disfruta insultando a personas que no se defienden (la película parece dejar ver que los Amish responden a la afrenta presentando la otra mejilla), o la forma en la que se enamora de una chica de la comunidad, magistralmente interpretada por Kelly McGuillis, que parece sumergirse por primera vez, aunque con una indudable sensualidad, en el terreno del amor. A recordar también la escena en la que se muestra el levantamiento de la casa de madera, en un solo día, y en el que interviene toda la comunidad Amish montando una gran fiesta. Como colofón a una buena película, un final emotivo y entrañable, que despierta sin duda los sentimientos más emotivos del espectador.

“El show de Truman”(1998) nos muestra el apocalíptico poder de la televisión. El pobre Truman (Jim Carrey) vive una vida perfecta, en la que todo está milimétricamente ordenado, enfocado y dirigido a que toda su existencia no sea más que un programa de televisión, en tiempo real, de máxima audiencia. Los personajes que rodean a Truman, que al parecer ha nacido incluso en el plató, son actores contratados al efecto, con auriculares a través de los cuales el centro de control les indica cada paso a dar en cada momento. Las novias que ha tenido Truman, sus amigos...Todo es falso. La ciudad en la que vive, el lago, todo está encerrado en una gran cúpula de tela destinada a simular el efecto de realidad. El creador de tan magna idea, Ed Harrys, tendrá que componérselas para engañar a un Truman que de repente, y a causa de unas pocas situaciones inesperadas, empieza a desconfiar, cada vez con más intensidad, de todo lo que le rodea. Las sospechas del personaje contribuyen a que el público del programa tome postura, a su favor o en su contra, deseando que encuentre la verdad unos, y que siga en su falso mundo una buena parte de la audiencia. El discurso de Ed Harrys hacia el final, con el aire de sumo creador de todo lo visible e invisible, no consigue que Truman desista en su empeño de salir de esa falsa vida a la que le han confinado sin ser consciente jamás de ello. Uno de los grandes logros de la película es el de mostrar la sospecha paulatinamente, poco a poco, como si los primeros treinta años de la vida del personaje los hubiera pasado completamente en el limbo. Una buena actuación de Jim Carrey, actor que a mi al menos me convence cuando no muestra ese catálogo de gestos histriónicos con el que suele amenizarnos en la mayoría de sus títulos.

Y quiero comentar finalmente “Master and Commander”(2003), un digno regreso al cine de aventuras de todos los tiempos, interpretado por Russell Crowe (Jack Aubrey) y el siempre acertado Paul Bettany (Stephen Maturin). La película está basada en las novelas que escribió Patrick O´Brian, situadas en torno al año 1805, en pleno período napoleónico, y recoge distintos episodios, como la persecución del Acheron o la estancia del médico (Paul Bettany) en las Islas galápagos para recuperarse de una delicada operación que se ha infligido a sí mismo. Correcta en su planteamiento, “Master and Comander” despierta los sentidos de cualquier aficionado al mar y a la navegación. Las tomas de las naves desde el cielo resultan muy cuidadas y sugerentes, así como la ambientación musical, basada en piezas y autores de la época. Una buena y digna muestra de que la comercialidad y los altos presupuestos no tienen porqué ser un obstáculo para hacer buen cine cuando el director de orquesta es tan válido como nuestro amigo de Sydney.

martes, 12 de febrero de 2008

!!! Mi amiga Charo Bolívar me ha dado un premio !!!


Mi gran amiga de Yoescribo Charo Bolívar (http://charobolivarindex.blogspot.com/) me ha otorgado el premio ARTE y PICO, aquí a la izquierda. Es un gran honor recibir un premio de una blogera profesional, como es Charo. Su rincón, además de profesionalidad y un perfecto estilo, destila humanidad y creatividad por los cuatro costados. Ahora me toca a mi elegir cinco blogs que cumplan con la siguiente característica:


"Tienes un blog magnifico, y por esta razon, querido amigo, te ha sido otorgado a ti y a tu excelente blog, el Premio "ARTE Y PICO" por el diseño, y el gran interés que tiene tu bitácora para la comunidad."


Una responsabilidad muy grande, y muy complicada, pero en mi caso no tanto, porque dos de las personas a las que se lo pensaba dar ya lo han recibido por parte de Charo: una, el bueno de Andrés Pons, que se lo merece por el indudable y veterano blog que conduce dedicado al cine, y la otra, Lidia Cervantes, también de Yoescribo, a la que se lo ha entregado Andrés, entre otras cosas porque siempre se me adelanta, el muy rapidillo.


Así que, sin más explicaciones, aquí van mis cinco candidatos:


1. http://acuarelasjuanvaldivia.spaces.live.com/ La página de Juan Valdivia, colaborador y gran artista.


2. http://aguacolor.spaces.live.com/ El espacio de Carmen. Acuarelas y algunas cosas más.


3. http://almaleonor.spaces.live.com/ Helicon, donde reside la ilusión. Página de AlmaLeonor


4. http://www.elchancrointelectual.blogspot.com/ La página de Victor Hugo Escalante


5. http://ya-aqui.blogspot.com/ Pues ya que estoy aquí. Blog de la escritora Rosa Ribas



Enhorabuena a los premiados. Estas son las condiciones que tienen que cumplir ahora:


1.- Una vez recibido, se deberán elegir cinco bitácoras que sean merecedoras del premio por su creatividad, diseño, material interesante y aporte a la comunidad bloguera, sin importar su idioma.


2.- Cada premio otorgado debe tener el nombre de su autor/autora y el enlace de su blog para que todos lo visiten.


3.- Cada premiado, debe exhibir el premio y colocar el nombre y enlace al blog de la persona que lo ha premiado.


4.- Tanto el Premiado, como el otorgante, deberán exhibir el enlace de Arte y pico, para que todos sepan el origen de este premio.


Blog ARTE Y PICO http://arteypico.blogspot.com/

sábado, 9 de febrero de 2008

La cara gótica de la fantasía. Tim Burton


Por favor, lo primero que teneis que hacer para leer esta entrada con un ambiente adecuado, es pinchar el play del muñequito anaranjado que aparece en la columna de la izquierda. Por alguna extraña razón que desconozco, se ha desactivado la función de autoplay, que hace que la música comience a sonar nada más acceder al blog.

Necesitaría bastante más espacio del que dispongo en este blog para comentar, una por una, las películas que más me han impresionado de este fascinante director californiano, caracterizado por una visión gótica de la fantasía que podría entroncar directamente con la corriente sugerida por escritores de la talla de Poe, Lovecraft, Machen o Bierce, si no fuera porque Tim Burton hace gala, además, de un especialísimo sentido del humor. Muy bueno en sus películas de personajes reales, soberbio en sus largometrajes animados, incomparable en sus cortometrajes, Tim Burton destaca en el universo cinematográfico por una producción marcada por un sello personal inconfundible. Es muy difícil ver una escena de alguna película sin adivinar, a los pocos minutos, que se trata de una película de Tim Burton.

Le descubrimos con “Bitelchus”, allá por el 88. Los cortometrajes “Vincent”, “Frankenwenie” o “Hansel y Gretel” llegarían a España bastante más tarde, cuando el director ya se había convertido en toda una celebridad. Recuerdo que la gente salía del cine con una sonrisa dibujada en el rostro. La magistral sinvergonzonería de un irreverente y gamberro fantasma, interpretado por un irreconocible Michael Keaton, y los singulares efectos especiales, a los que por aquel entonces todavía no estábamos muy acostumbrados, contribuían a convertir esta comedia negra en una grandiosa excursión al mundo de la fantasía. ¿Cómo olvidar las escenas en la sala de espera sobrenatural, o la maqueta del pueblo en que vivía tan estrafalario personaje?.

A este título le siguió “Batman”, aproximadamente un año más tarde. Posiblemente la mejor versión que se haya hecho nunca del personaje de cómic. Michael Keaton repetía con el director, muy amigo de trabajar siempre con los mismos actores, y Jack Nicholson interpretaba al malvado Joker. La atmósfera creada por Burton para Gotham City resultó irrepetible en ninguno de los títulos posteriores. Abigarradas arquitecturas, que recuerdan al gótico, dominadas por una luz negra e intensa, siniestros rincones y una acertada banda sonora, hacen de este título una referencia, por no decir la única referencia, para todos los amantes del superhéroe murciélago.

¿Y que decir de “Eduardo Manostijeras”(1990), esa gigantesca fábula sobre la solidaridad y la aceptación de lo diferente?. Esa película debería ser de obligada visión en todos los colegios del mundo. En apenas una hora y media, el gigantesco guión y la personalísima puesta en escena nos narran un auténtico cuento, perfectamente elaborado, en el que se entremezclan la magia, profundos sentimientos, emociones, belleza, sensibilidad y una buena dosis de terror. El resultado, una obra maestra de la fantasía, un monumento a la cordialidad y a la bondad, y un tremendo alegato contra la superficialidad y la banalidad que presiden las relaciones en las sociedades modernas. Una inolvidable interpretación de Johnny Deep, que se convirtió en actor fetiche a partir de este título, de la mano firme de un director capaz de exprimir al rebelde actor hasta sacar lo mejor de sí mismo. A Winona Ryder se le pueden perdonar casi todos sus pecadillos después de verla en la escena de la nieve cayendo sobre ella. El final de la película, que podría parecer triste, queda abierto sin embargo a la esperanza. A destacar también la soberbia banda musical y la interpretación de Vincent Price, como el creador de Eduardo, en uno de los últimos papeles de su vida. El legendario actor actuó en la película porque Tim Burton, rendido admirador suyo, quería rendirle un homenaje.

“Pesadilla antes de navidad”(1993) nos cuenta la obsesión de Jack, un personaje fantasmal, por raptar a Santa Claus y convertir Halloween en Navidad. Siniestros personajes, grotescos intentos por parecer adornos navideños, espectrales cementerios, la patética enamorada de Jack, a la que se le caen a veces los brazos cosidos a su cuerpo... Un cuento para adultos que pueden ver algunos niños. Una banda musical perfecta, con canciones integradas en la trama, convierten a este título en un imprescindible de los amantes de la animación de marionetas.

¿Querréis creer que después de ver “Ed Wood”(1994) me pasé una buena temporada recopilando títulos de tan mediocre director, posiblemente el peor de todos los tiempos, que ni de lejos llegaba al homenaje que le rindió Tim Burton con su acertada visión?. Este título en blanco y negro, protagonizado de nuevo por Johnny Deeo, nos cuenta, en clave Burton, la trayectoria profesional y sentimental de un director de películas de serie B al que no le importaba parir productos cinematográficos más dignos de acabar en la basura que de pasar a la historia del cine. A pesar de su escaso talento, el sentido del humor con el que Burton mira al personaje le convierten en un individuo perfectamente querible, a pesar de las torturas a las que somete a su equipo de producción y a los actores que trabajan para el. En la línea emocional que preside casi toda la producción de Burton, en esta película aparece el mítico Bela Lugosi, al parecer bastante perjudicado hacia el final de su vida, que trabajó con Ed Wood y que añoraba hasta extremos casi de locura el papel de Drácula que había rodado para la Universal. El personaje, magistralmente interpretado por Martín Landau, sigue a duras penas a Ed Wood en sus locuras, a causa de su maltrecho estado de salud y su afición al alcohol y a las drogas. Si tuviera que destacar alguna escena de esta película, sería la de la lucha con el pulpo de peluche o la escena en la que un extra golpea un muro de cartón, este se tambalea hasta casi caerse, y cuando el ayudante le sugiere a Ed Wood parar el rodaje, este, con sus ojos de loco, dice “no, sigue rodando. Es perfecta”.

“Mars Attack”(1996) constituye, a mi juicio, el ataque a la línea de flotación de la absurda idea, propagada por gurús de la calaña de Spielberg o George Lucas, de que los marcianos son bondadosos. ¿A quien se le puede ocurrir semejante tontería?. ¿Cómo van a ser los marcianos como el medio bobo E.T.?. Eso es una gran mentira, amigos. Los marcianos son tan perversos, malvados, viciosos y cabrones como los pinta Tim Burton en su película. Su estética, muy cercana a las antiguas películas de marcianos de serie B, consigue provocarnos un terror irracional a ser invadidos. El irreverente modo en que tratan al mismísimo presidente de los Estados Unidos, interpretado por el siempre acertado Jack Nicholson, o la forma en que reducen al vociferante generalote del estado mayor, los convierte en unos seres despreciables, por no hablar de lo que hacen con el pobre Pierce Brosnan, que a pesar de ello parece seguir defendiéndolos, a los muy puñeteros. A destacar, por magnética, seductora y sugerente, la escena protagonizada por la mujer de Burton en aquel momento, Lisa Marie, cuando se introduce en la Casa Blanca. En muchas ocasiones sueño con los sensuales movimientos de ese marciano disfrazado de mujer.

“Sleepy Hollow”(1999) es el famoso cuento gótico norteamericano que narra las aventuras del jinete sin cabeza. De nuevo Johnny Deep interpretando a un detective, en una película de densa atmósfera terrorífica, perfectamente ambientada y con efectivos sobresaltos que convierten el film en un apetitoso bocado para todos los amantes de este género de terror de época que tanto le gusta al maesto Burton.

Siento decir que la siguiente película de Burton, “El planeta de los simios”(2001) supone para mi gusto un bajón en su hasta ese momento meteórica carrera. A pesar del ingente presupuesto invertido en su filmación, la trama no cautiva ni de lejos tanto como la versión primitiva, dirigida por Franklin Schaffner en 1968 y protagonizada a la perfección por Charlton Heston. La versión de Burton, aunque marcada por la personal estética del director, tiene el tufillo de ser el encargo de la multinacional cinematográfica que la produjo.

Un pequeño bache, del que sin duda salió airoso, y se elevó de nuevo Burton, con su siguiente película, “Big Fish”, protagonizada por Ewan Mcgregor y el siempre soberbio Albert Finney. La película nos narra el viaje vital de Edward, un joven que tiene la máxima vital de que un pez en una pecera pequeña no puede crecer, y sin embargo, en un espacio lo suficientemente grande, puede duplicar, triplicar e incluso cuadruplicar su tamaño. Comienza entonces un viale mítico, surrealista y sorprendente, en el que se cruzará con personajes tan fascinantes y sorprendentes como el gigante Karl, cantantes de salón coreanas, hombres lobo, una vieja con un ojo de cristal que puede ver el futuro y, por supuesto, un pez que se niega a ser cogido. El anciano Edward vive de sueños, de contar todas sus aventuras. La película narra el desencuentro entre este hombre y su hijo, que se niega a creer las fantasías de su padre, hasta que finalmente se reconcilia con el en una de las escenas más emotivas de la historia del cine. Un título más que recomendable, que entronca directamente en la línea de emotividad y sensibilidad que ya mostrara el maestro Burton en “Eduardo Manostijeras”.

La siguiente película, “Charlie y la fábrica de chocolate”(2005), sigue de una forma casi literal la maravillosa historia escrita por Roald Dahl, un escritor que merece un capítulo aparte en este blog. Las fantásticas aventuras de Charlie en la fábrica dirigida por el siempre sorprendente Johnny Deep en el papel del señor Bonka, acompañado de otros tres niños que representan a la perfección el egoísmo, la avaricia, la glotonería y la frivolidad, transcurren en un ambiente colorista, perfectamente creado por el mago de los sueños con la ayuda de los Umpa Lumpa, una extraña raza de hombrecillos verdes que cantan y bailan de una manera ciertamente hipnótica y sugerente. En la película se recoge también otro libro de Dalh, la segunda parte de “Charlie”, que se titulaba “Charlie y el ascensor de cristal”, novela para adolescentes adultos que debería ser de obligada lectura, como la anterior.

Llegamos por fin a “La novia cadáver”(2005), una auténtica joya de la animación de marionetas, con personajes perfectamente conseguidos, tan expresivos y sugerentes que despiertan el interés de todo coleccionista de merchandising que se precie. La conseguida atmósfera en tonos grises y azulados, y la maravillosa historia que se nos cuenta, convierten a Burton una vez más en el mago de los sueños que a todos alguna vez nos gustaría ser. Las escenas que tienen lugar en el cementerio, con el baile de esqueletos incluido, provocan en el espectador una fascinación por lo tenebroso que solo el director, con su peculiar sensibilidad mezclada con sentido del humor, podía conseguir.

Cada vez me resulta más complicado elegir la acuarela de Carmen o Juan que encabece cada entrada. En esta ocasión, el magnífico retrato de Tim Burton es de Juan, y el no menos perfecto retrato de Eduardo Manostijeras, de Carmen. Ya sois muchos los que me habeis hablado de la perfección de esos dibujos, más importantes incluso que mis palabras. Espero seguir contando durante mucho tiempo con la inestimable colaboración de estos dos verdaderos artistas, tan enamorados como yo del cine en todas sus facetas. Os recomiendo encarecidamente que visiteis sus respectivas páginas, pinchando en el enlace que figura en "Blogs de amigos". Os aseguro que os van a encantar.


En estos momentos, espero con ansiedad el estreno de “Sweeney Todd, el barbero demoníaco de la calle Flete”. La película ha sido, como era de esperar, un éxito en Estados Unidos, y está a punto de estrenarse en España. Se trata, según la crítica, del musical de terror más sangriento de la historia del cine, ambientado en el siglo XIX, una época, sin duda, en la que el maestro Burton se desenvuelve ciertamente como pez en el agua.

Pero esa, amigos, será otra entrada.

martes, 5 de febrero de 2008

El compromiso político. Costa Gavras




Tuvimos que esperar bastante en España para ver “Z”(1969), a mi juicio la mejor película de Costa Gavras. Aquí se pudo ver allá por 1976 o 1977, a los ocho años de su estreno mundial, y cuando ya había triunfado en Cannes y en muchos otros prestigiosos festivales de cine. Tanto Yves Montand como el por aquel entonces joven Jean Louis Trintignant aceptaron trabajar casi gratis con Costa Gavras, fascinados por el sólido guión, escrito en colaboración con Jorge Semprún, y basado en la novela de Vassilis Vassilikos. La novela recrea como ficción el asesinato real del político griego Gregoris Lambrakis, en 1963.

“Z” nos cuenta la historia del asesinato de un líder izquierdista, interpretado por Yves Montand, que muere atropellado por un motocarro después de un mitin, en lo que parece ser un accidente. Las autoridades encargan de la investigación a un inexperto y joven juez, Jean Louis Trintignant, seguros de que va a tratar el caso como ellos quieren que se trate, un simple accidente provocado por un motocarro descontrolado. Por desgracia, el juez les sale íntegro, y empieza a tirar de la manta, deteniendo e interrogando sospechosos hasta involucrar en el atentado a los más altos cargos del estado mayor.

“Z” se trata de una película vibrante, muy ágil en su planteamiento, con mucha acción y un gran compromiso político. Los papeles de Renato Salvatore haciendo de cruzado derechista, y de Irene Papas como la resignada esposa de Yves Montand, le otorgan a la trama la grandeza que suelen aportar actores de su categoría. La inconfundible música de Mikis Theodorakis, y la cuidada ambientación, contribuyen también a sumergirnos en una atmósfera de reivindicación política de la que no podíamos sustraernos los espectadores en aquellos delicados años de la transición. Creo recordar que también se podía ver a algún ultraderechista montando guardia en la puerta del cine, para tratar de disuadir a la gente de que entrara a verla. La desfachatez de la derecha griega, que trata de restarle importancia al asesinato del político, los toques de humor negro que salpican muchas de las intervenciones de los que declaran ante el juez, y por encima de todo, el dramático final, son características, todas ellas, que no dejan indiferente al espectador.

“Missing” (Desaparecido, 1982) llegó a España más o menos en su fecha de estreno. Protagonizada por Jack Lemmon y Sissy Spacek, nos cuenta la búsqueda que emprende un padre americano para encontrar a su hijo, un joven periodista, acompañado de su nuera. Aunque la ciudad militarizada en la que transcurre la acción no se nombra explícitamente, el director nos da muchas pistas para saber que se trata de Santiago de Chile, justo después del golpe militar de Pinochet que acabó con el gobierno legítimo de Salvador Allende.

Era la primera vez que se podía ver a Jack Lemmon interpretando un papel que no fuera de comedia. Al principio culpa a su nuera, y a su hijo, de haberse metido en algo que no les correspondía, de haberse buscado en cierto modo el lío en que estaban por sus tendencias revolucionarias e izquierdistas. Poco a poco, y de una forma bastante dolorosa en ocasiones, se va encontrando con la sordidez, la brutalidad y el salvajismo que rodearon aquel episodio de la vida de Chile. Al comprobar, casi sin podérselo creer, que Estados Unidos contribuyó directamente al triunfo de Pinochet, comprende que la vida de su hijo había estado sentenciada desde el principio.

Me duele recordar ciertas escenas de esta película, que me produjeron una gran tristeza y que aún, hoy en día, soy incapaz de volver a ver. La mayor parte están relacionadas con la visita que hace el padre al estadio de fútbol, en el que permanecen todavía miles de prisioneros, esperando la mayor parte de las veces un desenlace que se nos muestra, en una escena concreta, en toda su crudeza: un prisionero camina, desnudo, por uno de los largos pasillos del estadio. Al fondo, se escucha una descarga de fusiles, y el prisionero, involuntariamente, se encoge y se detiene. El soldado que le acompaña le empuja para que siga andando hacia la muerte segura. Sobrecogedor. Muy duras también las escenas relacionadas con el toque de queda, o la de los muertos que salpican las aceras en los controles militares. Una atmósfera de muerte y destrucción perfectamente conseguida por Gavras, por no mencionar la desesperación y la impotencia de un padre que descubre que a su hijo se lo han cargado como a un perro.

“La caja de música”(1989) es otro gran título de este director. En esta ocasión, la siempre sensual Jessica Lange interpreta el papel de una prestigiosa y buen posicionada abogada de Estados Unidos, hija de un refugiado húngaro, Lazlo, magistralmente interpretado por Armin Mueller-Stahl, y que no hace otra cosa que alabar al país que le dio acogida. Por una extraña pirueta del destino, el padre es acusado de haber colaborado con los nazis cuando estos ocuparon Hungría durante la Segunda Guerra Mundial. Su hija, absolutamente convencida de la inocencia de un padre al que considera progresista y un tótem sagrado de la inmigración que provocó el conflicto, se siente en la obligación de demostrar su inocencia, por lo que no duda en presentarse en Budapest a la búsqueda de pruebas. La altanería y el convencimiento iniciales van dando paso a la duda a medida que la abogada choca frontalmente con un pasado sórdido, plagado de muertos flotando en el río. Un pasado que sale a la luz gracias a los escalofriantes testimonios de supervivientes de aquel horror, que susurran sus horrores a una cada vez más sensibilizada Jessica Lange. Otra vez juega Costa Gavras con los sentimientos paterno filiales, como ya hiciera en “Missing”. La abogada tendrá que escoger, ante la evidencia que le muestra una caja de música que le ha regalado una anciana en Budapest, entre el amor filial y su deber ante la justicia. Un gran film, muy ameno, la mayor parte del cual se rodó en un Budapest que aparece ante nuestros ojos neblinoso y sombrío, en ajustada mimetización a la historia que se nos está narrando.

La última película que quiero comentar de este director (hay otras muchas, pero por razones de espacio y de salubridad mental vuestra no me quiero extender más) es “Amén”(2001), en la que se nos trata de mostrar no ya la consabida tibieza del Vaticano ante los crímenes nazis, durante el papado de Pío XII, sino incluso la descarada ayuda prestada por tan famoso Estado a muchos criminales de guerra a la hora de trasladarse a países como Argentina, Brasil o Paraguay.

La película nos relata el arrepentimiento de un oficial alemán al comprobar, a través de un agujero practicado en una puerta metálica (otra magistral y recordable escena de este maestro del séptimo arte), el horror que se puede conseguir con el gas que él mismo ha contribuido a desarrollar. La Iglesia no tiene ninguna prueba de que los alemanes estén exterminando judíos, y este oficial se encarga, jugándose la vida, de hacerle llegar a un sacerdote las pruebas del horror. A pesar de la evidencia, los más altos cargos eclesiásticos se niegan a condenar el régimen de Hitler. Entre escena y escena, en un alarde de capacidad para provocar la angustia en el espectador, Gavras nos muestra los trenes que van cargados y vuelven vacíos de los campos de concentración. Mientras el vaticano duda, el número de muertos va creciendo. Eso es lo que quiere transmitirnos el director cada pocos minutos. La incredulidad de la curia ante las pruebas que aporta el sacerdote, o tal vez su complicidad, provocan una sensación de tristeza y resignación bastante difícil de olvidar, que llega al paroxismo cuando el oficial alemán encargado del campo habla, ya hacia el final de la película, de su inminente exilio a Argentina.

Costa Gavras, posiblemente el director comprometido políticamente que más adeptos consigue captar a su causa, gracias sobre todo a la maestría en el uso de las emociones como herramienta fundamental para transmitir sus ideas.

viernes, 1 de febrero de 2008

La kermesse heroica



Seguramente os veréis en un auténtico dilema si a alguien se le ocurre preguntaros cual es vuestra película preferida. Imposible dar una respuesta, al menos por mi parte. Siempre nos queda el recurso de seguir la corriente más o menos enteradilla, y contestar con títulos como “Ciudadano Kane”, “La regla del juego” o “Casablanca”, consideradas las tres, según el crítico al que se le pregunte, como las mayores joyas de la historia del cine. Puedo estar más o menos de acuerdo con “Ciudadano Kane”, o incluso con “Casablanca”, pero os puedo asegurar que, por más que veo una y otra vez “La regla del juego”, sigo sin encontrarle esa nota de genialidad que la convierte en la mejor película del mundo según la mayoría. Y digo esto a sabiendas de que me busco la excomulgación de los puristas, pero ya que no me considero un purista, me atrevo a decir, y lo digo, que existen muchas películas mucho mejores que las tres citadas, tanto antiguas como modernas, y que la elección de cada uno en un momento dado de su vida puede variar notablemente con el paso del tiempo.

Todo esto viene a cuento porque me resulta inexplicable que una película como “La kermesse heroica” no figure en ninguna selección más o menos erudita sobre cine. Ni siquiera en esa especie de biblia cinematográfica titulada “Las cien mejores películas”, de John Kobal, publicada por Alianza Editorial, se menciona esa auténtica joya del cine coral, rodada en Francia en 1935, en plena época de entreguerras. Fue dirigida por Jacques Feyder, un hasta entonces director de películas de cine mudo, que tuvo que exilarse de su país después de rodar este título. Si me obligaran a elegir una película entre todas las que he visto como la número uno, es muy probable que me quedara con esta.

El tranquilo pueblo de Boom, en el Flandes ocupado por España, prepara la kermesse anual. Corre el año 1616. Han quedado atrás las terribles batallas de ocupación, y se vive una época más tranquila, aunque los más veteranos evocan todavía con auténtico temor los terrores pasados. El alcalde posa para un joven pintor en compañía de los concejales, la hija del alcalde mira al infinito, enamorada precisamente del joven pintor, el carnicero trafica con el alcalde, que es ganadero, el matrimonio con su hija, ofreciéndole comprar todas las reses si se la entrega. La población llena las animadas calles...Una situación de lo más bucólica, que se interrumpe bruscamente cuando tres emisarios españoles, a cual más malencarado, se presentan en el pueblo anunciando la inminente llegada del Conde Duque de Olivares y su ejército. Al burgomaestre no se le ocurre otra idea mejor, para recibirlos, que hacerse el muerto, esperando que la situación de luto disuada a los españoles de quedarse en el pueblo. La mayoría de los hombres toman la decisión de esconderse, y son las mujeres, encabezadas por Cornelia, la propia mujer del alcalde, las que deciden hacer frente a la situación. Cornelia, una mujer de fuerte carácter, está interpretada por Francoise Rosay, esposa en la vida real del director de la película.

La hija de Cornelia y su querido pintor se suben a un campanario, y desde ahí anuncian la llegada del ejército al resto de mujeres de la población. Los tambores preceden la llegada de los terribles españoles. De la carroza real se bajan, por este orden, un enano, un fraile tonsurado, y el mismo Conde Duque de Olivares. Son recibidos por Cornelia, que viste de luto, y otras mujeres notables de la población. Al nerviosismo inicial le sigue la tranquilidad, motivada por la constatación de que los españoles no parecen tan fieros como los han pintado los más agoreros. Al contrario. Sus oficiales son altos, muy morenos, con bigote, apuestos...Mientras entran en el pueblo, comienzan a cruzarse inequívocas miradas entre las mujeres y los soldados. Las damas principales (la del alcalde, la pescadera y la dueña de la única posada) toman el brazo del Conde Duque y de dos oficiales. “Al menos siguen manteniendo el rango”, murmura el cobarde alcalde desde su escondite.

Los habitantes de Boom quedan fascinados con sus improvisados visitantes, que muestran unos modales y un saber estar dignos de admiración. No en vano, la mayor parte del séquito ha recorrido mucho mundo, y además son corteses, galantes y amables. La dueña de la posada cae en brazos de varios oficiales, en una sucesión de escenas dignas de figurar para siempre en la historia del cine, pasando de una habitación a otra con la excusa de remendar las descosidas camisas o banderas de sus huéspedes. Hacia el final de la película, cuando su inocente marido le pide que le remiende una manga, la pobre mujer, cansada, le contesta “ya no me queda hilo”.

Resulta curioso emitir un juicio sobre la forma en que se representa a los españoles. Muchos se sentirían ofendidos a causa de la muestra de dos personajes bastante pintorescos, el enano y el fraile, avariciosos, inquisidores y ciertamente poco saludables. Sin embargo, el Conde Duque de Olivares es un personaje encantador, caballero, con unos modales exquisitos y extremadamente culto. El ejército está compuesto de soldados educados, procedentes algunos de Italia o Suiza, caballerosos y apuestos. Una imagen de la España de la época bastante poco habitual tanto en el cine como en la literatura. A veces he pensado que la película no fue muy bien acogida en Francia precisamente por la imagen que daba de los españoles, aunque también he leído por ahí que estuvo prohibida durante muchos años por su espíritu colaboracionista, relacionado con el gobierno de Vichy, que se puso al servicio de Alemania en contra de los intereses de los propios franceses. Se tachó a la película de filogermana, a pesar de tratarse de una comedia.

El cobarde burgomaestre se va poniendo cada vez más nervioso, al comprobar que los habitantes de su pueblo están confraternizando en exceso con los invasores. En la posada, todo el mundo come, bebe, baila y se divierte en un ambiente de sana camaradería. El Conde Duque firma como testigo en la boda de su hija con el joven Breuguel, oficiada por el dominico tonsurado. Su mujer empieza a dejarse envolver por el indudable encanto del noble español. La situación, en definitiva, se le escapa completamente de las manos, pero tampoco se atreve a dejarse ver, actitud que le conduciría directamente a la horca.

Transcurre la noche. Nunca sabremos si Cornelia ha caído en brazos del español. Su enigmática mirada hacia el final, cuando anuncia que Olivares a dispensado a Boom durante un año de pagar impuestos, parece no dejar casi lugar a dudas. Su marido, rizando el rizo en su papel de tonto y cobarde redomado, saluda al pueblo como si fuera el héroe de todo lo que ha ocurrido. Los soldados se despiden de sus amantes. Cuando se reúnen en la plaza para partir, sus fusiles están adornados con ramos de flores.

Uno de los aciertos de la película es la fotografía. Intencionadamente, el maestro Lazare Meerson consigue en cada fotograma evocar los cuadros flamencos de la época. Rembrandt, Brueghel o Franz Hals parecen estar presentes en cada rincón, en cada toma. Resulta a veces decepcionante que la película sea en blanco y negro, tal es el colorido que intuye el espectador. También es importante la música, prácticamente omnipresente a lo largo de todo el metraje, y que consigue enfatizar la grandeza de cada escena. En este sentido, os recomiendo, en caso de que esta entrada haya servido para que os apetezca verla, que lo hagáis en versión original, ya que el doblaje de la versión en dvd está tan deficientemente hecho, que ha conseguido eliminar la música la mayor parte de las veces.

“La kermesse heroica”. Una magnífica película coral que no debe faltar en la videoteca de ningún amante del buen cine.